Más que cuidar su arquitectura, la autoridad
parece administrar demoliciones: Mendiola
La Condesa celebra su centenario en medio de la pérdida
de identidad
El proceso afecta a las colonias Hipódromo, Hipódromo
Condesa y Roma, señala el poeta
''La modernidad debe significar conservación
y no alineación a un esquema depredador''
ANASELLA ACOSTA NIETO
En medio de los preparativos para iniciar mañana
la celebración de los cien años de la colonia Condesa, el
legendario lugar y sus alrededores atraviesan por un sutil proceso de modificación
arquitectónica en el que la modernidad se empeña en erigirse
sobre la destrucción del pasado y de lo que confiere identidad a
un barrio.
Al Casino de la Selva, en Cuernavaca, demolido para construir
en su sitio una tienda Costco; y a la amenaza al centro histórico
de Oaxaca, donde se pretende la ubicación de un McDonald's, se suma
el lento y casi imperceptible proceso de reconstrucción que en nombre
de la modernidad se realiza en las colonias Condesa, Hipódromo Condesa,
Hipódromo y Roma, señala el poeta Víctor Manuel Mendiola.
No obstante que la gran mayoría de las construcciones
de esa zona son consideradas patrimonio arquitectónico por la Secretaría
de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) del Gobierno del Distrito Federal
y la Coordinación de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas
Artes, se han ejecutado demoliciones y la edificación posterior
de conjuntos habitacionales con base en la especulación inmobiliaria,
manifiesta Mendiola, habitante de la Hipódromo Condesa.
Especulación vs historia
Los
que destruyen y construyen inmuebles con características ajenas
al conjunto de la zona, abunda Mendiola, son arquitectos que ven una oportunidad
para comprar casas y edificios art decó, funcionalistas o
retrocoloniales destruidos y levantar construcciones con más departamentos
para venderlos o rentarlos a precios más caros; ellos especulan,
sin entender que suprimen parte de la historia de un lugar.
El poeta y defensor del patrimonio arquitectónico,
refiere un caso reciente.
En el número 268 de la calle Amsterdam hace tres
meses se inició la construcción de un edificio. En 1999,
en ese terreno, había un inmueble con características que
le daban un valor patrimonial. En ese entonces las autoridades aprobaron
la demolición y los vecinos y la asociación civil Amigos
del Parque México y España realizaron movilizaciones en protesta.
El resultado, a diferencia de otras ocasiones, fue infructuoso.
Hoy la construcción que se erige no sólo
es ajena al perfil del barrio. Los vecinos avizoran perjuicios en sus casas
-también clasificadas con valor arquitectónico-, como son
falta de iluminación, agua, aire y, en consecuencia, un cambio general
en la atmósfera que eligieron para vivir.
La marcha de la modernidad
La experiencia enseña cómo la modernidad
ha significado la desaparición de lugares como la Candelaria de
los Patos, en cuyos alrededores Ignacio Manuel Altamirano vislumbró
un inevitable nido de delincuentes derivado de la pobreza extrema.
Un caso no menos lamentable, al que Jorge Ibargüengoitia
ya se refería en amenas crónicas, es la conversión
de la funcionalidad de las aceras, cuya naturaleza fue abrir paso a los
peatones, pero que hoy son usadas como estacionamientos esparcidos por
toda la ciudad.
Para Víctor Manuel Mendiola la modernidad en este
momento debería significar conservación y no alineación
a un ''esquema depredador" derivado de un ''capitalismo salvaje" en el
que impera la lógica de obtener el rendimiento más elevado
por cada metro cuadrado, sin tomar en cuenta el carácter peculiar
de cada lugar.
Explica que las demoliciones y nuevos edificios se hacen,
por lo general, en nombre del crecimiento económico y de la modernidad,
pero cuando se trata de sitios patrimoniales lo que está en juego
es un bien cultural del país.
Si se revisan los datos históricos, el llamado
del poeta para preservar la arquitectura del barrio no es mero escándalo.
La reportera María Rivera relató, a principios
de año en estas páginas, que la demarcación de la
otrora Hacienda de Santa Catarina del Arenal fue encuentro de importantes
migraciones, como la judía, en la década de los 20; la de
los españoles republicanos, en los 40, y la latinoamericana, en
los 60 y 80; aquí también coincidieron destacados artistas
e intelectuales.
En los años 80, relata Mendiola, ocurrió
una nueva migración hacia la zona de la Condesa, pues muchos de
sus habitantes abandonaron el lugar por los temores que dejó el
terremoto de 1985, tras derribar numerosos edificios.
A la zona arribó una nueva ola de pintores, poetas,
escritores e intelectuales, quienes preservaron y en algunos casos rescataron
la arquitectura original del lugar, caracterizada por los estilos colonial
y art decó.
Silenciosa demolición
Ante la silenciosa demolición de casas con valor
arquitectónico o ambiental que hoy tiene lugar, Víctor Manuel
Mendiola alerta:
''Las autoridades encargadas de preservar el patrimonio
arquitectónico, lejos de hacerlo parecen administrar las demoliciones."
El poeta comenta que en el fondo existe un vacío
legal, pues el reglamento que rige la construcción en la ciudad
de México permite ''casi todo". Y ejemplifica: ''Si una persona
compra una casa o un edificio con un alto valor arquitectónico y
lo quiere destruir, lo puede hacer. Hay un desfase entre la ley, el reglamento
y la preservación".
En una charla informal para solicitar información
al respecto en la Oficina de Sitios Patrimoniales y Monumentos de la Seduvi,
la arquitecta Beatriz Pérez manifestó que si las construcciones
tienen cierto valor, ello ''no significa que tengan que ser permanentes",
y agregó que si la demolición se realiza para construir un
elemento de ''mejor calidad" la sustitución es legalmente viable,
como ocurrió en el caso del edificio de Amsterdam 268, colonia Hipódromo
Condesa.
Otro problema que se suma a las demoliciones y la actividad
especulativa es, de acuerdo con Mendiola, el monopolio que los arquitectos
detentan, pues ellos son los que quieren destruir las viejas construcciones
para levantar nuevos y ''modernos" inmuebles ''estilo bodegas", copiados
de los lofts neoyorquinos, y se otorgan permisos para hacerlo, pues
están al frente de las oficinas encargadas de preservar los sitios
patrimoniales.
Resulta increíble, expresa, que en medio de este
proceso de modificación arquitectónica, la delegación
(Cuauhtémoc) programe actividades festivas por los cien años
de la colonia Condesa mientras permite la destrucción de su paisaje
arquitectónico.