martes 3 de septiembre de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Opinión

Cuidado: la Sociedad Protectora de Animales anda suelta

n Enrique Soto


A la Güera

Hace ya muchos años que no me encontraba frente a frente con la muerte, que no sentía la enorme impotencia que produce ver a un ser vivo en los estertores finales, jadeante, muriendo. Lamentablemente, la medicina no es magia, menos aun la fisiología. Esto viene a cuento porque en días pasados murió uno de los perros del laboratorio de forma tal que me trajo a la mente las peores experiencias que como médico tuve en el hospital: duda, desesperación, lástima y finalmente una enorme ansiedad e impotencia. Dirán los lectores: por qué hace tanto escándalo este Soto por un perro muerto. Déjenme contarles la historia, y ustedes decidan.
Hace cerca de seis meses notamos que entre la maleza que se encuentra cerca de la reja del jardín del Instituto de Fisiología, en Ciudad Universitaria, se encontraba viviendo un perro escuálido que cazaba ratones para comer. Perro miedoso que ante la cercanía de cualquier persona se refugiaba en los rincones más apartados, y que a pesar de nuestros múltiples intentos de aproximarnos a él ofreciéndole agua y comida, simplemente huía temeroso, haciendo evidente que sus encuentros con los seres humanos habían sido dolorosos, y que nos identificaba como predadores. Luego de alrededor de un mes entero de dejarle comida y agua diariamente, desarrolló una cierta confianza, y si bien no nos permitía tocarlo, era ya relativamente indiferente a nuestras aproximaciones. Finalmente, tras una ardua labor de convencimiento, de ofrecerle buenas latas de comida, carne, croquetas, etcétera, finalmente uno de nosotros logró tocarlo e iniciar así la que sería una grata relación con este animal manso y fiel que recibió por nombre "Güera", por su evidente aspecto de actriz norteamericana. Hoy recuerdo con tristeza su mirada lánguida y amable y sus jugueteos en el jardín. Días después de que la Güera adquirió confianza, notamos que otro perro joven y flaco se alimentaba de su plato. Así fue como la Güera adoptó a quien por lógica elemental llamamos "Negra" (ambas, hembras). Durante cerca de cuatro meses jugaron en el jardín, y poco a poco se hicieron dueñas del mismo, ladrando para amedrentar a cualquier desconocido que se aproximara al laboratorio. Las educamos para que dejaran de molestar a estudiantes y profesores que transitan normalmente por el área, y poco a poco se hicieron aceptables para todo el mundo. Inevitablemente, hace dos semanas, la Negra entró en celo; no pasó mucho tiempo para que se armara santa jauría de machos enardecidos que peleaban entre ellos con el único afán de depositar su esperma en la hembra receptora y dar continuidad a sus genes. Lo inevitable sucedió. Debido a las molestias que causaban los machos correteando y aullando aquí y allá, decidimos pedir el auxilio de nuestros siempre generosos amigos del bioterio "Claude Bernard" para mantener ahí a las perras, en tanto buscábamos quién las esterilizara. Fue así como desgraciadamente dimos con la Sociedad Protectora de Animales. Nos ofrecieron esterilizar a nuestros perros por una módica cuota de 200 pesos, asegurándonos que tenían amplia experiencia y recursos para realizar dicha cirugía sin ningún riesgo para sus vidas. Dos días después, la Güera y la Negra regresaron al laboratorio, donde habíamos ya preparado sendas perreras donde habrían de recuperarse. Notamos a la Güera más decaída, y decidimos ponerla en observación. A las pocas horas fue evidente que respiraba con mucha dificultad y estaba completamente asténica. La sacamos de su perrera y comenzamos a atenderla cuando súbitamente expulsó materia fecal por la boca. Nos reunimos más de ocho personas para tratar de salvarla; se usó los recursos a disposición pero fue inevitable su sufrimiento y una muerte dolorosa (su cuerpo está en congelador, disponible para una autopsia).
La historia de la Negra ha sido menos desafortunada, pero igualmente tortuosa. Luego de dos días de recuperación, notamos que la sutura era de mala calidad, y finalmente se eventró, exponiendo sus intestinos al aire. Decidimos no escatimar esfuerzos y hoy, tras una segunda cirugía realizada por un veterinario privado, se recupera lenta, pero exitosamente. El dictamen del médico indica que en la primera operación se usó material de sutura podrido que el peritoneo se cerró incorrectamente y que no se realizó una hemostasis cuidadosa, por lo que el animal presentaba hemorragias múltiples.
Durante ya una semana hemos tratado de comunicarnos con los responsables de la Sociedad Protectora de Animales, y sistemáticamente se nos ha negado el nombre del presidente de dicha asociación.
Cuento esta historia con un doble propósito: 1) denunciar la negligencia de los veterinarios de la "Sociedad Protectora de Animales". 2) Invitar a los promotores de esta asociación a tomarse en serio su papel. Entiendo y comparto ampliamente los objetivos de este tipo de sociedades. Pienso que es indispensable crear una conciencia de protección hacia los animales, y que los programas de esterilización como el que ofrecen son necesarios. Desafortunadamente, una cosa son las intenciones y otra es la realidad. Las instituciones están formadas por personas, y son éstas quienes definen el éxito o el fracaso de toda empresa. En este caso es evidente la falta de interés, la mala voluntad y la negligencia de los encargados del programa de esterilización de la mentada sociedad. Espero una respuesta a esta denuncia. Pongo mi dirección de correo electrónico a disposición de los promotores de esta sociedad (esoto @siu.buap.mx). No dar la cara a este asunto es aceptar que sus fines son otros que la verdadera, desinteresada y humanista protección de los animales.