Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de octubre de 2002
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Política

Guillermo Almeyra

Argentina: el voto pasivo de la ultra

Luis Zamora, diputado en funciones, dirigente de un partido, ex trotskista que había propuesto formar un frente común social alternativo para enfrentar al imperialismo y a los candidatos presidenciales pro capitalistas y de derecha, y constituir ese frente y esa candidatura electoral anticapitalistas en la lucha por una asamblea constituyente popular autorganizada, acaba de tirar todo eso a la basura y de proclamar la abstención electoral y basta. O sea, el diputado, que sigue cobrando como diputado, sostiene la inutilidad de elegir otros diputados que no sean bandidos; el líder de un partido, con actuación electoral, sostiene la inutilidad de las instituciones, entre las cuales figuran los partidos, y del Congreso, donde su partido tiene representación, y deja el monopolio de la política institucional y de las instituciones a la derecha, la extrema derecha y los agentes del imperialismo, a los que critica verbalmente, pero no en la acción. Y el político que cree que la política es sólo la institucional (y por eso la repudia y se niega a ensuciarse en ella, reforzando con su abstención a los que tienen el gobierno, la policía y la justicia, haciendo así la peor de las políticas, la del "me borro", luego consiento) abandona incluso el intento verbal de hacer realmente política, desarrollando elementos de poder en la autorganización social, mediante la creación por doquier de grupos de autogestión que desemboquen en una asamblea constituyente autoconvocada.

Este salto mortal lo realiza el ex marxista-leninista, adorador del partido, en nombre de dos cosas erróneas: 1) que los partidos son nocivos y la política una porquería y 2) que el poder "no se toma" ni conquista, pues basta con cambiar -antes que nada- las cabezas y derribar en ellas el poder actual, que es burgués. Esa es la lección que Zamora aprendió, según él, de los zapatistas, por medio del libro de John Holloway, profeta del EZLN. Pero eso es falso: hay partidos y partidos; un movimiento pluralista con un programa común y sin burocracia ni dirección inamovible es también "un partido", una corriente de ideas, como lo es el Movimiento de los Sin Tierra brasileño. Y la política no es sólo la institucional: es también la que hacen los piqueteros y las asambleas populares en Argentina o los ejidatarios de Atenco. Y, además, si no se actúa para cambiar las relaciones de fuerza en las que la burguesía sigue matando campesinos o jóvenes desocupados porque controla la policía y las fuerzas armadas. ƑCómo se puede cambiar las cabezas, educar a las mayorías, organizarlas? ƑCon el silencio y la abstención? ƑSi el EZLN se levantó en armas y creó regiones autónomas, le apostó sólo a la pasividad y al silencio ante los grandes problemas? ƑCómo cambiar las cabezas y sacar de ellas el poder de dominación capitalista sin pronunciarse cada día ante las grandes cuestiones, disputando la hegemonía cultural, develando el mundo real a las mayorías explotadas, oprimidas y dominadas, explicando, educando? ƑCómo no utilizar las elecciones como si fueran un cajón de Coca-cola, para hablar desde allí y hacerse oír más lejos, criticando incluso, por supuesto, a la Coca-cola? El supuesto purismo de esa ultra que teme ensuciarse en el pantano electoral va unido al peor electoralismo, al pasivo, al de quien decreta, no pudiendo alcanzarlas, que "las uvas están verdes".

Esto no quiere decir que siempre hay que participar en elecciones por fraudulentas que sean. Hay que hacerlo, si permiten llegar a otros sectores que los que uno organiza. Pero, sobre todo, si no se puede oponer a ellas nada mejor: una huelga general, una abstención revolucionaria que vaya unida a la autorganización masiva en todo el país, el recurso a las armas o lo que la situación permita. La disyuntiva no es elecciones o no elecciones: es cuáles elecciones, y para qué. O sea, que es posible una intervención electoral, sin esperanzas de ganar, para organizar, desarrollar las bases existentes del doble poder, difundir un programa alternativo, preparar para el fracaso inevitable de quienes "ganen" con 20 por ciento del electorado unas elecciones en las que 80 por ciento no tiene participación ni alternativa.

En Argentina no hay memoria histórica: después del golpe de 1930, que tumbó a Hipólito Yrigoyen, la Unión Cívica Radical, el partido popular en ese entonces, decidió abstenerse en las elecciones presidenciales. El resultado fue una serie de gobiernos conservadores y pro imperialistas en el periodo que se conoce como la década infame. Algunos militares jóvenes radicales (Pomar, primero; Cattaneo, después) intentaron putschs, sin éxito, y los jóvenes yrigoyenistas, nacionalistas y antimperialistas, como Scalabrini Ortiz, borrada del mapa con la abstención la UCR, quedaron reducidos a golpear la puerta de los cuarteles. El resultado fue Perón, en cuya herencia se basan tanto Carlos Menem, el hombre de Washington y del capital financiero internacional, como el fascista Adolfo Rodríguez Sáa. La abstención refuerza en lo inmediato a quienes detentan el poder y el gobierno y, a largo plazo, cierra el camino a una vía propia para los trabajadores y lo abre para un Salvador.

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