Aun cuando las cifras oficiales señalan que ha
habido un incremento importante en la participación del sexo
femenino en la matrícula de las universidades del país,
al pasar de 30 por ciento en 1980 a 48 por ciento el año pasado,
estos datos esconden una realidad: no ha cambiado la percepción
en cuanto a lo que las mujeres deben estudiar, a lo que es socialmente
aceptado y a lo que tienen que ser sus espacios laborales cuando hayan
terminado su formación académica y se incorporen al mercado
de trabajo.
Las mujeres siguen estudiando profesiones en las que
asumirán roles de cuidadoras de los demás, ya sea en materia
de salud o educación, y las incluidas en las ciencias sociales
y administrativas; sin embargo, todavía hay áreas que
prácticamente continúan siendo territorios vedados para
ellas, como las ingenierías o las ciencias naturales y exactas,
las áreas en las que se requiere investigación científica
y tecnológica, así como el desarrollo experimental.
En un análisis de la Asociación Nacional
de Universidades e Instituciones de Enseñanza Superior (ANUIES)
se señala que el crecimiento de la participación femenina
"es consecuencia de los cambios en la situación económica
del país que, entre otros aspectos, ha abierto oportunidades
para una mayor incorporación de la mujer en las actividades productivas,
administrativas, docentes y de investigación".
El ritmo de crecimiento en la matricula femenina es
en promedio de uno por ciento anualmente desde 1980, y desde ese año
hasta el 2001, el número de integrantes del sexo femenino que
cursan una carrera universitaria se ha triplicado. En 1991 menos de
8 mujeres por cada 10 varones se encontraban cursando educación
superior, y para 1997 la relación era casi de uno a uno, según
el Consejo Nacional de Población (Conapo).
En 1980, la población femenina en licenciatura
ascendía a 217 mil 872 personas, de una matrícula de 731
mil 143 alumnos, lo que significa que representaba 29.79 por ciento;
para el 2000, sumaba 748 mil 307, de un millón 585 mil 489 inscritos
en ese nivel de enseñanza; es decir, 47.19 por ciento. El año
pasado, de un total de un millón 660 mil 973 que conformaban
la matrícula, 793 mil 393 eran mujeres (47.76 por ciento).
Aunque estas cifras evidencian que si bien efectivamente
las mujeres han ganado espacios educativos, lo que se explica por las
propias circunstancias económicas del país, que han obligado
a que se incorporen al mercado de trabajo en condiciones de mayor capacitación,
la realidad es que la mitad de quienes cursan una licenciatura están
inscritas en carreras en las que repetirán los roles que siempre
han desempeñado: ser cuidadoras de otros, que la sociedad considera
idóneas para ellas.
No sólo eso, también forman parte de la
matrícula de las 20 carreras que -indica la ANUIES- son las más
pobladas en todo el sistema educativo nacional, como Derecho, Administración,
Contaduría Pública, Médico Cirujano, Informática,
Psicología, Ciencias de la Comunicación, Diseño,
Cirujano Dentista, Mercadotecnia, Economía y Pedagogía,
entre otras, lo que determinará las condiciones en las que se
incorporarán al mercado de trabajo, una mayor competencia laboral
y los salarios que percibirán.
El punto de partida de esta situación -explica
la doctora María Luisa González Marín, del Instituto
de Investigaciones Económicas de la UNAM- es la discriminación
de género: el no reconocimiento social al trabajo de las mujeres
y la consideración de que un trabajo feminizado tiene menor prestigio.
"La sociedad considera que si ellas hacen pueden
ser enfermeras o maestras, cualquiera lo puede hacer, y esto lleva a
una subvaluación social que no es real porque el trabajo en estas
áreas, como el que realizan las psicólogas, pediatras
o ginecólogas, es tan importante como el que hace un neurocirujano
o un urólogo", señala la autora del libro Los mercados
del trabajo femenino.
