Octavio Rodríguez Araujo
El papel de la oposición
Mientras Vicente Fox desmantela el país y hace todo lo posible por entregar sus grandes riquezas a las fuerzas más conservadoras (incluida la jerarquía de la Iglesia católica), la oposición no logra articularse como alternativa. Pareciera que no se ha tomado en serio la dinámica del actual gobierno. Como que no se quiere cobrar conciencia de que esta dinámica debe ser detenida y, desde luego, desviada.
Es claro que los partidos políticos busquen ganar espacios para sus candidatos; es parte del papel de todo partido electoral. Pero hay algo mucho más importante que tener más diputados, gobernadores o presidentes municipales: el futuro del país y, en especial, el de la mayoría de la población y de las instituciones que le sirven o le han servido y que están en vías de desaparecer también.
No deberían existir dudas. Las próximas elecciones federales tienen que ser ganadas por la oposición, es decir, por candidatos a diputados contrarios a la lógica neoliberal y capaces de frenar las ansias privatizadoras y desnacionalizadoras del gobierno de Fox. El reto para el futuro, todavía en el marco del capitalismo (nadie está hablando por ahora de socialismo o algo semejante), es fortalecer la economía interna del país y no de algunas empresas nacionales o extranjeras en México. Y fortalecer la economía interna del país quiere decir alimentación, salud, educación, vivienda y empleo para todos y más todavía para quienes sólo tienen algo de estas condiciones o carecen de ellas. Se trata, para decirlo en una palabra, de disminuir las desigualdades sociales, robustecer económicamente a la sociedad para que genere mayor riqueza y para que ésta sea compartida, distribuida de tal manera que se mejore el nivel de vida de todos los mexicanos y no sólo de los mega-millonarios.
Los partidos de oposición, por lo tanto, deberían ser realmente de oposición, y de oposición no sólo a Fox sino a Zedillo y a Salinas. Esto es, sin regresar a tiempos pasados (como suele hacer la derecha), buscar la rectificación de las bases legales que los gobiernos neoliberales impusieron en materia social, económica y religiosa y, por decirlo así, volverlo a hacer, pero bien. Todavía es tiempo, pero por lo pronto se trata de frenar a Fox, de echarle abajo todas sus políticas que resulten reaccionarias y que por su carácter involucren al Poder Legislativo para que las apruebe o las rechace. Si Fox se queja de que no lo dejan gobernar (la famosa seudo teoría de la gobernabilidad), que se quejen y. si no le gusta, que se regrese a dirigir la Coca-cola, que ahí tendrá empleados que lo obedezcan. Pero todo mundo espera que los diputados no sean ni se sientan empleados del Presidente, como obviamente tampoco lo somos los mexicanos que no trabajamos para él. Es el Presidente el que debería trabajar para nosotros; para eso le pagamos su muy alto salario, no al revés. El es el mandatario, nosotros los mandantes. No nos confundamos.
Las próximas elecciones federales serán más costosas que las anteriores y los partidos recibirán una enorme cantidad de dinero (5 mil 650 millones de pesos para sus campañas). Los ciudadanos comunes esperamos que los partidos y sus candidatos tomen en cuenta este financiamiento público para responder precisamente a quienes lo pagamos con nuestros impuestos y que la política ética (que está de moda en demandarse) comience por la misma selección de candidatos para que el futuro de la nación no quede en manos de los que operan en su contra o de los que han demostrado incapacidad para pensar en una lógica distinta a la del titular del Ejecutivo. El Poder Legislativo, dicen la teoría y la necesidad histórica del país, debe ser un contrapeso del Ejecutivo. En el presente este contrapeso es urgente.
Cuauhtémoc Cárdenas, con motivo del 14 aniversario del PRD, declaró: "No creamos un partido político con el objetivo central de ser gobierno nacional, sino para transformar revolucionaria y democráticamente las instituciones políticas, la economía y convivencia social y contribuir, de manera activa a la creación y desarrollo de un orden internacional justo, equitativo y de colaboración verdadera". Con este sencillo párrafo se sintetiza sin equívocos el papel que debe cumplir su partido, "lucecita de esperanza" (Rosario Robles); es decir, para el caso, comenzar por la fuerza que le puede dar una respetable bancada en la Cámara de Diputados y reivindicar la política en la que cada día se cree menos.