José Steinsleger
Fantasía y realidad de la democracia
Con la lectura de unos textos de insufrible y deliberada ligereza irrumpen en la memoria los comentarios floridos de un viejo intelectual boliviano, quien, recordando su dorada juventud, hablaba de las resonancias de un mundo que los de su generación, a inicios de 1930, veían como fantástico desde las haciendas del plácido valle que rodea la ciudad de Cochabamba.
"Anhelábamos luchar junto a la clase obrera contra la burguesía", decía. "Pero en Bolivia no había burguesía ni clase obrera. Sólo existía la oligarquía feudal que mantenía a nuestros padres y los 'pongos' (siervos) que solícitos y en silencio nos servían el 'pisco' (aguardiente) mientras discutíamos acerca de la revolución rusa y la dictadura del proletariado".
Se lamentaba el profesor de haber descubierto con tardanza las luchas de Sandino y de no haber entendido el significado de los regímenes despóticos que, uno tras otro, Washington imponía en el Caribe. Mientras su propio país, azuzado por las compañías petroleras extranjeras, se desangraba cuerpo a cuerpo con Paraguay en luchas de fiereza sin fin (Guerra del Chaco, 1932-35).
Me contaba también de los libros y folletos de autores marxistas y socialistas, en su gran mayoría europeos, que la editorial Claridad, de Buenos Aires, vendía en las papelerías de Bolivia y librerías del continente. "šLa cultura universal!"-rezongaba. "ƑY de Bolivia qué? šLa Historia de Alcides Arguedas, publicada por Simón Patiño, magnate del estaño célebre por jamás haber invertido erróneamente su dinero ni haber comprado a nadie en vano!"
No conocernos a nosotros mismos y desconocernos entre nosotros. Tal sería la divisa de las Ciencias Políticas de universidades y centros de "excelencia académica" que a más de negar las verdades de América Latina perfeccionan metodologías que impiden hablar de ellas. Pues como si nada estuviese sacudiendo el escenario político del continente, los intelectuales que ganan sus doctorados glosando o refriteando al autor estadunidense o europeo de moda (prueba de que se sabe mucho-mucho) se multiplican como conejos.
Echemos un ojo a la última edición de Nexos, revista que alguna vez tuvo algo que decir, y tendremos idea cabal del grado de abstracción que los teóricos de la democracia virtual han alcanzado para festinarse la realidad real. Separando a los pueblos de los movimientos nacionales concretos y a los movimientos nacionales de la democracia concreta, los colaboradores de la publicación simulan no darse cuenta del renovado vigor con que se están manifestando los pueblos en las urnas y en las calles contra el modelo neoliberal.
El tema central fue dedicado a los "ciudadanos de baja intensidad", expresión del sociólogo argentino Guillermo 0'Donnel. Aspecto que los doctos en corte y confección identifican, créase o no, como "...uno de los problemas más graves y menos estudiados de las democracias recientes, la debilidad de sus culturas cívicas, la debilidad de su ciudadanía".
O sea que si en países como Argentina 100 niños están muriendo de hambre por día y otros cuentan en la escuela que sus madres echan a la parrilla los gatos que cazan en los basurales y la diferencia de sabor de ranas y ratas, o si 60 por ciento de los "nuevos pobres" pertenecían hasta hace un año a la clase media, los problemas de la ciudadanía obedecerían a que "...los distintos tipos de retracción 'privatista' conforman una experiencia subjetiva bastante ajena a la participación ciudadana" (Norberto Lechner, "El precario relato democrático").
Ave María. ƑEn qué mundo viven los Lechner y compañía? ƑQué entienden por "participación ciudadana"? Recuerdo que en octubre de 1983, durante uno de los festejos públicos del triunfo de Raúl Alfonsín, un grupo de uruguayos de visita en Buenos Aires se acercó al escenario con sus banderas y el animador exclamó: "šNuestros hermanos del Uruguay que aún viven en dictadura! ƑDe Peñarol o de Nacional? šQue sepan que la fiesta de la democracia no es política!"
Pregunto: Ƒla cosa va por ahí? Porque hablar de "ciudadanos de baja intensidad" cuando en elecciones generales venezolanos, brasileños y ecuatorianos han depositado votos de altísima intensidad, parece tomadura de pelo. ƑO para decir estupideces se requiere ser doctor en ciencias políticas y no sé cuántas cosas más? En tal caso, me apunto. Ganaría 10 mil dólares mensuales y ni le cuento las clases de democracia que dictaría, haciendo pasar gato por liebre (con ajo, sin cebolla) y llamándole a esto "cuestión de opinión".
Morosamente alivianados de los "metarrelatos" y las enseñanzas de la historia, proliferan los intelectuales que vegetan, 70 años después, en un limbo similar al de aquellos jóvenes cochabambinos. El whisky y el café "descafeinado" sustituyeron el pisco.Pero aquella candidez ideológica causa ternura ante la manipulación académica de hoy que nos impide medir, como diría Nietzsche, "...la cantidad de verdad que se puede soportar para medir el valor de los hombres".