Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de octubre de 2002
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Cultura
MANUEL ALVAREZ BRAVO, 1902-2002

Será recordado como el ojo más privilegiado que dio México en el siglo XX

Falleció el poeta de la imagen

Causas naturales, motivo del deceso: médicos

Homenaje de cuerpo presente en Bellas Artes

ARTURO JIMENEZ, MONICA MATEOS Y ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Perseguidor de "instantes de revelación" y maestro de la luz y la sombra, el fotógrafo mexicano Manuel Alvarez Bravo falleció ayer a las 6:50 horas en su casa de Coyoacán ''por causas naturales''. Tenía 100 años.

Luego de haber ingresado el pasado miércoles 9 al hospital del Instituto Nacional de Enfermadades Respiratorias por presencia de líquido en los pulmones, Alvarez Bravo se recuperó rápidamente ante la sorpresa de los médicos y, cinco días después, el lunes 14, fue dado de alta.

Según médicos, el maestro de fotógrafos pudo haber salido por propio pie, pero por los dictados del reglamento lo hizo en silla de ruedas. Desde su lecho, ya recuperado y contento, Alvarez Bravo bromeaba con los doctores y les decía que ya quería salir y tomarles una fotografía.

Según informes, los primeros días de su internamiento el artista estuvo inconsciente, con fiebre y delirando, pero nunca tuvo que ser trasladado al área de terapia intensiva.

Sus malestares se debían a una pequeña infección causada por líquido en los pulmones. Sin embargo, Alvarez Bravo se recuperó y hace una semana regresó a su casa.

Pese a ello, ayer sábado, casi a las siete de la mañana, el gran fotógrafo mexicano dejó de existir por muerte natural, según informaron voceros del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y del Instituto Nacional de Bellas Artes, así como familiares, entre ellos su hijo, Manuel Alvarez Bravo Martínez.

A las seis de la tarde se realizó una ceremonia de cuerpo presente en el lobby del Palacio de Bellas Artes. En un principio se colocó una de las fotografías emblemáticas de Alvarez Bravo: La buena fama dormida, pero minutos después las autoridades del recinto decidieron retirarla y montar Corona de espinas para acompañar al féretro.

Tanto el director del INBA, Saúl Juárez, como la gerente del Palacio de Bellas Artes, Silvia Carreño, justificaron la decisión al señalar que Corona de espinas era "más conveniente".

Al Palacio de Bellas Artes, además de la viuda e hijos del fotógrafo, llegaron creadores e intelectuales, como Héctor García, Carlos Monsiváis, Yolanda Andrade y Pablo Ortiz Monasterio, así como funcionarios de las distintas dependencias y museos del INBA, y el titular de la Secretaría de Cultura de la ciudad de México, Enrique Semo, quienes hicieron guardias a los costados del ataúd en distintos momentos. Sin embargo, fue notable la ausencia de personalidades del mundo artístico e intelectual.

Los restos de Manuel Alvarez Bravo fueron trasladados a la funeraria Gayosso de Félix Cuevas donde permanecerán hasta el lunes, día en el que serán cremados y llevados al Panteón Americano.



Hasta los últimos días de su vida quiso ejercer el arte que lo distinguió: la fotografía

CESAR GÜEMES Y MONICA MATEOS-VEGA

Apenas el jueves pasado, cuando salió del hospital de enfermedades respiratorias, Manuel Alvarez Bravo quiso despedirse de los médicos que lo habían atendido. Lo acompañaron a la salida. El fotógrafo dejaba la institución de salud. Como siempre, buscó dejar el registro de ese momento en una imagen. Solicitó una cámara, la que fuera. No la hubo. Ninguno de los neumólogos tenían una a mano. Quiso dejar, pues, la imagen de un hombre erguido, la de un fotógrafo de poco más de cien años que regresaba a casa, con los suyos, a descansar. Menos de 48 horas después lo haría para siempre, pero quede la anécdota como constancia de un hombre que hasta los últimos días de su vida quiso registrar su mirada.

Manuel Alvarez Bravo nació el 4 de febrero de 1902 en la ciudad de México, en una vecindad ubicada justo detrás de la Catedral Metropolitana. Perseguir imágenes se convirtió en su vocación y delirio luego de que siendo un niño atento e impaciente asistió por primera vez a una proyección de cine en una sala improvisada. Para él esto fue un detonador.

De joven intentó, sin mucha inspiración, dedicarse a la homeopatía y la contaduría; también fue empleado de una fábrica de hilados y "meritorio gratificado", como eran llamados los mensajeros y ayudantes en la época de Venustiano Carranza.

Quiso ser agrónomo, pero los conflictos revolucionarios del México que le tocó vivir se lo impidieron. Su inquietud por los secretos de la belleza de las formas y los claroscuros lo llevaron a la Academia de San Carlos, donde trató, también en vano, de estudiar dibujo y pintura. Le parecía demasiado lento el proceso de captar la realidad con el carboncillo y los óleos.

''La lentitud de la copia de una naturaleza muerta me hizo sentir la urgencia de encontrar algo que fuera más rápido, pero pasó tiempo antes de que intentara yo la fotografía'', recordaba el artista.

