Luis Javier Garrido
El error
El fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
(SCJN) en materia indígena es no sólo un monumental error
jurídico, sino una equivocación histórica que tendrá
graves consecuencias para el país.
1. La decisión de la Corte de declarar,
por ocho votos a tres, improcedentes las controversias presentadas por
330 municipios contra las modificaciones constitucionales en materia de
derechos y cultura indígenas (7 de septiembre de 2002), no constituye
un fallo jurídico, sino político, que además evidencia
un craso error jurídico. El fallo, invocando los artículos
103 y 105, afirma nada menos que la Corte no tiene facultades para examinar
los argumentos planteados, con lo que se niega a sí misma, ya que
la facultad esencial que tiene en el marco constitucional definido en 1994
es precisamente la de velar por la constitucionalidad de las leyes y de
los actos de la administración .
2. Los señores ministros, de haber asumido
su responsabilidad histórica, podrían haber elevado con este
fallo al Poder Judicial al rango de un verdadero poder, pero lejos de ello
prefirieron acudir al rescate del gobierno, sin darse cuenta de que lo
que están haciendo es hundirlo. La SCJN actuó como lo que
es: la Corte del antiguo régimen, y los señores ministros
como lo que son: oscuros licenciados en derecho, individuos poca cosa,
empleaditos del gobierno, como lo habían hecho en su también
famoso fallo sobre el anatocismo en 2000.
3. La negativa de la SCJN a pronunciarse sobre
el procedimiento viciado que llevó a la aprobación de la
contrarreforma constitucional en materia indígena, aduciendo que
no tiene competencia para ello, ya que "el Organo Reformador" de la Constitución
"no es susceptible de ningún control judicial", es una falacia.
La Constitución mexicana se modifica, conforme al artículo
135, no por "un órgano", como dice la Corte en su fallo equivocado,
o por "un Poder Constituyente Permanente", como decía Felipe Tena
Ramírez (conceptos que no figuran en la Constitución), sino
mediante un procedimiento o mecanismo en el que intervienen dos tipos de
poderes constituidos: las cámaras federales y las legislaturas
locales. Los que por ningún motivo configuran un órgano superior
a la Corte, como pretenden los ministros, y que en consecuencia sí
son susceptibles de un control constitucional.
4. La negativa de la Corte a analizar el fondo
de la cuestión, es decir el contenido de los artículos modificados,
es una decisión todavía más grave, pues con ella los
ministros se negaron a cumplir la que es una de sus funciones centrales:
la de velar por la constitucionalidad de las leyes y, como era éste
el caso, determinar si una modificación constitucional no limita
o coarta derechos existentes o entra en contradicción con otros
principios constitucionales o con el espíritu mismo de la Constitución.
Las modificaciones a la Constitución de 2001 lejos de consagrar
los derechos de los pueblos indios en términos de lo que es un consenso
internacional y conforme al Convenio 169 de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), suscrito por México, y que fue la base de los
acuerdos de San Andrés, buscaron reducirlos en múltiples
aspectos, y en otros relegaron a las constituciones locales lo que es por
esencia materia federal, y eso fue lo que los señores ministros
se negaron a ver.
5. El principal responsable del caos institucional
y del malestar social que vive el país es, sin embargo, Vicente
Fox, como lo muestra este caso, y no solamente por las presiones que pueda
haber hecho el gobierno a los integrantes de la SCJN, sino por la forma
en la que desde Los Pinos se orquestó este proceso de cambios constitucionales,
cuya desastrosa situación actual, en lo jurídico y en lo
político, no es consecuencia de la impericia política o de
la ignorancia en materia legal de Fox y de sus amigos, sino de algo que
caracteriza muy abiertamente a su gobierno además de su sumisión
a Washington: la mala fe.
6. La responsabilidad histórica de Fox en
la contrarreforma indígena no puede ya ocultarse, pues luego de
que durante su larga campaña electoral una y otra vez se comprometió
ante los pueblos indios a la aprobación de la ley Cocopa,
ya en el gobierno con muy poca hombría hizo hasta lo indecible para
que no pasase, traicionando sus ofrecimientos como candidato. Fox se negó
en 2000 a tratar la aprobación de la reforma con los legisladores,
incluyendo a los de su propio partido, y fue él quien la envió
al Senado, no para que la ratificase como suya (ya que había sido
redactada por los propios legisladores en 1996), sino para que la modificara
como se lo solicitó por escrito, y por eso no llamó la atención
que hubiese aplaudido la aprobación de los cambios, a sabiendas
de que configuraban una verdadera contrarreforma en la materia. A nadie
sorprende por lo mismo que Juan de Dios Castro (abogado de la Presidencia)
festeje ahora como pocos el fallo de la Corte y declare entusiasmado a
La Jornada que "ahora sí funcionan las instituciones" (11
de septiembre).
7. La realidad es, sin embargo, que las instituciones
no funcionan, y la Corte es un triste ejemplo de esa degradación
de la vida pública de la que nadie quiere ser responsable. El país,
lejos de vivir un tránsito a la democracia y al establecimiento
de un régimen de derecho, está sufriendo regresiones en todos
los órdenes, como demuestra este episodio. El aval de la SCJN a
la contrarreforma indígena del foxismo marca uno de los niveles
más bajos de la vida institucional de México, pero en Los
Pinos no parecen darse cuenta de ello, creyendo que con el fallo eluden
su responsabilidad en lo que viene.
8. La pretensión del gobierno de lograr
someter al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)
a los pueblos indios y a amplios sectores de la sociedad con esta contrarreforma
"legalizada" se está saldando, como era de suponerse, por el fracaso
más absoluto, como se ve con las reacciones que se han producido,
y que entre otras cosas hacen ver que es inviable cualquier "reforma de
la reforma", que ahora pretenden proponer tanto Fox como un grupo de perredistas
extraviados, todos los cuales se olvidan de que hay pendiente un proceso
de paz y que éste depende de algo muy sencillo: el cumplimiento
de los acuerdos de San Andrés, que obligan al Ejecutivo y al Legislativo.
9. El mensaje que se ha recibido luego del fallo
de la SCJN es muy claro, y lo están repitiendo en todos los tonos
los manifestantes que se expresan de manera cada vez más airada
en múltiples regiones del país: en México no existe
un régimen de legalidad, y Fox, heredero del priísmo en descomposición,
está impulsando una reconversión del Estado que está
anteponiendo los privilegios de las multinacionales a los derechos de los
mexicanos, y ahí están los paramilitares para evidenciarlo.
10. El fallo, que debería haber dado certeza
jurídica, lejos de ello, confirma a todos que en el gobierno de
los empresarios no hay tampoco legalidad, y que desde abajo debe hacerse
un enorme esfuerzo por construirla.