Emilio Pradilla Cobos
Vota no en el plebiscito
Llamamos a votar en el plebiscito sobre la construcción del segundo piso a Periférico y Viaducto. Es la forma legal que tienen los ciudadanos capitalinos de participar, con poder decisorio, en la gestión y desarrollo de la ciudad. Lo hacemos, a pesar de que la consulta se convocó tardíamente, cuando la decisión ya había sido tomada por el jefe de Gobierno y realizadas las licitaciones -fallidas- para construir la primera etapa; de que se licitó con otra denominación (megadistribuidor de San Antonio) una parte de la obra, y de que se dejó al instituto electoral sin recursos para hacer una verdadera campaña de información y publicidad de la consulta y sus opciones.
Llamamos a votar NO en el plebiscito por múltiples razones. La ciudad, y sobre todo sus habitantes más pobres, enfrentan muchas carencias y problemas: déficit cuantitativo y cualitativo de agua potable; carencia o insuficiencia de drenaje; deficiente servicio de recolección de basura y falta de rellenos sanitarios o alternativas más modernas para su disposición final; transporte público insuficiente, de mala calidad, incómodo y contaminante; deficiente acceso vial a muchas colonias populares; alto déficit cuantitativo y cualitativo de vivienda; carencias notorias en salud, asistencia social, educación y recreación para los sectores populares; alto desempleo, informalidad y pobreza extrema; inseguridad pública agobiante.
En situación de escasez de recursos públicos para atender estas carencias esenciales, no se debe destinar la enorme suma de recursos -aún no cuantificada adecuadamente, ni informada a los ciudadanos- a una obra suntuaria, de prestigio, que sólo sirve a una pequeña parte -la de mayores ingresos, del poniente- de la minoría de 20 por ciento de capitalinos que usan automóvil, dejando sin atender al resto de la ciudad -norte, oriente y parte del sur-, pues le quita recursos a esas prioridades. Servirá como libramiento regional incompleto, no planeado, pasando por el lugar menos indicado: el centro de la metrópoli.
La megaobra vial tampoco puede ser prioritaria frente a muchas carencias en la materia: mantenimiento de la vialidad existente, construcción de vías de penetración a colonias populares, mejoramiento o conclusión del Periférico al oriente, solución de cientos de puntos conflictivos, construcción de libramientos regionales por fuera de la zona metropolitana, etcétera, que beneficiarían a toda la ciudad y, esas sí, mejorarían el tránsito y la circulación del transporte público de superficie. Como ocurrió con los ejes viales y ha pasado en muchas otras ciudades, ambos pisos se saturarán rápidamente y regresará la alta contaminación ambiental actual.
La solución para las grandes metrópolis, sobre todo de países atrasados, es el transporte colectivo tecnológicamente avanzado, eficiente, suficiente y poco contaminante. Esta obra no es complementaria, sólo compite financiera y funcionalmente con otras posibilidades: mantenimiento, mejoramiento y ampliación del Metro, construcción de trenes ligeros y suburbanos, trolebuses, sistemas de grandes camiones en vías confinadas (Curitiba y Bogotá son ejemplos de esta solución barata), sustitución de microbuses y taxis contaminantes, etcétera. A estos programas quita muchos recursos.
No se gana la carrera al automóvil individual, símbolo del capitalismo moderno y producto ancla de las trasnacionales, construyendo más vialidades que incentivan su compra y uso. Cuando muchas ciudades de Estados Unidos, Canadá y América Latina renuncian a las autopistas urbanas por su ineficiencia, y buscan impulsar el transporte colectivo, el Gobierno de la ciudad de México impulsa tardíamente el modelo estadunidense de transporte individual; la ciudadanía debe impedirlo votando en contra de ese proyecto. Ni el primero ni el segundo pisos en Periférico y Viaducto podrán racionalmente recibir sistemas de transporte público; no serían accesibles a los usuarios e irían contra la eficiencia como vía rápida. La obra dificulta aún más el uso de las laterales para el transporte público y se vuelve una barrera adicional para el tránsito transversal de los medios de transporte público y los peatones.
No se ha previsto la necesaria adecuación de todo el sistema de transporte y vialidad urbana, a pesar de que la obra modifica su funcionamiento global. De hecho, la ciudadanía que tendrá que votar en unos días no conoce el proyecto total ni sus impactos urbanos y ambientales. La obra no es resultado de un diagnóstico serio, ni de un ejercicio de planeación integral y democrática previos; fue una decisión unipersonal y pragmática, añadida, luego de tomada en la cúspide del gobierno capitalino, a los programas de desarrollo urbano y vialidad y transporte, cuyas versiones anteriores no la incluían. Tampoco es resultado de la planeación concertada en el ámbito metropolitano. Defendamos el futuro de la ciudad votando NO en el plebiscito.