Las ingenierías, espacios vedados
Existe -continúa la especialista en empleo femenino-
una cultura social que destina a las mujeres a determinado tipo de actividades
profesionales, sobre todo por dos factores: uno es que en algunas de
estas profesiones es más fácil combinar la actividad laboral
con el estudio cuando se es estudiante o con el hogar, cuando ya se
es casada; y el otro, es que los centros de trabajo son oficinas o empresas,
y no hay que ir al campo o tener jornadas u horarios como los que demandan
los laboratorios donde se hace la investigación científica.
González Marín reconoce que ha habido
avances en la población femenina que estudia licenciaturas vinculadas
con las ciencias exactas, pero subraya que siguen prevaleciendo los
prejuicios hacia ciertas carreras consideradas para hombres. Hay que
afrontar el rechazo de los mismos compañeros de clase y el machismo,
precisa la investigadora de la UNAM.
Así, aún sigue siendo una minoría la que opta por
las ingenierías o por profesiones relacionadas con la investigación
científica, la tecnología o el desarrollo experimental,
que son territorios casi hostiles para las mujeres.
Algunas ingenierías que aparecen entre las 20
carreras más pobladas en el 2001, según la ANUIES, son
las que tienen la menor demanda femenina. Por ejemplo, en Ingeniería
Mecánica sólo 6.4 por ciento de los inscritos son alumnas;
en Ingeniería Electrónica, sólo 11.37 por ciento,
y en Ingeniería Civil, únicamente 12.03 por ciento.
En otras ingenierías como Agronomía -que
de por sí tienen una escasa demanda-, por cada 10 personas que
se inscribieron el año pasado, dos son mujeres (22.8 por ciento):
en Forestal, 24.4 del total es del sexo femenino; en Agrícola,
25 por ciento; en Agronomía en Horticultura, 16.8 por ciento;
en Aeronáutica, 8.3 por ciento; en Geografía, 15 por ciento
y en Geodesia, 11.1 por ciento.
Laura tiene 19 años y estudia ingeniería
mecánica en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Es casi una excepción en una matrícula de primer
ingreso que incluyó el año pasado a sólo 410 mujeres
contra 6 mil 9 hombres en todas las instituciones educativas del país;
es decir, únicamente 6.8 por ciento.
Pese a la oposición familiar, a Laura siempre
le gustó la mecánica. "Mis papás y hermanos
me criticaban, e incluso mis compañeros en la facultad piensan
que no la voy a hacer, y me dicen que escogí una profesión
de hombres y que será difícil encontrar trabajo, pero
aquí estoy", dice convencida de un futuro que parece incierto.
"He tenido que aguantar las preguntas insistentes
de mis amigas que no acaban de comprender por qué me gusta la
ingeniería mecánica, y las burlas de mis compañeros
que no me toman en serio", expresa esta joven que no se desanima
y está entre los alumnos más aplicados de su grupo.
Junto con las ingenierías, existen otras profesiones
en las cuales las mujeres son minoría: en Ecología Marina,
la población femenina de primer ingreso el año pasado
fue de 23.7 por ciento; en Física, 28 por ciento; en Geología,
23 por ciento; en Acuacultura, 21 por ciento; y en Matemáticas,
39.7 por ciento, según el informe Concentración Nacional
de la Población Escolar por Areas de Estudio y Carreras 2001,
elaborado por la ANUIES.
La feminización de las profesiones
De acuerdo con la Asociación Nacional de Universidades
e Instituciones de Enseñanza Superior (ANUIES), el año
pasado ingresaron a las carreras incluidas dentro del área de
Ciencias de la Salud, 23 mil 50 mujeres contra 13 mil 829 hombres, lo
que significa que 59.99 por ciento de la población de licenciaturas
como Medicina, Odontología, Enfermería y Optometría
es femenina.
No obstante, si se desglosa profesión por profesión,
la feminización de estas carreras es contundente. A Enfermería
se inscribieron el año pasado, en todo el sistema educativo nacional,
tres mil 761 mujeres, por 585 hombres; en Odontología la matrícula
de primer ingreso en el 2001 estuvo compuesta en casi el doble por ellas:
cinco mil 285 contra dos mil 880.
Mientras, en Medicina la situación es casi pareja.
En el 2001, de acuerdo con un informe de la ANUIES, cinco mil 337 preparatorianas
optaron por esa profesión, contra cinco mil 37 hombres.
