REPORTAJE /IDENTIDAD
Y NACION, EL EJEMPLO CUBANO
La defensa del patrimonio cultural, un mentís
a las privatizaciones
Preservar o comercializar, gran dilema de los países
pobres
La cruzada restauradora de Eusebio Leal Spengler comenzó
en 1967, al ser nombrado director del Museo de la Ciudad de La Habana.
Desde entonces tomó conciencia de la importancia del patrimonio
arquitectónico e histórico y del riesgo en que se encontraba
ARTURO GARCIA HERNANDEZ ENVIADO
La Habana. El embeleso que causa La Habana en propios
y extraños proviene en buena medida de su bizarría arquitectónica
y de la manera en que ésta se acomoda sobre un área geográfica
privilegiada. El triunfo de la Revolución (1959) la preservó
de alteraciones, de la contaminación visual y de la tiranía
del automóvil. Se convirtió en singular fenómeno urbanístico
del siglo XX. Sin embargo, el bloqueo económico y la precariedad
ocasionaron un gradual y preocupante deterioro, sobre todo del casco antiguo,
mejor conocido como La Habana Vieja. Son de tal magnitud los daños
que llegó a temerse la pérdida irreparable de decenas de
edificios y monumentos de enorme valor arquitectónico e histórico.
Actualmente la amenaza parece conjurarse. Poco a poco
-acaso con demasiada lentitud, en opinión de algunos- el conjunto
arquitectónico donde se ayuntan en deslumbrante eclecticismo distintos
estilos (marcadamente el gótico, el barroco y el neoclásico)
ha empezado a recuperar su antiguo esplendor. De 1993 a la fecha, de un
total de 900 edificios y monumentos deteriorados e, incluso, en peligro
de derrumbe, 200 han sido exitosamente intervenidos. Palacios, mansiones,
iglesias, escuelas, hospitales, plazas, andadores, hoteles, edificios de
apartamentos, totalmente remozados, conforman parte del nuevo rostro de
la ciudad. Los ojos y el asombro no alcanzan para tanto prodigio renovado
o redescubierto: un balcón, una cornisa, una marquesina, un dintel,
un portal, una fuente o decenas de columnas de todo tipo; las proverbiales
y omnipresentes columnas que le dan su carácter distintivo a la
ciudad.
Batalla contra la indiferencia
Atrás
de esta obra inmensa, casi utópica, ha estado el esfuerzo incansable,
la tenacidad y el amor de un hombre por su ciudad y su cultura: Eusebio
Leal Spengler, actual historiador de la ciudad de La Habana. Reconocido
mundialmente como un autoridad en la materia, sus logros hoy son ejemplo
y motivo de estudio dentro y fuera de Cuba.
Pero no siempre fue así: ''Durante mucho tiempo
fue un trabajo callado y solitario. No todo el mundo comprendió
todo siempre. Tuvimos noches tristes, momentos de desaliento. Me decían
'estás loco, eso no se puede'. Fueron grandes peleas, rabiosas peleas".
La cruzada restauradora de Eusebio Leal comenzó
en 1967, al ser nombrado director del Museo de la Ciudad de La Habana,
con sede en el Palacio de los Capitanes Generales. Este señorial
edificio fue su primer trabajo de rescate. Desde entonces tomó conciencia
de la importancia del patrimonio arquitectónico e histórico
habanero y del riesgo en que se encontraba. Ha sido una batalla contra
el tiempo, contra la indiferencia, contra el escepticismo, contra las inercias
burocráticas, contra la falta de recursos, contra los vaivenes de
la política y contra los siniestros naturales.
Los trabajos en el Palacio de los Capitanes Generales
se prolongaron once años. En 1981 La Habana fue declarada monumento
nacional de la República y un año después la UNESCO
le otorgó el estatus de patrimonio de la humanidad: "A partir de
entonces desarrollamos un esquema convencional de restauración.
Era una lucha puntual, muy concreta: salvemos ese balcón, salvemos
ese convento, salvemos esa iglesia".
Ese esquema de trabajo se extendió hasta 1993,
cuando se creó la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana,
de la cual es titular desde entonces. Era el momento más apremiante
del llamado periodo especial: "Con la crisis económica, el derrumbe
de la URSS, la pérdida de los mercados más importantes para
Cuba y su repercusión dramática en la vida del pueblo, surgió
la necesidad de instrumentar una variante original, creativa, salvadora,
de urbanización".
No todo era poner piedra sobre piedra o resanar y pintar.
