viernes 30 de agosto de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
n Recibió anoche el doctorado honoris causa de manos del rector de la UAP
Después de 30 años, el crimen contra Joel Arriaga sigue impune, se quejó Poniatowska

Amelia Domínguez n

En su discurso de recepción del doctorado honoris causa que le otorgó anoche la Universidad Autónoma de Puebla, Elena Poniatowska recordó su estancia en el observatorio de Tonantzintla, al lado de su marido el científico Guillermo Haro, quien le dio albergue al perseguido Luis Rivera Terrazas durante el gobierno represor de Luis Echeverría, y habló de la especial devoción que sintió por este investigador, quien enseñaba en la universidad.

Ante un público conformado por estudiantes, académicos, autoridades universitarias y lectores asiduos, Poniatowska evocó: "Tonantzintla era y es un pueblo mágico por la presencia de la iglesia de Santa María y por la del observatorio situado en una colina que Guillermo Haro fue cubriendo poco a poco de árboles... Además de la diafanidad del aire, del cielo muy azul durante el día y muy negro durante la noche, el espectáculo lo da el valle de Cholula, una de las regiones más antiguas de México, protegido por el Popocatépetl, la Ixtaccíhuatl, la Malinche y el Pico de Orizaba..."
La vida en Tonantzintla estaba ligada a los astros, pero también a los hombres, aclaró, tras de lo cual hizo una remembranza de los acontecimientos que enlutaron a la comunidad universitaria en 1972. Contó que en julio de ese año se colocó carteles en la ciudad de Puebla que decían: "Jaime Ornelas, Luis Rivera Terrazas, Joel Arriaga, Alfonso Vélez, Fuera de la UAP o muerte". Al igual que José Revueltas, la vida de Arriaga estuvo llena de encarcelamientos, uno de ellos el 26 de febrero de 1968. "Joel Arriaga quiso que en nuestro país las leyes fueran justas y, como una despiadada ironía, después de treinta años, el crimen en su contra sigue impune", destacó.
Por su parte, el rector de la UAP, Enrique Doger Guerrero, expresó que desde sus primeros trabajos en el periódico Excélsior, Elena Poniatowska ha caminado durante cinco décadas por la vida de México, sorprendiéndonos con sus revelaciones sobre nuestra condición social, durante la ceremonia en que como presidente del Consejo Universitario de esa casa de estudios le hizo entrega de una medalla y un pergamino a la escritora por su contribución a la literatura mexicana.
En su breve semblanza, Doger Guerrero hizo referencia a la más reciente obra de Poniatowska, La piel del cielo, que relata parte de la vida en el Observatorio Astronómico de Tonantzintla, "con la cual los universitarios y universitarias de Puebla nos identificamos por tratarse de personajes nuestros. Queridos y cercanos". En esta novela, de la mano imaginaria de Lorenzo de Tena, junto a Luis Enrique Erro y Guillermo Haro, reencontramos a Luis Rivera Terrazas, dijo en alusión al científico y ex rector de la UAP a mediados de los 70.
En una cálida ceremonia -por el afecto de la gente hacia la galardonada y por lo encerrado del salón Paraninfo del edificio Carolino-, los asistentes brindaron un aplauso de larga duración a la prolífica autora, quien ha incursionado en casi todos los géneros literarios, desde la novela, el cuento, la crónica, el testimonio y el ensayo, en casi cincuenta años de ejercicio literario y periodístico.
En representación de la Facultad de Filosofía y Letras, unidad académica que elaboró la propuesta para que se le otorgara este reconocimiento, Gerardo de la Fuente Lora destacó en su discurso que Elena Poniatowska ha ayudado a México a descubrir al otro, a los otros de sí mismo; a hacernos concientes del caudal de desigualdades, diversidades, diferencias y difericiones sobre las que se va construyendo a diario la vertiginosa modernidad de estas tierras en un proceso que se ha impuesto desde el exterior más que haberse generado de necesidades propias.
En este sentido, es receptora del legado de una reflexión iniciada hace ya un siglo por el Ateneo de la Juventud, por Alfonso Reyes, Salvador Novo, los Contemporáneos; zaga continuada de manera insuperable por Octavio Paz con su disección de la herida y los abismos del mestizaje; por Carlos Fuentes y sus vislumbres de lo histórico como narración interminable; por Carlos Monsiváis y su imperativo de hacer la crónica de los días; la brillantez desmesurada de Elena Garro, y tantos más.
La apertura de la lengua que practica Poniatowska, sólo es comparable con el efecto de Alejo Carpentier, ese francésrusocubano, en la literatura de su isla y de Hispanoamérica en general, equiparó.
òltima en el turno al micrófono, la escritora, quien ha recibido en otras cinco ocasiones el doctorado honoris causa de diversas universidades del país y del extranjero, hizo un rosario de agradecimientos por el reconocimiento. Dio las gracias no sólo a la universidad que le otorgó la distinción, sino también a los símbolos que forman parte de la cultura poblana: a sus edificios añejos, la Catedral con sus ángeles, a la Capilla del Rosario, la biblioteca Palafoxiana; a sus artesanías, la loza de talavera, el ónix de Tecali; a su gastronomía: el mole poblano, los chiles en nogada, las cemitas; a sus escritores Germán Lizt Arzubide, Severa Arostegui, María Lombardo de Caso y Manuel M. Flores; a sus héroes Ignacio Comonfort, Ignacio Zaragoza, a los zacapoaxtlas. Dio las gracias también por su nieta Inés Haro Buxadé, una poblanita de año y medio, a los poblanos anónimos, al rector y a la comunidad académica y estudiantil por esta casa de cultura, concluyó.