Robert Fisk
Los aliados de EU, en la mira
ƑPor qué?
Los crímenes contra la humanidad cometidos el sábado en la isla indonesia de Bali generaron una reacción casi idéntica a la que provocaron las atrocidades del 11 de septiembre: todos querían saber quién colocó las bombas -casi seguramente una organización satélite de Al Qaeda- y cómo los asesinos planearon la matanza. Pero nadie -ni el primer ministro australiano, John Howard, ni el británico Tony Blair, ni el canciller del Reino Unido, Jack Straw- tenía interés por hablar de los motivos.
"Terrorismo" era la palabra clave (acertada, a no dudarlo) que servía para desechar cualquier discusión sobre las causas del crimen.
La mayoría de las víctimas fueron australianos, y los asesinos sabían bien que así sería. ƑPor qué eligieron a los australianos como blanco? ƑY quién vendrá después? John Howard ha estado entre los más ardientes partidarios de George Bush. Australia se unió a la "guerra al terrorismo" dentro de las 24 horas siguientes a los ataques del año pasado en Nueva York y Washington, pero es más pertinente aún recordar la contribución australiana a la aventura estadunidense en Afganistán. Las fuerzas especiales de ese país oceánico han estado operando junto con las de Estados Unidos en las montañas afganas en contra de Al Qaeda. Es bastante lógico suponer que el acto salvaje del sábado fue una represalia de la organización.
Los franceses pagaron ya el precio de su apoyo inicial a Bush: la matanza de 11 técnicos submarinos franceses en Karachi fue seguida por el atentado suicida al petrolero Limburg, frente a la costa de Yemen.
Ahora, al parecer, le llegó el turno a Australia. Si el grupo que preparó las tres bombas en Bali es uno de los movimientos "islamistas" de la órbita de Al Qaeda, la elección del blanco resulta familiar: un centro nocturno, lugar que en la mente de los puristas musulmanes está ligado con sexo, alcohol e inmoralidad, un objetivo igual a los que han elegido los atacantes suicidas palestinos en Israel.
Si bien millones de musulmanes han repudiado la matanza de Bali, pocos aprueban las discotecas y los centros nocturnos. Puede emplearse la clásica insinuación moralista: sí, la matanza fue terrible, pero... o al menos eso es lo que los asesinos esperan.
La tierra firme australiana habría sido un blanco mucho más difícil para Al Qaeda. En cambio, una isla en un verdadero mar de musulmanes -un lugar que ejerce poderosa atracción sobre los australianos- resultaba mucho más fácil. Las víctimas eran en su mayoría jóvenes, hombres y mujeres del todo inocentes, tanto como los miles que perecieron en el World Trade Center. En esta guerra los civiles no tienen cuartel, ya sean corredores de bolsa en Nueva York, familias afganas o australianos en luna de miel. Incluso los cálculos más conservadores indicarían que la matanza del sábado eleva muy por encima de los 6 mil la cifra de inocentes muertos del 11 de septiembre en adelante.
ƑQuién, pues, sigue ahora? ƑCuándo le llegará el turno a Gran Bretaña? ƑDónde corren mayor riesgo los británicos? Por desgracia están repartidos por todo el globo en embajadas, de vacaciones, en todas las aerolíneas -muchos en las tripulaciones- y en todas las ramas del comercio y la industria. Nuestro apoyo a Estados Unidos -en una alianza mucho más cercana que el apoyo inicial de Francia- hace que el Reino Unido sea el candidato más propenso a recibir un ataque después de Estados Unidos. Luego están naciones más pequeñas y vulnerables que han dado asistencia silenciosa al Ejército estadunidense: Bélgica, que alberga el cuartel general de la OTAN: Canadá, cuyas fuerzas especiales operan con las del Pentágono en Afganistán; Irlanda, que permite que aviones estadunidenses aterricen y se abastezcan de combustible en Shannon, como fue el caso de 51 aviones de combate sólo en los dos meses anteriores a los bombardeos del año pasado contra Afganistán.
Bali sólo pone de relieve lo que debimos haber aprendido el año pasado: que la inocencia individual ya no nos protege, y que, lo sepamos o no, vivimos en una nueva era de terror.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya