LETRA S
Septiembre 5 de 2002

Las formas sutiles del poder masculino

Viejo y nuevo machismo es el tema de reflexión de Marina Castañeda, psicóloga, historiadora y licenciada en Letras, en su más reciente libro El machismo invisible (Raya en el Agua/Grijalbo, 2002). Basándose en su basta experiencia como psicoterapeuta, la autora del éxito editorial La experiencia homosexual, desmenuza las formas sutiles de coerción másculina y demuestra la obsolescencia del machismo. Letra S la entrevistó una mañana en su estudio de Coyoacán. Estos son algunos de sus comentarios:

ls-marinaManuel Zozaya

Entre mis libros, La Experiencia homosexual y El machismo invisible, hay una secuencia lógica. Después del primero, al contacto con el público, me sorprendió la inamovilidad de ciertos prejuicios: Yo explicaba que la homosexualidad ya no se considera una patología, y alguien preguntaba: "¿Cuáles son los síntomas? ¿Se puede curar? ¿Cómo se previene?" Así me percaté de una homofobia muy arraigada en la cultura y me pregunté, de dónde viene y vi que debajo de la homofobia hay un pavor a la confusión de género y una serie de definiciones muy rígidas acerca de cómo debe ser un hombre y cómo debe ser una mujer. Lo masculino y lo femenino. Comencé a cuestionarme sobre el tema en nuestra sociedad, y así llegué al "Machismo invisible". El machismo se basa en esta polarización entre lo masculino y lo femenino, donde para ser un verdadero hombre, un varón debe ser todo lo contrario a una mujer, y viceversa, lo cual acaba por crear mitades de personas, pues los hombres no pueden permitirse ningún atributo "femenino" y las mujeres no pueden permitirse ninguna conducta "varonil". Una sociedad donde los hombres no cocinan y las mujeres no cambian un fusible. Esta separación de la vida en áreas masculina y femenina, es absurda, no tiene sentido.

Aprender de uno y otro sexo

El machismo visible es el tradicional, con prohibiciones explícitas, donde un hombre no permite a su esposa trabajar o salir y tener amigos o vestirse como quiera, incluye el maltrato físico u obligarlas a tener relaciones sexuales contra su voluntad. El fenómeno descrito en "El machismo invisible", es más sutil, usa formas de coerción psicológica como la descalificación constante: "las mujeres no saben de estas cosas", o "las mujeres no son capaces de"; hace uso de cierto lenguaje o del silencio para castigar a las mujeres retirándoles la palabra, por ejemplo.

"El machismo invisible" incluye la coerción psicológica y la división de la vida en áreas masculina y femenina, propias del sexismo más sutil, más moderno, más light, aunque muy dañino. Puede ser más propio de las clases ilustradas, pero dado que casi todos estamos expuestos a los medios masivos globalizados, vamos en esta dirección. Por lo menos en las clases medias y altas ya ningún hombre se jacta de pegar a su mujer. Por otra parte hay varones que por lavar una vez a la semana los trastes ya se sienten con la conciencia tranquila. Pero hay muchas cosas que ellos no harán, y casualmente son las más pesadas o desagradables. Algunos jóvenes van al supermercado, pero no lavan excusados; hay una distinción entre lo que los hombres hacen en la cocina, y lo que le toca a las mujeres. Esto es ubicuo en nuestra sociedad: "cosas de hombres y cosas de mujeres", aunque esta división está cambiando, pues las mujeres hacen cada vez más cosas "masculinas" en el trabajo, o en la vida cotidiana. Pero los hombres todavía no hacen cosas "de mujeres". Para alcanzar la equidad falta que ellos hagan trabajo "de mujeres". Es decir, dediquen tiempo a la casa o al cuidado de los hijos, debemos dividirnos el trabajo de la vida equitativamente, volvernos seres humanos completos, desarrollar todo nuestro potencial y echarnos la mano.

La familia extendida, donde la abuelita, las tías, las vecinas le echaban la mano a la mujer, ya no existe, y vemos ahora a las familias nucleares sin las redes de apoyo que eran la base de la vida familiar. Las mujeres se están quedando aisladas, entonces los hombres van a tener que entrarle pues ya no hay quien cuide a los niños, o ayude en la cocina. Muchos hombres, por temor a parecer afeminados o subordinados a su esposa necesitan demostrar su masculinidad a través de roles tradicionales ridículos, aunque muchas mujeres contribuyen a eso. No dejan al esposo bañar o jugar con el bebé porque "se le puede caer". Es increíble la ineptitud que nos atribuimos unos a otros. Muchas mujeres piensan que cuidar hijos es una característica natural, biológicamente programada en ellas, de manera innata. No es cierto. Hay toneladas de libros de autoayuda acerca de cómo ser mamá, porque nadie tiene idea de cómo hacerlo; se aprende sobre la marcha. Entonces los hombres lo pueden aprender. Cada vez hay más padres solos, criando a sus hijos y lo están haciendo muy bien.

¿Adiós a los machos?

Por supuesto hay quienes escapan a los estereotipos masculino y femenino, a los roles tradicionales. En la comunidad homosexual se rompen muchas de estas reglas no escritas: Los varones gay van a la vanguardia de una nueva masculinidad; están mucho más dispuestos a desarrollar su vida afectiva, expresar sus emociones; entablan amistades profundas con mujeres, cosa que no se permite en el mundo heterosexual, pues se puede malinterpretar. En cambio, los homosexuales están logrando cruzar esa frontera entre lo masculino y lo femenino, que toda sociedad machista impone, y escapan a los roles tradicionales. En una pareja gay no está dicho quién lleva el coche al taller y quién lava los trastes, hay que negociarlo. Ellos forman el único tipo de pareja abierto a negociación.

El mayor obstáculo para lograr los cambios es el enorme peso social que recae sobre la gente joven que está tratando de hacerlos. Hay muchos jóvenes que quieren llevar una pareja diferente, tener una relación más igualitaria, y participar ambos en el cuidado de los hijos, pero cuando se casan y los dos trabajan, el sueldo del hombre es mucho mayor que el de la mujer, entonces su trabajo se vuelve prioritario; por eso ella cuida al hijo. Poco a poco, se van instaurando los viejos roles tradicionales, porque nuestra sociedad y el mercado de trabajo están estructurados así. Las instituciones están diseñadas para hombres, basta ver los horarios. Ellos trabajan todo el día, de las siete de la mañana a las nueve de la noche, porque tienen alguien en casa, cuidando el frente doméstico

El machismo desaparecerá no porque nos parezca injusto o desagradable, sino por obsoleto. Ya es un obstáculo a las relaciones sociales, económicas, laborales del mundo moderno. En México, la transición democrática implica este cambio. No lograremos la transición democrática mientras subsista el machismo, pues aquella implica debate, crítica, rendición de cuentas, responsabilidad personal y cívica. Pero el macho no rinde cuentas, no da explicaciones, no acepta críticas; El machismo es evidentemente incompatible con una sociedad democrática.