El aborto y la pluralidad de voces católicas
Guadalupe Cruz Cárdenas
Con motivo del 28 de septiembre, Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y El Caribe, Católicas por el Derecho a Decidir quiere decir a la sociedad, y sobre todo a las mujeres católicas, que en nuestra Iglesia no existe una sola voz ni un pensamiento único ni una sola vía para vivir nuestra fe y el Evangelio.
En nuestra Iglesia, al igual que en la sociedad, hay un gran colorido de voces y pensamientos, distintos puntos de vista sobre la moral y diferentes caminos donde experimentamos a Dios y vivimos el Evangelio. Como mujeres y como católicas pensamos que es hora de caminar hacia una Iglesia que mantenga su unidad en lo necesario, su libertad en lo dudoso y su caridad en todo (GS 92). Una Iglesia que promulga el amor, la justicia, la igualdad y la misericordia como valores sociales, no puede dejar de mirar la tragedia de miles de mujeres que se enfrentan al dilema ético del aborto y a la posibilidad de morir en condiciones inhumanas.
En materia de sexualidad y reproducción, a pesar de los señalamientos públicos de nuestra jerarquía, hay un desacuerdo y un desacato silencioso, ya que se calcula que 88 por ciento de las mujeres que abortan son católicas. Además, hay un sector cada vez más amplio de religiosas, religiosos y sacerdotes que ya no aceptan el apedreamiento público, la exclusión y la penalización eclesial hacia las mujeres que han abortado. Estamos conscientes de que el aborto voluntario es la cancelación de un proceso de vida; estamos seguras de que la gran mayoría de las mujeres que han pasado por este trance no lo han anhelado ni lo han practicado con alegría en sus corazones, no disfrutan ni encuentran gozo en esta dolorosa decisión. El aborto ha sido para ellas un último recurso porque quieren evitar un mal mayor: cuando está en peligro su vida; cuando afecta gravemente su salud; cuando el embarazo es producto de una violación; cuando no hay posibilidades de ofrecer una mínima calidad de vida a esa vida en ciernes. Visto así el aborto, representa de manera dramática un rechazo a la deshumanización.
Cuando somos incapaces, como sociedad e Iglesia, de asegurar una vida digna y realmente humana para los millones de pobres de nuestro país, con toda seguridad podemos hablar de la gran injusticia social como la verdadera causa de que el aborto resulte la última salida para muchas mujeres de escasos recursos económicos.
Por ello, consideramos que para prevenir y reducir el alto porcentaje de abortos se requiere de la competencia de un Estado laico que por mandato constitucional está obligado a garantizar el derecho a la salud y a una vida digna a cualquier a persona, independientemente de sus creencias religiosas. Y con respecto a los sectores duros de nuestra jerarquía, bien harían en obstacularizar menos y amar más.
Integrante de Católicas por el Derecho a Decidir.