ASTILLERO
Julio Hernández López
Conago: una guerra largamente anunciada
Con insistencia y oportunidad se había avisado al foxismo
El gobierno prefirió polarizar
EN ESTOS DIAS, la piedra en la bota se llama Conago. Ayer, para no ir tan lejos, el Presidente de la República fue un gélido visitante que en Zacatecas escuchó a Ricardo Monreal decir que "el viejo modelo se agotó: el centralismo no da para más, no corresponde con la nueva cultura política que ha adquirido el país". Vicente Fox, al que ese gobernador le planteó otro ultimátum: "Llegó la hora de establecer claramente la disyuntiva: seguimos como estamos o nos atrevemos al verdadero cambio".
FOX HUBO DE CALLAR mientras estuvo en territorio perredista, pero en cuanto llegó a buen refugio se aprestó a contestar, arropado ya por el gobernador blanquiazul Ignacio Loyola, que en estos días ha vuelto a ganar fama nacional con sus disertaciones respecto al significado exacto de los términos madrear y torturar, referidos a las travesuras de los académicos de la lengua que usa como guaruras. Dijo allí el Presidente de México, en ese paraíso de los derechos humanos, que nadie le va a platicar a él de las penurias de los municipios y los estados por falta de recursos públicos y aseguró, bueno como es para manejar a contentillo cifras, que 65 por ciento del dinero público del año venidero será "administrado, invertido y ejercido por los gobiernos locales, estatal y municipal".
NO DEBERIA HABER, sin embargo, enojo ni sorpresa en el Presidente ni en sus funcionarios por la guerra de los mandatarios. La idea de crear una asociación nacional de gobernadores fue conocida oportunamente por Vicente Fox en el primer semestre del año, a tal grado que tres mandatarios estatales se pusieron a trabajar en su construcción: Alfonso Sánchez Anaya, de Tlaxcala, a nombre del PRD; Manuel Angel Nuñez Soto, de Hidalgo, por el PRI; y Fernando Canales Clariond, de Nuevo León, por el PAN. De hecho, dos panistas, el propio Canales Clariond y Juan Carlos Romero Hicks, de Guanajuato, fueron quienes propusieron que la agrupación se llamara "conferencia", para diferenciarla de la asociación que ya habían constituido los perredistas (la Anago) y el foro de los priístas. Tanto entendimiento había que en la primera semana de julio, durante una reunión de la Mesa para el federalismo, que presidía el entonces subsecretario Juan Molinar Horcasitas, la Secretaría de Gobernación informó que el gobierno foxista lanzaría una convocatoria para que se creara la Conago, a lo que se opusieron los mandatarios no panistas. El 13 de julio, en Cancún, ya distanciada de las pretensiones tutelares del foxismo, nació la tal conferencia.
PERO SI UN TEMA ha dominado la corta vida de esa Conago ha sido el de los recortes presupuestales y la exigencia al gobierno federal de información y propuestas resolutivas. Ya en su primera reunión formal, el 24 de agosto, en Tlaxcala, se insistió en la denuncia de las supresiones de participaciones federales y del subejercicio de la hacienda federal. Allí se comenzó a hablar de la necesidad de poner un alto a los engaños de la administración federal, pues los gobernadores no panistas se dieron cuenta de que a todos les había sucedido que negociaban algo en particular con el presidente Fox y luego los secretarios del ramo decían no saber de tales arreglos ni tener instrucciones para darles cumplimiento o, peor aún, ni siquiera les atendían en sus llamados.
PARA APACIGUAR ESA revuelta que ya hablaba de emplazar al Presidente a dar respuestas a los gobernadores que se sentían "limosneros", Fox ofreció restituirles lo recortado usando los recursos excedentes de las ventas petroleras. De inmediato sus subordinados corrigieron el exabrupto presidencial: por decreto, esos recursos excedentes eran intocables, pues deberían ir a un fondo de estabilización. Ese 24 de agosto se habló de entablar una controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación y, por primera vez, se analizó abiertamente la posibilidad de que los gobernadores conferenciantes impulsaran un proyecto de presupuesto que fuera sacado adelante por los diputados priístas y perredistas. Un primer recuento de los aliados de los mandatarios en San Lázaro reportó entre 260 y 265 diputados afines. El documento final de esa reunión tlaxcalteca, leído por Sánchez Anaya y Nuñez, exigió que "se audite de inmediato el fondo de la recaudación federal participable, para transparentar las razones por las que se disminuyeron de manera considerable las participaciones a los estados y municipios". Un boletín oficial de la reunión asentó que los gobernadores no panistas "aseguraron que tienen la fuerza suficiente para lograr una reforma fiscal única, propuesta de ellos y no del gobierno federal, y en la que lograrían la descentralización de recursos y también una autonomía en sus atribuciones fiscales".
LA SEGUNDA REUNION de la Conago, realizada el mes pasado en Pachuca, condensó en un pliego de ocho puntos las exigencias de los mandatarios, y comisionó a Sánchez Anaya, Nuñez Soto y Arturo Montiel para reunirse con Gil Díaz y buscar una respuesta formal a sus exigencias. De allí surgió la convocatoria a una reunión extraordinaria (las demás han sido mensuales) en Metepec, estado de México, para que el secretario de Hacienda les contestara. En lugar de eso, el ex director de Avantel dijo que no deberían guiarse por fantasías y les soltó un rollo infumable y, en ciertos segmentos, provocador. Ese día, los miembros de la citada conferencia decidieron emplazar al Presidente a dar una respuesta en pocos días o no atenderían más a sus llamados. Todos sabían que estaba en puerta la reunión de APEC y que Los Pinos quería una fotografía de unidad.
Lo que no sabían es que el gobierno federal quiso repetir, como en el dominó, la ficha de la confrontación directa en busca de popularidad. Así como semanas atrás había denunciado que los líderes petroleros lo querían "chantajear", ahora el Presidente hacía decir a su secretario de Gobernación que no aceptaría un "ultimátum" (palabra nunca usada por la Conago, y más bien colocada en el escenario por Bucareli). Fox creyó llegada la oportunidad de enfrentarse con los gobernadores no panistas y exhibirlos públicamente como enemigos del cambio.
Para su infortunio, la maniobra no le salió bien, se quedó sin la foto de familia feliz en vísperas de la reunión de APEC y ahora tiene que escuchar a gobernadores que, a como van las cosas, acabarán ganándole la partida, en sus entidades y en el Congreso federal.
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