Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 25 de agosto de 2002
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Contra

MAR DE HISTORIAS

Vivir sin alma

CRISTINA PACHECO

Delia camina de prisa, esforzándose por esquivar a los viejos que, a media mañana, están en posesión del jardín. Sin volverse a Elvira, su nueva asistente, sigue interrogándola:

-ƑTú le pediste a don Justo que te ayudara con la papelería?

-No, él solito se ofreció.

-ƑY estaba tranquilo?

-Sí, perfecto.

-Para que se haya puesto tan mal, algo tiene que haber sucedido.

-Palabra que no. Estábamos platicando muy bien cuando llegó Conchita a preguntar si a la nueva asilada iba a dársele lavandería. Saqué su expediente y leí: "Inválida: todos los servicios".

-ƑGuardaste el fólder en su lugar? Luego se pierden y es un lío-. Delia suspira: -Me urge tanto la computadora.

-Le encomendé a don Justo que lo hiciera-. Casi enseguida le oí la respiración muy rara, como si se le hubiera atorado algo en la garganta.

-Es asmático. El polvo pudo haberlo afectado.

-No lo creo. Además, ya lo he visto cuando le dan los ataques y no era igual. Temblaba y se puso pálido.

-Me hubieras llamado antes de que saliera.

-ƑCrees que pude detenerlo? Iba como demonio.

-Que Julia llame al doctor Vélez.

-ƑY si no lo encuentra? Es sábado.

-Pues que busque a otro. La cosa es que haya alguien aquí.

Un anciano con facciones de pájaro y nariz supurante se acerca a Delia con expresión alarmada:

-ƑSucede algo? ƑPuedo ayudar?

-No pasa nada, profesor -contesta la administradora, disimulando apenas su impaciencia. Unos metros adelante se detiene:

-No sé cómo le hacen para darse cuenta de todo.

-Son viejos y saben...

Al pasar frente al grupo de ancianos que en sus sillas de ruedas conversan bajo un liquidámbar, Delia procura sonreírles. Uno de los viejos se precipita a su encuentro:

-No van a quitarme el cuarto Ƒverdad? Siempre que llega un nuevo asilado me refunden cerca de la caldera y no duermo, no duermo -chilla don Tulio, enfatizando su protesta con la cabeza.

-Si no sabe no hable, abuelito: la que llegó fue una señora, así que el pabellón de hombres queda igual.

Una mujer de ojos vivaces se aproxima:

-Oiga, Delita, la nueva Ƒcómo se llama?

-No me acuerdo.

-Alma Torres no sé qué -dice Elvira. Levanta las cejas en señal de admiración: -Debe de haber sido bien guapa.

-A los veinte todas fuimos bonitas -afirma la interna.

-Luego platicamos. Tengo urgencia-. Delia da vuelta, con intención de alejarse, pero doña Luisa insiste:

-ƑAlguien se puso malo?

-No, pero tanto quehacer. Acuérdese de que ustedes dan mucho trabajo-. Delia camina decidida: -Luisa es tremenda. Si se entera de lo que le sucedió a don Justo al rato va a ser un chismerío.

Cuando llegan a la habitación 309 Elvira se detiene:

-ƑEntro contigo?

-No, vete a llamar al doctor Vélez.

 

II

 

-Don Justo, soy Delia. ƑPuedo prender la luz?

-No.

-Está muy oscuro.

-Si le molesta, váyase.

-Amanecimos de mal humor- comenta Delia en tono maternal.

Jala una silla y se sienta muy cerca del viejo: -Elvira me dijo que usted se puso muy agitado. ƑEstá usando correctamente su Ventolín?

-No quiero que me vea así.

-Pero si no distingo nada-. Delia estira la mano y enciende una lámpara de buró. -Está llorando. ƑOtra vez se acordó de algo triste?

-Ya todo serán remordimientos.

-Más despacito: Ƒde qué habla?

-De mis cosas-. Don Justo inclina la cabeza: -Quiero irme.

-šIngrato! Aquí todos lo apreciamos mucho y resulta que está pensando en dejarnos. ƑQué mala cara vio?

-Que se vaya.

-ƑQuién?

-Alma.

-Es el nombre de la señora que llegó esta mañana-. Delia ve a don Justo apretarse las manos: -ƑLa conoce?

-Que si conozco a Alma Torres. šInfeliz! Por ella dejé a mi esposa de toda la vida, a mis hijos y Ƒpara qué? Ella también se fue. Me volví loco buscándola y ahora viene aquí.

-ƑPor eso se puso tan mal y está queriendo irse?

-Soy un viejo horrible...

-El tiempo es igual para todos.

Justo no la escucha:

-Sus ojos eran bellísimos.

-Sí, todavía los conserva.

-ƑHabló con ella? ƑCómo está?

-Bien pero con su enfermedad.

-šCállese!- don Justo se levanta: -Ayúdeme a buscar otro asilo.

-Le mentiría si no le dijera que será muy difícil. Cada vez hay más ancianos abandonados. Tendrá que permanecer aquí, a menos que piense buscar a sus hijos para irse con alguno de ellos.

-No sé ni dónde viven y nunca me han visitado. Para ellos estoy muerto-. Cierra los puños: -No quiero ver a Alma.

-Imposible. Tarde o temprano coincidirán en el jardín, en el comedor, en la capilla.

-šYo no voy a misa!

-Pero come y sale a tomar el sol-. Delia cree haber derrotado al viejo: -Más vale que se resigne. Hoy, a la hora de la comida, se encontrarán por fuerza. No la va a reconocer.

-A lo mejor ya ni se acuerde de mí después de tantos años.

Ella tenía dieciocho y yo cuarenta. Imagínese.

-Usted no cambió tanto y sigue llamándose Justo Olvera Madrigal. ƑHabrá otro con ese nombre tan bonito?

-Espero que no-. Hace una pausa: -Causé mucho daño Ƒsabe? Por Alma hice desdichada a mi familia, pero a ella no le importó. Se fue. Quería sentirse libre, tener su mundo.

-ƑElla le dijo eso?

-No, pero me dejó-. Don Justo suspira: -Fue muy difícil aprender a vivir sin Alma y ahora me quita hasta su recuerdo. šMaldita! ƑPor qué me hace esto?

-Ella no sabe que usted vive aquí.

-ƑEntonces por qué vino?

-Está sola y enferma.

-Preferiría que se muriera en la calle, sin volver a verla.

-ƑTanto rencor le guarda?

-Usted no entiende. Ella es mala. No se conforma con haberme arrebatado cuanto tenía sino que ahora viene a quitarme lo único que me dejó: su hermoso recuerdo-. Don Justo murmura: -Por las noches, cuando me persiguen los remordimientos, pienso en Alma, en su belleza. Así me justifico por haber hecho lo que hice. šQue se vaya!

-La pobre no tiene a nadie.

-Me tenía a mí. Yo amaba su recuerdo, pero ahora... Será cosa de empezar a morir.

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