En su infancia ya había presenciado cómo se efectuaban los revelados de placas fotográficas en casa de un aficionado que vivía en la vecindad, aunque su primera influencia importante en el universo de las imágenes la tuvo en 1923 cuando conoció al fotógrafo alemán Hugo Brehme, quien lo motivó para comprar su primera cámara.

En 1925 obtuvo su primer premio en un concurso local en Oaxaca. Iniciaba, pues, la historia de uno de los grandes fotógrafos de México y del mundo. En el mismo año, contrajo matrimonio con Lola Martínez de Anda, quien años más tarde asumió la misma profesión.

En 1927 Manuel conoció a Tina Modotti, quien entusiasmada con el trabajo de él envió las imágenes a Edward Weston para una exposición que preparaba. Las fotos llegaron tarde, pero Weston respondió felicitando al autor por el trabajo.

Al irse de México la célebre artista, el todavía joven Alvarez Bravo tomó su puesto como fotógrafo de murales. Por entonces, su trabajo empezó a difundirse en la revista Mexican Folkways, dedicada justamente a mover la propuesta del muralismo.

En el silencio que, como dice Sabines, se hace la luz dentro del ojo, Alvarez Bravo realizó su cometido visual: plasmar la cultura e identidad mexicanas, con una visión que va más allá de una simple documentación, adentrándose con gran imaginación en la vida urbana y la de los pueblos, los campos, la religión, el paisaje y las tradiciones.

Lo mismo dio cuenta del trabajo de Diego Rivera y José Clemente Orozco, que fue el fotógrafo de la cinta Que viva México, de Sergei Eisenstein.

Sobre el periodo escribe John Mraz en su artículo titulado ''Ironizar a México'', difundido por el magazine de zonezero.com: "Cuando Álvarez Bravo empezó a fotografiar la efervescencia cultural de la pos Revolución había desencadenado una búsqueda de identidad nacional, y la ardiente cuestión para los fotógrafos fue qué hacer con el exotismo intrínsico del país. Influido quizá por su relación con Weston y Modotti, Alvarez Bravo fue el primer fotógrafo mexicano en adoptar una postura militante de antipintoresquismo. Recibió reconocimiento internacional por su obra que llegó a la cumbre de su creatividad entre los años veinte y cincuenta, periodo en el cual desarrolló una compleja manera de representar a su país".

Fue en los cuarenta cuando según los críticos se consolida la madurez artística de Alvarez Bravo, mediante recursos tales como la yuxtaposición, el aislamiento de detalles y el ordenamiento con rigor geométrico. Ello dio como resultado el manejo simultáneo de lo familiar y lo inesperado, generando una ambigüedad que invita al espectador a ver con nuevos ojos las cosas cotidianas y a construir su propio significado.

Sin buscarlo, Alvarez Bravo se vio recompensado cuando en 1971 el Museo de Arte Moderno de Nueva York lo lanzó definitivamente al reconocimiento mundial del cual se harían eco recintos como el George Eastman House o el Pasadena Art Museum. Para 1975, México le concedió el Premio Nacional de Arte, apenas un año después de que el fotógrafo obtuviera el Sourasky Art Price.

También recibiría después la condecoración oficial de la Ordre des Arts et Lettres (Francia, 1981), el Premio Víctor Hasselblad (Suecia, 1984) y el Master of Photography del ICP (Nueva York, 1987).

Museo de calidad mundial

En 1980, Emilio Azcárraga Milmo -entonces presidente del consejo directivo de la Fundación Cultural Televisa- y el productor y coleccionista de arte Jacques Gelman se propusieron crear un museo de fotografía para México. Gelman sugirió que fuera Alvarez Bravo el encargado de formar la colección base para el proyecto. Así, la Fundación Cultural Televisa apoyó el viaje de Don Manuel por Estados Unidos y Europa, con la finalidad de que visitara galerías, museos, coleccionistas y autores, y adquirir, gracias a los cheques en dólares que llevaba, las obras que a su consideración resultaran relevantes para incorporarlas a un Museo de Fotografía Mexicano.

Este trabajo, sueño ideal de cualquier apasionado de la fotografía, brindó a Manuel Álvarez Bravo la posibilidad de desarrollar su pasión, de conocer más fotógrafos, de contemplar con sus propios ojos la obra de los grandes artistas de la historia de la fotografía y, lo más valioso, adquirirla para traerla a México y hacer una colección de calidad internacional.

Luego de la serie de viajes, consultas e indagaciones -a veces detectivescamente-, llegaron a México imágenes logradas por personajes fundamentales en la historia de la fotografía. Obras originales de todo tipo de artistas realizadas a lo largo de 140 años.

Por ejemplo, adquirió obra de los pioneros William Henry Fox Talbot, Hippolyte Bayard y Sabatier-Blot -asistente del gran Louis-Jacques-Mandé Daguerre-; correspondencia de Nicéphore Niépce con Daguerre; originales de Julia Margarethe Cameron; daguerrotipos anónimos de los cincuenta; estereoscópicas de los sesenta; calotipos, ambrotipos, albúminas y demás piezas de mediados del siglo XIX.

Sin embargo, Manuel decidió, en 1986, dedicarse al desarrollo de su trabajo artístico y se retiró del proyecto, que quedó inconcluso.

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