Armando Labra m.
El día después, un muertito más
A raíz de mi anterior artículo en La
Jornada, recibí la honrosa invitación a participar en
un importante -ojalá no extemporáneo- foro organizado la
semana pasada en el Senado de la República por eminentes arquitectos,
ingenieros, especialistas. Acudió no el Gobierno del Distrito Federal,
sino la empresa contratada para elaborar el "proyecto ejecutivo" de los
segundos pisos para el Periférico y el Viaducto, cuyo destino fue
plebiscitado ayer.
Antes del foro, apuradamente me apliqué a consultar
a enterados y no enterados como yo, para disipar mis dudas y no hacer el
ridículo en el Senado. Al inquirir me topé con más
y más preguntas que ni los más prestigiosos especialistas
de México pudieron resolver antes, durante o después del
foro, por una sencilla razón: no se conoce la información
elemental sobre los famosos segundos pisos. El llamado "proyecto ejecutivo",
calificado de light por los que saben de esas cuestiones, resulta,
para nosotros los ignorantes, ofensivo a la inteligencia por su confusión
y carencias. Para botón de muestra baste decir que no dice cuánto
cuesta el chiste.
Hoy, el día después del plebiscito y sin
importar su resultado, la ciudadanía merece y sin duda exigirá
ser informada al menos sobre las siguientes cuestiones:
¿Son los segundos pisos el mejor proyecto de impacto
popular para los habitantes de la ciudad de México y de la zona
conurbada del estado de México, es decir, se contempla una perspectiva
social y metropolitana alternativa?
No es aceptable, como exponen sin cesar los autores del
"proyecto ejecutivo", que la opción sea entre diferentes localizaciones
de segundos pisos. No. La opción es entre los segundos pisos y otras
posibilidades, que por cierto, abundan.
Hay quienes estiman que los problemas de hacinamiento
urbano y conurbado, ambulantaje -es decir, subempleo improductivo-, inseguridad,
narconegocios, carencia de agua potable, entre otros muchos graves,
ameritan no sólo mayor esfuerzo, recursos y acciones, sino la participación
ciudadana concertada y la sincronía con la sociedad y el gobierno
del estado de México.
¿Qué otras opciones existen para mejorar
sustancialmente los sistemas de transporte colectivo ya existentes y, en
su caso, ampliar y elevar la calidad de los servicios en operación?
Es generalizada la preocupación por saber si acaso
no resulta más conveniente aplicar el mayor esfuerzo posible a mejorar
el mantenimiento y amplitud del Metro, los servicios terrestres de camiones,
peseras, trolebuses, etcétera, que atienden a los sectores menos
favorecidos y mayoritarios de la población citadina.
Todos sabemos, por información publicada por el
INEGI y las autoridades capitalinas y del estado de México, que
de los más de 36 millones de viajes diarios por persona en el Distrito
Federal, 82.4 por ciento se realiza en transporte colectivo (minibuses
55.2 por ciento; Metro, 13 por ciento; autobuses, 6.7 por ciento; suburbanos,
3.5 por ciento; taxi, 2.6 por ciento; trolebús, 0.6 por ciento,
otros, 0.9 por ciento) y sólo 17.6 por ciento en automóviles
privados.
Ese 17.6 por ciento de autos privados representa 71 por
ciento de los vehículos que circulan en la ciudad, mientras que
con sólo 29 por ciento de los vehículos que dan servicio
colectivo se atiende a 82.4 por ciento de los pasajeros. Ello habla, por
sentido común, de las bondades de optar por modernizar, eficientar
e impulsar los sistemas de servicios colectivo antes que otra cosa.
¿Cuáles son las alternativas de localización
e impacto ambiental y vial del proyecto de los segundos pisos?
La opción no es, como plantea el "proyecto ejecutivo"
que vivamos "con o sin" segundos pisos. Es claro que existen muchas otras
posibilidades alternas. No se habla tampoco de acciones ambientales y viales
para el transporte colectivo.
Es también necesario informar a la ciudadanía
que ayer acudió a tachar su sí o su no, o se abstuvo o anuló
su voto o ni se enteró del asunto, sobre las opciones previas a
la propuesta y en su caso, explicar por qué se desecharon. Desde
1961 se viene estudiando el tema de los segundos pisos, siempre con resultados
adversos a su implementación.
Finalmente, como consecuencia de la falta de respuestas
a las preguntas anteriores, prevalece la duda siguiente:
¿Cuál es el costo de las obras y sus fuentes
de financiamiento?, ¿quién va pagar la cuenta?, ¿los
usuarios más ricos dueños de autos privados o, como de costumbre,
cargaremos todos con este muertito adicional?
Y para acabar pronto: estando representados los habitantes
de la ciudad en una Asamblea Legislativa elegida democráticamente,
es ese el foro pertinente para analizar, dirimir y decidir el tema.
Ya caímos en la trampa demagógica, ni modo,
pero si queremos ser respetuosos de la democracia participativa y consciente
que todos demandamos, es ese el camino, no un plebiscito, aun si se hubiera
contado con cabal información.
Pero el tema no concluyó ayer. Bajo cualquier circunstancia
la sociedad deber ser honestamente, plenamente, convincentemente informada
sobre el proyecto, sus ventajas y desventajas. Si por abstención
ciudadana en el plebiscito de ayer la decisión final es autoritaria,
Entonces sí, no habrá ventajas de que presumir.