Víctor Quintana S.
SOS rural al Legislativo
La agricultura nacional es un barco que se hunde. Es el
clamor que ahora llena toda nuestra geografía... Los más
diversos actores sociales y políticos, desde los puntos más
distantes de la patria, con los tonos y las formas más diferentes
exigen lo mismo: ¡suspendan el TLCAN en materia agropecuaria y saquen
a la agricultura de cualquier nuevo acuerdo de libre comercio!
Primero son las manifestaciones campesinas e indígenas
que bullen por todo el país el 12 de octubre. Sobre todo de campesinos
pobres, productores de granos básicos y de productores endeudados,
empobrecidos por las políticas neoliberales. Toman las plazas. Bloquean
carreteras y puentes internacionales. Se pronuncian fuerte contra el Acuerdo
de Libre Comercio de las Américas (ALCA), negociado a espaldas de
los pueblos en una agenda impuesta por los intereses estadunidenses y trasnacionales.
Exigen que antes de firmar este nuevo tratado el Ejecutivo realice un plebiscito
para que el pueblo exprese su opinión sobre el mismo.
Pero los productores ven también otro peligro más
inminente aun que el ALCA. El primero de enero de 2003, en menos de dos
meses y medio, se desgravan todas las importaciones agroalimentarias procedentes
de Estados Unidos y Canadá, a excepción del maíz,
el frijol y la leche en polvo. Por eso todas las tribunas del país
empiezan a llenarse de pronunciamientos y llamados a la sensatez a un gobierno
que no parece captar la gravedad de la situación.
Los porcicultores se posesionan de la misma Secretaría
de Gobernación. Señalan que con la desgravación de
las importaciones de carne de puerco se pone en riesgo 70 por ciento de
300 mil empleos directos que generan.
Los avicultores presentan cifras apabullantes: el costo
de producción del pollo en México es superior en 68 por ciento
al de Estados Unidos. Y al eliminarse el arancel de 59.4 por ciento el
primer día de 2003 van a ser arrasados 30 mil empleos de esa industria
en un solo año. En huevo, los productores estadunidenses tienen
costos de producción 21 por ciento menores que los nuestros y ahora
se va a quitar el arancel de 9 por ciento, así que no hay nada que
hacer tampoco en este rubro.
Los más diversos despachos de consultoría
lanzan señales de alerta. El Grupo de Economistas Asociados hace
ver que los más afectados por la desgravación de 2003 serán
los productores pecuarios y los manzaneros. La ANEC calcula que el país
importa ya 40 por ciento de los alimentos que consumimos y que en pocos
años nuestra dependencia en esta materia estratégica será
de 70 por ciento.
Las voces de alarma llegan hasta el Senado. En la Comisión
de Comercio Exterior los senadores Humberto Roque Villanueva, del PRI,
y Demetrio Sodi, del PRD, dudan de la eficacia del blindaje agropecuario
foxista. Señalan que es necesario duplicar el presupuesto para el
campo el próximo año y aplicar aranceles a todos los productos
importados que reciban subsidio. Esto quiere decir que a todos, dados los
ingentes apoyos del gobierno a las exportaciones agroalimentarias estadunidenses.
Cómo estarán las cosas que hasta el titular
de la Sagarpa, Javier Usabiaga, empieza a querer dar señales de
abandonar su redomado optimismo. Se pronuncia reconociendo que "hubo errores
en la negociación del TLCAN", y que "no se aprovecharon los 10 años
que van del 92 a la fecha para preparar al sector agropecuario para la
total apertura".
El Banco Mundial va más allá que Usabiaga.
Reconoce que "han resultado decepcionantes las drásticas transformaciones
operadas en la agricultura mexicana la década pasada". Y que la
agricultura "no se ajusta ni está preparada para la competencia
que se avecina con el TLCAN". Va más allá: evalúa
como titubeante la decisión del presidente Fox de montar un blindaje
para proteger a los agricultores mexicanos de la competencia con sus
socios del norte.
El consenso, aun viniendo de actores tan disímbolos
y hasta contrarios, es muy evidente: la desgravación agroalimentaria
que entra en vigor el próximo primero de enero será letal
para nuestro sector agropecuario y el blindaje anunciado por el
gobierno de Fox es tan pretencioso y frágil como el del Titanic.
Por eso, a oídos sordos del Ejecutivo es el Legislativo quien debe
hacer suyas de inmediato las demandas de los productores agropecuarios
que luchan en todos los rincones la patria: moratoria a la desgravación
programada para el primero de enero, duplicación del presupuesto
federal para desarrollo rural, suspensión por tres años del
TLCAN en materia agropecuaria y no inclusión del sector en ulteriores
tratados de libre comercio.