Jorge Anaya
El tiempo según Fox
El presidente Vicente Fox expresó hace unos días un concepto interesante acerca del tiempo. El hombre que ha dedicado casi dos años de gobierno a "enmendar y remendar" considera que examinar con mirada crítica una lista de libros destinados a alumnos de primaria es "perder el tiempo". Lo importante, dijo, es que los libros ya están en las aulas, aunque la verdad es que se entregarán por allí de noviembre, según informó la misma reportera, Karina Avilés, que tanto escozor causó con su escrutinio del famoso catálogo de títulos. Total, el tiempo es relativo, como bien saben los que abrevan sus conocimientos científicos en series televisivas como Quantum leap.
El comentario desdeñoso del Ejecutivo pretendía dar por terminada la discusión sobre la famosa lista de libros. Es claro que tanto él como quienes enviaron una carta a El Correo Ilustrado quejándose de las críticas de escritores a los que dicen admirar no esperaban sino aplausos y arrobada gratitud por su iniciativa de llenar las aulas de libros que de otro modo seguirían estorbando en los almacenes de ciertas editoriales cercanas a sus afectos.
Lástima, pero hay quienes tenemos la percepción de que quedan aún muchas preguntas sin contestar en el asunto.
Un aspecto al que ya se refirieron José María Pérez Gay y Javier Aranda Luna es el de los criterios con los cuales se seleccionaron las editoriales participantes. La información oficial sólo señala que en una primera fase intervinieron asociaciones civiles "con amplia experiencia en la promoción de la lectura y la selección de títulos para niños y jóvenes", pero sólo menciona dos. De allí salió una primera lista de unos 65 títulos por grado, entre los cuales los 82 expertos convocados en la segunda lista tendrían que elegir 25.
Tampoco se conocen los criterios aplicados para integrar el grupo de expertos, a quienes la información oficial identifica como "maestros frente a grupo (whatever that means), coordinadores de promoción de la lectura en los estados, investigadores educativos, funcionarios de educación y cultura y especialistas en el tema (?), además de escritores y promotores de la lectura de distintas organizaciones". En cuanto al procedimiento seguido para esta selección, sólo se comunica que en jornadas de trabajo que "fueron realmente gratificantes", los expertos "se dieron a la tarea de revisar con sumo cuidado cada uno de los títulos propuestos".
Es de suponerse que al invitar a Víctor Hugo Rascón Banda, dirigente gremial de los escritores, se buscaba poder exhibir un aval importante. Resultó un garrafal error de cálculo, porque el testimonio del dramaturgo, publicado en estas páginas, es hasta ahora la mejor prueba de que se trató de un proceso plagado de imposiciones, en el que la capacidad de elección se vio severamente limitada por la escasez de alternativas. En la carta a El Correo Ilustrado con la que tuvo la gentileza de responder a la pregunta planteada por quien esto escribe, Rascón Banda expresa que llegó a considerar su renuncia al ejercicio, aunque optó por quedarse para dar a conocer sus observaciones.
De los demás participantes sólo se han identificado en público los cuatro firmantes de la carta mencionada, quienes, ya sea por modestia o por suponer que son suficientemente conocidos, se limitan a dar sus nombres sin añadir dato alguno sobre sus cargos o sobre la responsabilidad que tuvieron en el proyecto.
Por supuesto, quien guste de perder el tiempo en curiosidades no dejará de notar los apellidos Carrasco Altamirano, y quizá de hacer algunas pequeñas investigaciones elementales. Alma Carrasco Altamirano, aunque viene en segundo lugar entre los cuatro firmantes, parece ser el personaje fundamental. Avecindada en Puebla, ha sido figura clave en proyectos tales como el Programa Nacional de Lectura y la colección Libros del Rincón de la SEP, tiene a su cargo el diseño y mantenimiento de las páginas web de dichos programas, así como la del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa, además de ser presidenta del Consejo Puebla de Lectura, A. C., en cuya calidad será la organizadora del séptimo Congreso Latinoamericano para el Desarrollo de la Lectura y la Escritura, que se celebrará precisamente en esa ciudad el próximo octubre. Actividades encomiables todas ellas, y además, según revelan fuentes cercanas a la doctora Carrasco, muy productivas en términos más tangibles -no olvidemos que los fondos previstos para dicho fin por la administración foxista ascienden a cuatro mil millones de pesos. Según se ve, la maestra Elba Esther no es el único personaje allegado al partido tricolor que mantiene buenas relaciones con el gobierno de Fox, en particular en materia de educación.
Al igual que el elbazo que dio nacimiento al Instituto Nacional para la Evaluación Educativa, el Programa Nacional de la Lectura guarda aún recovecos en los que las ganas de perder el tiempo de algún periodista curioso podrían conducir a hallazgos interesantes. Y, aunque no sea del agrado del presidente Fox y de algunos abajofirmantes, vale la pena profundizar en el asunto, no sólo por la cuantía de los recursos federales involucrados, sino sobre todo porque se refiere a uno de los sectores de por sí más golpeados por las políticas neoliberales: la niñez.