Festejos independentistas en las 16 delegaciones
Hace el comercio su agosto con el fervor patrio
de capitalinos
Los del Zócalo y Coyoacán, los más
concurridos
AGUSTIN SALGADO
Noche de festejo que empezó por la tarde; grito
que se alargó hasta la madrugada y tercer año consecutivo
en que no hubo ley seca en la ciudad de México. Celebración
del 192 aniversario del inicio de la guerra de Independencia que como siempre
tuvo eco en las 16 explanadas delegacionales del Distrito Federal.
Día
de asueto para la mayoría, a excepción de los elementos de
la Secretaría de Seguridad Pública, restauranteros, personal
de Protección Civil, comerciantes ambulantes e integrantes del Escuadrón
de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM), que iniciaron su faena desde
temprano.
Doña Mary se instaló desde las dos de la
tarde en la esquina de Miramontes y Taxqueña, ofreció cornetas
tricolores a los automovilistas y para las seis había vendido poco:
"apenas llevo 15; ojalá, a medida que pase el tiempo, pueda venderlas
todas. Yo no me regreso a mi casa hasta que saque toda la mercancía;
si es necesario me voy a Coyoacán, yo creo que ahí me va
a ir mejor".
Con mejor suerte, decenas de franeleros se apropiaron
de la avenida Miguel Angel de Quevedo, acomodaron cientos de vehículos
y la cuota que establecieron por cada uno fue de 40 pesos: "Tiene que ser
ahorita, seguro me va a ver usted cuando regrese, aquí su coche
está seguro, pero entiéndame que tenemos que darle su cuota
a los de las grúas", explicó uno de ellos.
Antes de que dieran las siete de la noche, para acceder
al jardín Centenario de Coyoacán había que evitar
la espuma artificial, que en botes de espray ofrecían los comerciantes
ambulantes por 20 pesos; había que cuidarse de la harina y el confeti
que se ocultaban en cascarones de huevo.
Se podían comprar todo tipo de antojitos mexicanos:
memelas, pozole, buñuelos y dulces cristalizados se consumían
rápidamente. Los gritos de ¡Viva México, cabrones!
se escuchaaban de vez en vez y el sonido emitido por las cornetas elaboradas
con cartón no pararon hasta las primeras horas del 16.
Fuentes de la Secretaría de Seguridad Pública
informaron que Coyoacán fue el segundo punto en donde se congregó
el mayor número de personas para celebrar el 15 de septiembre, únicamente
detrás del Zócalo capitalino.
Cerca de las ocho de la noche, un grupo de danza folclórica
comenzó su presentación en el templete instalado a un costado
de la iglesia de San Juan Bautista. Acompañados de mariachi los
artistas bailaron por espacio de hora y media y los piropos para las bailarinas
no se hicieron esperar: "cómo no le voy a chiflar, nada más
vela, está muy guapa y además baila bonito", explicó
un adolescente que con el rostro cubierto de harina observaba la presentación.
A las nueve, los microbuses circulaban por Tlalpan con
banderas nacionales en sus cofres, algunos taxistas portaban el lábaro
patrio en sus ventanillas y no faltaba el automovilista que pitaba su claxon
repetidamente.
Unas 80 mil personas se congregaron en el Zócalo
capitalino para cumplir con el ritual de cada año. Ataviados con
pelucas, bigotes postizos, sombreros de paja, rebozos y cualquier prenda
alusiva al país, corearon el nombre de los "héroes que nos
dieron patria".
Una hora antes de la ceremonia del Grito, la avenida 5
de Mayo representaba una buena opción para acceder a la plancha
del Zócalo capitalino. En la cantina La Opera, repleta de comensales,
uno de sus meseros aseguraba que en estas fechas es cuando mayores propinas
gana: "claro que para mí el 15 de septiembre es importante y también
me gustaría estar con mi familia en este día, pero la verdad
lo que ganas en este día no se compara con ningún otro...
Como que los clientes son más dadivosos, menos agarrados".
Los retenes policiacos eran sumamente fáciles de
superar: una botella de tequila oculta entre la ropa podía llegar
hasta unos cuantos metros de la puerta principal de Palacio Nacional y
varias latas de cervezas terminaron en el atrio de la Catedral Metropolitana.
Puntual, como cada año, a las once de la noche,
el titular del Poder Ejecutivo apareció en el balcón presidencial
para cumplir con el ritual y después de pronunciar los vivas respectivos,
los juegos pirotécnicos aparecieron en escena.
Para los asistentes al Zócalo ésta fue la
parte más emotiva. Familias enteras dirigieron su mirada al cielo
y los más pequeños emitieron expresiones de asombro.
Ya después vendría un ejército de
limpia: decenas de trabajadores con uniforme naranja que en menos de una
hora levantarían toda la basura dejada por los asistentes.
Todo tenía que estar listo para el desfile militar
del día siguiente.