Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 19 de octubre de 2002
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Cultura

Philippe Faure /I

Leer en Francia

Con el Tour de France, el torneo de Roland-Garros, los festivales de Cannes y de Avignon, la Fiesta de la Música y un sinfín de manifestaciones multitudinarias situadas por lo general entre la Semana Santa y el 15 de agosto -esto es, entre la renovación de la primavera y las primeras tormentas-, Francia vive al ritmo de una serie de sucesos que han venido adquiriendo con el paso de los años un carácter ritual. Al otoño le corresponden la vendimia y otra cosecha, literaria ésta, que se celebra con los grandes premios literarios: Goncourt, Renaudot, Médicis, Femina y otros.

Se calcula que para la presente temporada se publicarán 700 novelas francesas y extranjeras que aspiran todas a los mayores honores. Esto ilustra la importancia de la producción escrita en Francia, donde se publican anualmente 40 mil títulos entre novedades y rediciones, y se venden 350 millones de ejemplares. Tal avalancha de obras indica que muchos son los que quieren escribir y ser publicados; pero contados los autores que viven de sus escritos. Serían unos mil 700 según las estadísticas, cifra probablemente optimista cuando se sabe que entre las 700 novelas arriba mencionadas, sólo unas 10 serán éxitos comerciales.

En Francia el tiraje promedio por título es de aproximadamente 8 mil ejemplares, lo que significa que los más vendidos rebasan los cien mil ejemplares, y aunque no se puede comparar las realidades ni las prácticas culturales en ambos países, vale la pena precisar que un libro que se vende bien en México lo compran entre 3 mil y 4 mil personas.

Las señales más visibles que atestiguan la buena salud de la industria del libro en Francia son los numerosos actos que se dan a lo largo y ancho del país, entre los cuales se pueden mencionar los festivales de Angouleme, dedicado al comic; el de Cognac, especializado en la literatura policiaca; el de Saint Malo que celebra los Etonnants Voyageurs, y los grandes salones, como el del Libro para la Juventud, en Montreuil, y el muy parisino Salón del Libro, creado en 1981, en el que más de mil 200 editores ofrecen toda la gama de sus producciones.

La manifestación más popular y concurrida es probablemente Lire en fete -acto perenne conocido anteriormente como ''El tiempo de los libros'' y ''El furor de leer"- que vuelve cada octubre proponiendo al público encuentros con los escritores, talleres de escritura y promocionando los oficios relacionados con la fabricación, la difusión y la conservación del libro.

Miles de iniciativas nacionales y locales florecen en el marco de esta campaña. Durante tres días, escritores, librerías, bibliotecas, editoriales, compañías de teatro, hospitales, cárceles, municipios y asociaciones civiles se movilizan, y el público con ellos, para compartir la pasión por la palabra escrita y el placer de la lectura.

El éxito de esas grandes manifestaciones se debe en primer lugar a la riqueza de la red de las bibliotecas públicas, empezando por los faros parisinos que son el Centro Georges Pompidou, mejor conocido como ''Beaubourg" y la Bibliotèque Nationale de France, en forma de libro abierto, en la que 22 millones de volúmenes, periódicos y revistas encierran (casi) toda la memoria del mundo. Un concepto moderno ha presidido la creación de esta gran biblioteca abierta al público que la visita tanto física como electrónicamente, ya que el fondo digitalizado, uno de los más avanzados en el mundo, tiene actualmente cien mil volúmenes y 250 mil fotografías.

Otra red que irriga el territorio es la de las 3 mil bibliotecas municipales y departamentales en las que cada año más de 150 millones de impresos circulan en préstamo. Esa red cuenta con 21 mil puntos de atención al público, entre los cuales están los ambulantes ''bibliobuses", que satisfacen la sed de lectura de las personas aisladas.

La otra cara de la moneda es que la gran oferta en préstamo y consulta vía Internet debilita a los escritores relativamente en sus derechos de autor a tal punto que en 1999 muchos profesionales de la edición y autores sugirieron que se gravara a las bibliotecas con un impuesto a repartir entre los escritores, argüyendo que el código de la propiedad intelectual autoriza la copia o reproducción reservándolas exclusivamente al uso privado del ''copista", excluyendo cualquier uso colectivo, así fuera educativo. Pero el ministerio no consideró la petición y la verdad es que la mayor parte de los autores sigue defendiendo el principio del acceso gratuito a la lectura.

 

El autor es embajador de Francia en México

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