Guillermo Almeyra
El efecto brasileño
Las elecciones en Brasil tendrán fuerte influencia
sobre el futuro de Uruguay, Argentina y Paraguay (además del de
Bolivia, fuertemente ligado al curso de la política argentina y
brasileña). Luiz Inacio da Silva, Lula, candidato del Partido
de los Trabajadores (PT), encabeza siempre las encuestas, pero su triunfo
está lejos de estar asegurado.
La escasa politización de la mayoría de
los brasileños, unida a la miseria de vastos sectores que podría
llevarles nuevamente a vender su voto, se agregan al intento deliberado
de Lula de conseguir votos en la derecha y en el centro, mimetizándose,
coqueteando con los terratenientes, las finanzas y el Fondo Monetario Internacional
(FMI), echando abundante agua sucia al programa de su partido, ofreciendo
incluso lo imposible, lo que no depende ni jamás ha dependido de
él ni de ningún gobierno, como impedir la ocupación
de latifundios por el Movimiento de los Sin Tierra (MST que, dicho sea
de paso, votará presumiblemente por él). Si Lula ganase,
sería a pesar de sus declaraciones, de su política, de su
programa, y porque los trabajadores y campesinos, hartos de los efectos
de las políticas neoliberales, votarían por el cambio y no
por Lula y buscarían cambiar a pesar de éste. Ciro
Gomes, otro candidato con posibilidades, es un clásico ejemplar
del populismo de derecha, como lo fue Vicente Fox o lo es Adolfo Rodríguez
Saa, en Argentina y, por lo tanto, no asusta ni al FMI ni a Washington
que fomentan la proliferación de esa especie. En cuanto a Serra,
brazo derecho del presidente Fernando Henrique Cardoso, sería la
continuidad tanto de lo malo del cardosismo, que es neoliberal "juicioso",
como de la resistencia nacional-conservadora del mismo al Area de Libre
Comercio de América. Todo depende, por consiguiente, de la capacidad
de la izquierda del PT de contrarrestar el efecto desmoralizador y desmovilizador
de la campaña de Lula, y de la voluntad política de
los trabajadores de sacarse de encima al mal recontraconocido para votar
por alguien que no les atrae mucho. Sea cual fuere el resultado electoral,
sin embargo, la prolongación de la recesión estadunidense
y las medidas imperiales de Bush para sacar a su país del atolladero
y frenar su pérdida de hegemonía, mantendrán la resistencia
nacional contra Washington de sectores importantes de la gran burguesía
brasileña y, por supuesto, de vastos sectores de la población
de ese país. Esa resistencia será tanto más grande
cuanto que no existe una amenaza social inmediata para el régimen
capitalista, que nadie -ni el PT, ni el MST ni la Central Unica de los
Trabajadores petista- plantean y, mucho menos, organizan. Porque, aunque
las llamadas burguesías nacionales se han debilitado considerablemente
con la mundialización y han crecido enormemente los sectores locales
que forman parte del capital financiero internacional y siguen por convicción
e intereses la línea que dicta Washington mediante el FMI, los capitalistas
siguen siendo heterogéneos y entre ellos, en los países medios
como Brasil y Argentina, hay algunos que buscan espacios propios, sobre
todo cuando no tienen una amenaza social inmediata y pueden apoyarse, por
lo tanto, en una fuerza social ajena y opuesta, pero aún desorganizada.
Con Lula o incluso con Serra, Brasil seguirá pues reluctante
frente a Estados Unidos y eso influirá en Argentina, y en las clases
medias uruguaya y paraguaya (los trabajadores de esos países ya
están movilizados contra la política neoliberal).
Resulta, por lo tanto, particularmente ciego el sectarismo
de parte de la izquierda argentina que, de modo esquizofrénico,
espera el triunfo en Brasil del PT (que es un frente que incluye derechistas,
que es reformista y que está electoralmente unido con sectores de
la derecha), pero pone cara de asco en Argentina ante la posibilidad de
un frente entre Elisa Carrió, los socialistas reformistas, el grupo
radical de Luis Zamora y la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), que
es nacionalista radical. Esa llamada "izquierda" ve a esos grupos, particularmente
a la CTA (a cuya dirección califican incluso de "charra", "corrompida"
y "derechista" cuando Víctor de Gennaro es un ejemplo típico
de la izquierda peronista) como enemigos, cuando ese frente en formación
llama a toda la izquierda a unírsele en una movilización
que haga posible la renovación total de todos los cargos electivos
institucionales y unas elecciones generales que acompañe una Constituyente
Popular, convocada con o sin permiso del Parlamento, y ha convocado además
a un paro nacional. Cuando el populismo de derecha de Rodríguez
Saa -la derecha peronista, más los antiperonistas de derecha, como
Mariano Grondona, más los golpistas derechistas carapintadas
como Aldo Rico- aparece como principal candidato del peronismo y podría
arrastrar votos populares con su falso nacionalismo, un frente electoral
que se base en movilizaciones y plantee una constituyente popular puede
ser la única alternativa. Sobre todo si define y propaga un programa
común con claro contenido social y se basa en la lucha por el trabajo
para todos y la eliminación de las condiciones del hambre y de la
dependencia nacional.