Eusebio Leal no quería que La Habana fuera una ciudad museo, una
ciudad preservada pero muerta: "A esas alturas habíamos llegado
a la convicción de que a nuestro discurso de preservación
de la ciudad histórica le faltaba integrar a la gente. Que la restauración
no significara destierro de sus actuales pobladores ni el regreso de quienes
otrora la abandonaron. No es un trabajo elitista ni alejado de la realidad
sino que choca continuamente con ella. Evolucionamos del sistema tradicional
y de formas convencionales de trabajo a un proyecto de restauración
polivalente, múltiple. Vimos el tan debatido tema de la utilización
de edificios históricos para fines contemporáneos. Regresar
a la esencia de las cosas ha sido un poco nuestro discurso".
Maestro en ciencias arqueológicas y catedrático
de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, Leal Spengler
sostiene que para una revolución social como la cubana, ''la conservación
de la memoria histórica es fundamental, no hay futuro sin pasado.
De ahí la idea de preservar y conservar para las futuras generaciones
los valores de la cultura tangible e intangible. Es decir, no solamente
un legado de piedras y de monumentos y de obras de arte, sino un legado
de espiritualidad, un legado de costumbres populares, de música,
de gastronomía". Todo eso está considerado en el proyecto
restaurador.
Gracias a que fue creada con facultades ejecutivas, la
Oficina del Historiador no sólo investiga y proyecta sino que da
curso y explota en beneficio propio los resultados de su esfuerzo. Por
ejemplo, fondos provenientes del sector hotelero o restaurantero se aplicaron
"no solamente a construir museos y reedificar monumentos, sino a desarrollo
social: construcción de viviendas, hospitales, escuelas, hospicios,
creando a la vez fuentes de trabajo. Esa ha sido el agua que mueve la rueda
del molino".
De ese modo "atendemos los intereses de una población
modesta y aprovechamos como motor impulsor la presencia del turismo internacional
que, si no lo encauzamos dentro de sendero cultural podría convertirse
en un golpe a la identidad y a las propias costumbres de un país
pequeño como el nuestro".
Para llevar a cabo el proyecto se diseñó
un "plan maestro" mediante el cual se fijaron objetivos y formas de trabajo:
"Estudiábamos detenidamente no sólo la tipología arquitectónica,
sino la sociológica y antropológica". De este modo, a cada
paso el plan maestro "va generando proyectos en un diálogo permanente
con la comunidad para tener conocimiento exacto del problema". Una vez
fijados los objetivos, entra en acción un equipo multidisciplinario
de trabajo integrado por arquitectos, ingenieros, arqueólogos, urbanistas,
trabajadores sociales, restauradores especializados en distintas ramas
del arte y diseñadores gráficos.
Antes veíamos esto desde la perspectiva sólo
del arquitecto, o sólo del ingeniero, o del antropólogo o
el arqueólogo. Hoy tenemos una visión global que no excluye
lo económico, porque sin un fundamento económico no se puede
hacer nada. Para restaurar hace falta dinero, dinero y más dinero".
En este punto, para el historiador de La Habana "el gran
dilema es hasta qué grado los países pobres del mundo actual
puden enfrentar la preservación de su patrimonio cultural o se verán
obligados a privatizarlos, expatriarlo, venderlo y ser simplemente un campo
para el expolio".
Reconocimiento en la FIL de Guadalajara
Hubo un tiempo -recuerda Leal- en que las instituciones
como la UNESCO y la comunidad internacional financiaban grandes proyectos
de restauración. ''Los años pasaron, los tiempos cambiaron
y los apoyos del organismo disminuyeron. Hubo grandes contribuyentes que
se apartaron de la UNESCO y no regresaron más".
Ahora, ''independientemente de que la UNESCO ha jugado
un papel muy importante creando conciencia universal y ha contribuido a
poner una semilla en este proyecto, lo que estamos haciendo depende fundamentalmente
de nuestro propio esfuerzo". Esto no excluye la colaboración de
la comunidad internacional, sobre todo de países europeos (se distinguen
Bélgica e Italia). Se trata de participaciones ''bilaterales" -donativos,
asistencia técnica y científica, etcétera- que no
comprometen la soberanía de Cuba sobre su patrimonio.
Hay zonas -reconoce Eusebio Leal- ''donde no hemos llegado
y dentro de la propia Habana Vieja una eminente frontera de pobreza y de
necesidades que no podemos resolver hoy, puntualmente". No obstante -sostiene-
el proyecto no sólo es irreversible sino prioritario dentro del
ambicioso programa de fomento cultural que actualmente impulsa el gobierno
cubano.
Como reconocimiento a su labor ejemplar, Eusebio Leal
Spengler recibirá un homenaje en la próxima Feria Internacional
del Libro de Guadalajara, de la cual Cuba es país invitado de honor.
En ese marco, Leal Spengler dictará la conferencia magistral Identidad
y nación en Cuba.