En otras profesiones incluidas dentro del área
de las Ciencias Sociales y Administrativas, también existe una
franca feminización: Administración de Empresas registró
el año pasado un ingreso de siete mil 389 mujeres contra seis
mil 943 hombres a nivel nacional; en Trabajo Social, ellas son una abrumadora
mayoría: dos mil 967 contra 252, según la ANUIES.
En la misma área, el año pasado ingresaron
a Contaduría Pública en todo el sistema educativo nacional,
16 mil 259 mujeres contra 11 mil 642 hombres; en Psicología,
por cada cuatro del sexo femenino hay uno del masculino (12 mil 166
contra tres mil 403), mientras que en Turismo, dos mil 912 contra mil
212.
"Es incuestionable -expresa González Marín-
que a medida que se feminizan las profesiones pierden su valor social
y son consideradas de segunda; no es lo mismo para la sociedad estudiar
Físico matemático que Contaduría, ya que en esta
última hay más mujeres. Es decir, cuando entran las mujeres
a una licenciatura, ésta pierde prestigio y eso se refleja en
el salario, que es la culminación de todo esto, pero detrás
hay un proceso que llevó a ello, que es la pérdida del
prestigio social de la carrera por su feminización".
Sobre la cuestión salarial, los datos del XII
Censo General de Población y Vivienda 2000 son muy ilustrativos,
ya que muestran que además de que hay casi el doble de hombres
profesionistas ocupados, son pocos los que perciben salarios bajos y
mucho más los que obtienen ingresos por arriba de los 10 salarios
mínimos en comparación con ellas (casi cinco por una).
De las 471 mil 625 profesionistas ocupadas, 21.9 por
ciento (103 mil 293) no recibe ingresos o percibe menos de tres salarios
mínimos mensuales, contra sólo 12.8 por ciento de hombres
(103 mil 735, de un total de 807 mil 716) en esa situación.
En cambio, de acuerdo con el Censo elaborado por el
INEGI, las cifras comienzan a dispararse a partir del rango que va de
los tres a los cinco salarios mínimos, donde hay 139 mil 216
mujeres contra 147 mil 951 hombres. Los números se duplican al
pasar al nivel de más de cinco hasta 10 salarios mínimos,
donde la comparación es de 146 mil 759 de ellas por 302 mil 731;
y, casi se quintuplican en el rango de más de 10 salarios mínimos
mensuales, en el que hay 48 mil 645 por 211 mil 885, respectivamente;
es decir, una por casi cada cinco.
Otro problema que afrontan las mujeres -los hombres
también pero en menor medida- es el empleo informal. "Son
muchas quienes, estando altamente calificadas, están como free
lance, lo que también incide en su salario. Abundan las contadoras
que fueron despedidas de una empresa y tienen que trabajar por su cuenta
llevando la contabilidad de varios clientes; las diseñadoras
gráficas, las sociólogas que son contratadas por periodos
para hacer encuestas; las actuarias que hacen proyectos y cálculos
desde su hogar, o las escritoras que trabajan para varias editoriales",
dice González Marín.
De ahí que aunque las cifras mencionadas en materia
de acceso a la enseñanza superior sugieren que la brecha entre
ambos sexos se ha reducido significativamente en los últimos
años, la cuestión salarial y las condiciones laborales
no han mejorado.
Sobre el aspecto educativo, el Consejo Nacional de Población
(Conapo) señala en un estudio que "persisten múltiples
barreras y obstáculos que es preciso remover y superar para garantizar
la igualdad de oportunidades educativas para hombres y mujeres... es
necesario continuar promoviendo una educación libre de prejuicios
sexistas que en sus contenidos, textos, materiales y métodos
pedagógicos transmita y refuerce valores, actitudes e imágenes
de equidad entre los sexos y contribuya a fortalecer la autonomía
de la mujer, su autoestima y capacidad de decisión".
Si bien las mujeres se están incorporando
en mayor número al sistema de enseñanza superior, no hay
un cambio de mentalidad en cuanto a la situación y los espacios
laborales que deberían ocupar, y que aun faltan muchos umbrales
por franquear.