En julio de 2000, 52% del campesinado favoreció
a los candidatos del tricolor
El voto verde aún es básico para
el PRI
El sector agrario es uno de los tres pilares de ese
partido y tiene 74 legisladores federales
MIREYA CUELLA
Más allá de las causas que tejen la relación
entre pobreza y preferencia política priísta, las cifras
muestran que el voto verde ha sido en los últimos años
el oxígeno electoral del PRI. El 52 por ciento de los sufragios
que emitieron los campesinos el 2 de julio de 2000 fueron para el tricolor,
seguido muy de lejos por el PAN, que recogió 26 por ciento.
A medida que la sociedad mexicana se vuelve urbana, la
"reserva de votos" le sirve menos al PRI para revertir el sufragio azul
de las grandes ciudades. Sin embargo, los campesinos siguen votando mayoritariamente
por ese partido. Así lo hicieron también en 1997, cuando
51 por ciento de ellos marcó el logotipo del viejo partido en el
poder.
El voto campesino, que los analistas ubican en la actualidad
aproximadamente en 15 millones, de un total de casi 60 millones de votantes
del país -algunas regiones son mixtas, tienen voto urbano y rural
en una misma sección o distrito electoral-, fue tradicionalmente
de tal importancia para el PRI que en sus primeros tropiezos electorales
nunca asumía una derrota si antes no llegaban los resultados del
voto verde, es decir, de las regiones rurales del territorio en
disputa.
Ahora los campesinos ya no votan de manera casi unánime
por el PRI, como hace 25 años. Pero están presentes no sólo
como uno de los tres pilares de ese partido -los llamados sectores- sino
que tienen actualmente 74 diputados federales que se dicen campesinos y
que llegaron al Congreso por su militancia en la Confederación Nacional
Campesina (CNC), y cuando menos cuatro gobernadores que se asumen cenecistas:
los de Tamaulipas, Hidalgo, Durango y Puebla. Beatriz Paredes, presidenta
de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, hizo su carrera
política a la sombra de los campesinos.
La CNC, columna vertebral
La estructura de la CNC, por conducto de las ligas de
comunidades agrarias (siempre de la mano de los programas gubernamentales
enfocados al agro), ha sido la columna vertebral de la organización
electoral del PRI en el campo. Sin contar el uso que se les ha dado a los
campesinos para llenar plazas públicas y auditorios a la hora de
cerrar o abrir campañas políticas.
Durante la última década el voto campesino
tuvo cambios drásticos. En 1991 el PRI captó 72 por ciento
del voto rural; en 1994 obtuvo 62.1, y en 1997 disminuyó a 51 por
ciento, de acuerdo con los estudios de Horacio Mackinlay, investigador
de sociología de la UAM Iztapalapa. Mientras que en 2000, Consulta-Mitofsky
reportó que 62 por ciento del voto rural fue para Francisco Labastida
Ochoa.
En estos años, al tiempo que caía la preferencia
electoral de los campesinos por el PRI, ésta crecía hacia
los partidos de oposición. En las elecciones de 1991, el PRD contaba
con ocho por ciento de esos votos y el PAN con 7 por ciento; para 1994
llegaron a 19 y 12 por ciento, respectivamente, reporta el mapa electoral
realizado por el investigador Gustavo Emmerich.
Para el proceso electoral de 1997, los votos rurales por
la oposición también se elevaron, pero el sufragio siguió
siendo mayoritariamente priísta. De 5.5 millones de sufragios rurales
que se emitieron, el PAN obtuvo 16 por ciento; el PRD 22 y el PRI 51 por
ciento, lo cual le significó 24 por ciento de la votación
total que obtuvo en esos comicios.
En la elección de 2000, el voto foxi-panista tuvo
en el campo un crecimiento casi tan exponencial como en las zonas urbanas,
al llegar a 26 por ciento, desplazando a Cuauhtémoc Cárdenas
y el PRD del segundo sitio que habían tenido desde 1988. El perredismo
se fue al tercer lugar con 19 por ciento de los sufragios rurales.
Silvia Gómez Tagle dice en la Geografía
del poder y las elecciones en México que las presiones económicas
o institucionales que se ejercen sobre los electores pobres son especialmente
significativas en países como el nuestro, sin embargo, la relación
entre pobreza y preferencias políticas es muy indirecta y los análisis
sugieren la elaboración de una reflexión teórica más
cuidadosa para explicar las mediaciones entre las características
socioculturales de la población y las relaciones de poder que finalmente
se expresan en los resultados electorales.