A la Güera Hace ya muchos años que no me encontraba
frente a frente con la muerte, que no sentía la enorme
impotencia que produce ver a un ser vivo en los
estertores finales, jadeante, muriendo. Lamentablemente,
la medicina no es magia, menos aun la fisiología. Esto
viene a cuento porque en días pasados murió uno de los
perros del laboratorio de forma tal que me trajo a la
mente las peores experiencias que como médico tuve en el
hospital: duda, desesperación, lástima y finalmente una
enorme ansiedad e impotencia. Dirán los lectores: por qué
hace tanto escándalo este Soto por un perro muerto. Déjenme
contarles la historia, y ustedes decidan.
Hace cerca de seis meses notamos que entre la maleza que
se encuentra cerca de la reja del jardín del Instituto
de Fisiología, en Ciudad Universitaria, se encontraba
viviendo un perro escuálido que cazaba ratones para
comer. Perro miedoso que ante la cercanía de cualquier
persona se refugiaba en los rincones más apartados, y
que a pesar de nuestros múltiples intentos de
aproximarnos a él ofreciéndole agua y comida,
simplemente huía temeroso, haciendo evidente que sus
encuentros con los seres humanos habían sido dolorosos,
y que nos identificaba como predadores. Luego de
alrededor de un mes entero de dejarle comida y agua
diariamente, desarrolló una cierta confianza, y si bien
no nos permitía tocarlo, era ya relativamente
indiferente a nuestras aproximaciones. Finalmente, tras
una ardua labor de convencimiento, de ofrecerle buenas
latas de comida, carne, croquetas, etcétera, finalmente
uno de nosotros logró tocarlo e iniciar así la que sería
una grata relación con este animal manso y fiel que
recibió por nombre "Güera", por su evidente
aspecto de actriz norteamericana. Hoy recuerdo con
tristeza su mirada lánguida y amable y sus jugueteos en
el jardín. Días después de que la Güera adquirió
confianza, notamos que otro perro joven y flaco se
alimentaba de su plato. Así fue como la Güera adoptó a
quien por lógica elemental llamamos "Negra" (ambas,
hembras). Durante cerca de cuatro meses jugaron en el
jardín, y poco a poco se hicieron dueñas del mismo,
ladrando para amedrentar a cualquier desconocido que se
aproximara al laboratorio. Las educamos para que dejaran
de molestar a estudiantes y profesores que transitan
normalmente por el área, y poco a poco se hicieron
aceptables para todo el mundo. Inevitablemente, hace dos
semanas, la Negra entró en celo; no pasó mucho tiempo
para que se armara santa jauría de machos enardecidos
que peleaban entre ellos con el único afán de depositar
su esperma en la hembra receptora y dar continuidad a sus
genes. Lo inevitable sucedió. Debido a las molestias que
causaban los machos correteando y aullando aquí y allá,
decidimos pedir el auxilio de nuestros siempre generosos
amigos del bioterio "Claude Bernard" para
mantener ahí a las perras, en tanto buscábamos quién
las esterilizara. Fue así como desgraciadamente dimos
con la Sociedad Protectora de Animales. Nos ofrecieron
esterilizar a nuestros perros por una módica cuota de
200 pesos, asegurándonos que tenían amplia experiencia
y recursos para realizar dicha cirugía sin ningún
riesgo para sus vidas. Dos días después, la Güera y la
Negra regresaron al laboratorio, donde habíamos ya
preparado sendas perreras donde habrían de recuperarse.
Notamos a la Güera más decaída, y decidimos ponerla en
observación. A las pocas horas fue evidente que
respiraba con mucha dificultad y estaba completamente asténica.
La sacamos de su perrera y comenzamos a atenderla cuando
súbitamente expulsó materia fecal por la boca. Nos
reunimos más de ocho personas para tratar de salvarla;
se usó los recursos a disposición pero fue inevitable
su sufrimiento y una muerte dolorosa (su cuerpo está en
congelador, disponible para una autopsia).
La historia de la Negra ha sido menos desafortunada, pero
igualmente tortuosa. Luego de dos días de recuperación,
notamos que la sutura era de mala calidad, y finalmente
se eventró, exponiendo sus intestinos al aire. Decidimos
no escatimar esfuerzos y hoy, tras una segunda cirugía
realizada por un veterinario privado, se recupera lenta,
pero exitosamente. El dictamen del médico indica que en
la primera operación se usó material de sutura podrido
que el peritoneo se cerró incorrectamente y que no se
realizó una hemostasis cuidadosa, por lo que el animal
presentaba hemorragias múltiples.
Durante ya una semana hemos tratado de comunicarnos con
los responsables de la Sociedad Protectora de Animales, y
sistemáticamente se nos ha negado el nombre del
presidente de dicha asociación.
Cuento esta historia con un doble propósito: 1)
denunciar la negligencia de los veterinarios de la "Sociedad
Protectora de Animales". 2) Invitar a los promotores
de esta asociación a tomarse en serio su papel. Entiendo
y comparto ampliamente los objetivos de este tipo de
sociedades. Pienso que es indispensable crear una
conciencia de protección hacia los animales, y que los
programas de esterilización como el que ofrecen son
necesarios. Desafortunadamente, una cosa son las
intenciones y otra es la realidad. Las instituciones están
formadas por personas, y son éstas quienes definen el éxito
o el fracaso de toda empresa. En este caso es evidente la
falta de interés, la mala voluntad y la negligencia de
los encargados del programa de esterilización de la
mentada sociedad. Espero una respuesta a esta denuncia.
Pongo mi dirección de correo electrónico a disposición
de los promotores de esta sociedad (esoto @siu.buap.mx).
No dar la cara a este asunto es aceptar que sus fines son
otros que la verdadera, desinteresada y humanista
protección de los animales.
|