Alfredo C. Villeda
Bush y Bin Laden: la prostitución de los dioses
El domingo 7 de octubre de 2001, las familias estadunidenses tenían casi un mes de escuchar a su presidente decir que Osama Bin Laden era el responsable de los atentados en Washington y Nueva York, caracterizándolo más como ente diabólico que como terrorista. Por eso cuando CNN puso a cuadro al evasivo saudiárabe, y con ello metió al "diablo" a la sala de cada hogar, George W. Bush acababa de ganar su primera batalla después de tan severo traspié: el miedo de la nación le permitiría mantenerse en el poder.
"Quiero decirle a Estados Unidos que juro por Alá, que ha soplado el sol al cielo, que Estados Unidos no tendrá paz. Hoy Dios lo ha maldecido con sus propias acciones malas, ya que Dios ha destruido algunos de sus edificios más grandes. Estados Unidos se llenó de terror de oeste a este y de norte a sur. Así, le damos gracias a Dios." Con tales frases se presentó al mundo Bin Laden, con lo que el discurso de ambos se fue al terreno que manejan: la demagogia.
Cuando Bush se dio cuenta de que la consejera de seguridad nacional, Con-doleezza Rice, había fracasado, ya los duros del Pentágono hacían planes para la campaña contra el terrorismo y fue entonces que el círculo cercano del texano, avezado en el arte de predicar la moral, tuvo la idea de emprender la lucha en el nombre de Dios. Justicia Infinita fue la gran aportación de los duros de la intimidad de la Casa Blanca, con lo que el sesgo religioso se imponía en la disputa contra quienes también, en el nombre de Alá, preparaban la defensa del Islam. La prostitución de los dioses cristiano y musulmán.
ƑQué le importan a Bush las víctimas de las Torres Gemelas y del Pentágono? ƑQué le importa el trauma contra los millones de niños y adolescentes que vieron cómo llegaba al seno de su hogar el mismísimo "diablo" a amenazarlos con nunca más vivir en paz? ƑQué le importan los millones de estadunidenses afectados, paranoicos, temerosos con cada carta que reciben, con cada avión que surca su espacio aéreo? Daños colaterales, en el argot de Rumsfeld. Pero la respuesta está en sus acciones. ƑPor qué desechó las advertencias sobre la eventualidad de un atentado? ƑPor qué quiso esconder esa omisión de consecuencias catastróficas con la creación de un superórgano que cultiva sus obsesiones guerreras y, al mismo tiempo, somete a la CIA y la FBI, enviando como mensaje que ambas tienen más responsabilidad que él en la pifia?
El escándalo Enron aceleró sin duda los planes para crear la nueva dependencia. Las pruebas de irregularidades en los nexos del equipo de Bush, y del mismo presidente y su padre, con el colapsado gigante energético, echaron a andar la maquinaria para que a cada noticia de la corrupción entre ambas entidades se diera a conocer una alarma por la "inminencia" de un atentado. Así, un especialista predicador de la moral, el procurador John Ashcroft, asomaba sin sonrojo alguno ante las cámaras para advertir que, ahora sí, ahí venía un nuevo ataque. La confirmación de que fue un estadunidense (y no un árabe o cualquier otro inmigrante que, como tal, es en ese país un potencial terrorista) el que envió las cartas con ántrax deja en la mesa la certeza de que desde el 11 de septiembre del año pasado el mando en Washington ha usufructuado la tragedia de su pueblo para cumplir con sus proyectos expansionistas, esconder sus pifias de desastroso resultado y difundir su doctrina "moral" contra lo que llama eje del mal.
El vendaval Enron, además, no vino solo. Las corporaciones WorldCom, Xerox e incluso Walt Disney fueron sorprendidas apenas días atrás inflando sus ganancias en una inusitada serie de trampas que sacudió al mundo, y que en horas motivó un todavía más inusitado hecho: el presidente estadunidense exigió a los grandes consorcios de su país "honestidad contable". Durante la tormenta Enron, debe recordarse, la Casa Blanca puso múltiples obstáculos a la entrega de información que le demandaba el comité senatorial encargado de las pesquisas. Así, frente a los escándalos, cada fecha significativa será un señuelo a usarse contra la población. Ya fue el 4 de julio, pronto será el aniversario de los atentados, después el Día de Acción de Gracias, el Supertazón o la Serie Mundial. Al final de cuentas, los tiempos de la justicia están del lado de Bush: es rápido crear un superórgano que alimente fantasías bélicas y quite culpas al presidente, y sumamente lento hallar evidencias y superar todos los amparos para demostrar la red de corrupción Casa Blanca-Enron.
Mientras, seguirán los discursos. Dios está con América, dirá el estadunidense; with God on its side, como en la canción de Dylan. Alá castigará a los pecadores que persiguen al Islam, responderá Bin Laden. Los dioses prostituidos por sus convocantes. La teoría de imponer el miedo como forma de control político, de Vlad Tepes a Bush, de Fouché a Bin Laden, sigue vigente. Es el peso de la historia de los pueblos que bien puede resumirse en un diálogo virtual de dos voces universales:
-Toda clase de farsantes predica la moral -dice Dickens.
-El hombre es vil, a todo se acostumbra -responde Dostoievski.
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