Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 5 de octubre de 2002
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Economía

Enrique Calderón A

Reflexiones en torno a una carretera y la soberanía de México

Un par de semanas atrás tuve oportunidad de visitar Veracruz. El viaje lo hice en automóvil y decidí regresar por Jalapa. La experiencia resultó frustrante por la cantidad de hoyos y el nulo mantenimiento que evidentemente se aplica a la carretera; más de dos horas y media para una distancia ligeramente mayor de cien kilómetros. Del enojo inicial pasé al asombro. ƑCómo es posible que el puerto más importante del país esté comunicado con la capital de su estado en forma tan deplorable?

Al comentar la experiencia con otras personas, el enojo y el asombro se tornaron en preocupación: prácticamente todas las carreteras del país, con excepción de las autopistas y los ejes carreteros que nos conectan con Estados Unidos están en las mismas condiciones.

Buscando respuesta a este enigma de las carreteras, me encontré con un dato curioso. Resulta que en poco más de dos sexenios el monto anual de las inversiones públicas en ese sector se han reducido de 15 a 1.4 por ciento del producto interno bruto, política que ha llevado al país a dejar de construir carreteras, presas, plantas eléctricas, hospitales y en fin, todo lo que el país necesita, de hecho la reducción se ha dado igualmente en los gastos de mantenimiento de la infraestructura existente ƑA qué se debe todo esto? La respuesta obvia e inmediata es "a que no hay dinero". Si queremos rascar un poco más, seguramente se nos dirá que una buena parte del dinero del país se va a pagar la deuda externa, y también en pagarle a los banqueros lo que supuestamente se les debe (lo de Fobaproa e IPAB, que aprobaron los miembros del Congreso anterior).

Sin embargo, eso no es todo, existe otra razón de peso: no hay inversión pública porque en buena medida no se quiere que la haya. Pareciera cosa de locos pero así es: todos sabemos que el Banco de México retira de circulación cada día 200 millones de pesos (400 millones desde la semana pasada) supuestamente para controlar la inflación. Nada más que 200 millones diarios hacen 2000 millones en 10 días y 73 mil millones de pesos en un año. Este guardadito nos asegura que estemos a salvo de la inflación. Si ese dinero fuese invertido en electricidad, en carreteras o en escuelas habría inflación y eso no lo debemos permitir. (Así piensa el gobierno).

La posición de las autoridades hacendarias es tan absurda que los excedentes de más de 2 mil millones de dólares que obtuvo la Comisión Federal de Electricidad tan sólo el año pasado, los tiene congelados la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en lugar de permitir su utilización en la construcción de infraestructura, porque su uso, dicen, dañaría severamente la economía. Algo similar sucede con los ingresos petroleros cuando el precio del crudo se incrementa.

Las preguntas que surgen de inmediato son muchas y llaman a la reflexión ƑSólo los recursos que provienen del extranjero pueden ser aplicados en las inversiones que la industria eléctrica requiere, sin que ello genere inflación? ƑPor qué es bueno tener el dinero guardado, cuando el país tiene tantas carencias? ƑNo deberían ser utilizados esos recursos para revitalizar la economía y generar empleos? ƑSi se prefiere tenerlos guardados, no sería mejor utilizarlos al menos para pagar la deuda externa y reducir los intereses?

La respuesta a todas estas preguntas es sólo una: se hace lo que se hace, porque se trata de órdenes del Fondo Monetario Internacional que debemos cumplir, para evitar su enojo.

La pérdida de soberanía a la que nos han llevado las decisiones de los pasados gobiernos es siempre justificada en términos de que eso es lo que el país necesita y lo que le conviene, sin dar oportunidad de discutir otras opciones. En ello no estamos solos, la historia es la misma en Brasil, en Argentina, en Chile o en Colombia. ƑCuánto tiempo más tendremos que seguir así? ƑHasta dónde podemos llegar?

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