Silvia Ribeiro
Granjas secretas y drogas transgénicas
En Estados Unidos se han realizado desde 1991 más
de 300 experimentos secretos en granjas que utilizan cultivos agrícolas
para producir químicos industriales y fármacos en plantas
transgénicas, sin que los vecinos ni el público tuvieran
conocimiento de éstos ni de los riesgos a los que están siendo
expuestos. Se están utilizando maíz, soya, arroz, tabaco,
alfalfa, tomate y otros cultivos. El preferido, usado en 70 por ciento
de los experimentos, es el maíz.
Las entidades donde se han hecho más experimentos
han sido Nebraska, Hawai, Puerto Rico y Wisconsin, seguidos de Iowa, Florida,
Texas, California, entre otros. En muchos casos las operaciones son al
aire libre, en zonas de intensa producción agroalimentaria. Los
productos finales a extraer de las plantas son en su mayoría secretos,
pero entre los que se conocen se incluyen anticuerpos -por ejemplo, maíz
espermicida-, drogas abortivas, coagulantes y anticoagulantes sanguíneos,
hormonas, vacunas, enzimas industriales, químicos para la industria
de plásticos y adhesivos. Algunos productos ya están en el
mercado.
El extenso informe sobre estos experimentos, elaborado
por Amigos de la Tierra para la coalición estadunidense de consumidores
y ambientalistas Genetic Foodalert (www.gefoodalert.org), fue presentado
el 16 de julio pasado a las autoridades de ese país, que hasta la
fecha no han respondido. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos
(USDA) tiene a su cargo la autorización de estos experimentos, cosa
que ha hecho, pero manteniendo la confidencialidad pedida por las empresas
en cuanto al lugar de operaciones y el producto a obtener; es decir, totalmente
a espaldas del público y agricultores vecinos de los sitios. Según
el informe, en los archivos de los 198 permisos otorgados (en un total
de 315 sitios) la cláusula de "información de negocios confidencial"
es citada 362 veces. Complementariamente, el hecho de que no se consideran
estrictamente cultivos, o químicos, o farmacéuticos, ha confundido
y evitado la mayor parte del aparato regulatorio.
Las empresas involucradas en estos experimentos son, entre
otras, ProdiGene, Monsanto, Pioneer, CropTech, Limagrain, Dow, Cargill.
Según ellas, la razón de hacer plantas transgénicas
para producir químicos y drogas es "económica": no se necesitan
costosas instalaciones, las plantas producen solas y los agricultores son
baratos. Sin embargo, uno de los pocos productos ya en el mercado, la avidina,
producida en maíz transgénico, comercializada por Sigma Chemical
Company, se vende hasta 200 por ciento más cara que el mismo producto
obtenido a partir de clara de huevo, donde existe naturalmente.
Es alto el riesgo de que estos cultivos se crucen contaminando
otros cultivos en los campos, ya que en muchos casos solamente se solicita
que guarden cierta distancia de los cultivos próximos. Ya se ha
probado que esa distancia ha sido superada por el polen llevado por viento
o insectos, particularmente en el caso de la canola y el maíz, que
son de polinización abierta. Además, los agricultores que
los cuidan, tienen otras siembras en su propia granja y no necesariamente
toman todas las precauciones. O sea, en la práctica, se liberan
cultivos productores de químicos y drogas al ambiente, a los insectos
y animales que se alimenten directamente de ellos y probablemente a la
cadena alimentaria humana, como sucedió con la variedad de maíz
Bt Starlink, que se introdujo en el procesado de alimentos, pese a no hacer
sido autorizada para consumo humano y pese a que su cultivo guardó
la distancia requerida con otras parcelas.
Al respecto, la revista Nature Biotechnology afirmó
en junio pasado: "Las estrategias de contención de genes no son
confiables en el campo. Las compañías de semillas seguirán
confundiendo lotes y los molinos mezclando variedades. Aunque existan zonas
de amortiguamiento que teóricamente podrían contener la dispersión
de genes, en la práctica los agricultores no serán capaces
(o no querrán) seguir estas reglas. ¿Se puede esperar razonablemente
que todos los agricultores [limpien] meticulosamente todo su equipo para
eliminar cualquier rastro de semillas transgénicas? Más grave
aún, el flujo genético podría resultar en que materiales
transgénicos no aptos para consumo humano terminen en la cadena
alimentaria".
El estudio menciona también la contaminación
de maíz criollo en Oaxaca y Puebla, como otro ejemplo de la imposibilidad
de contener el escape de los transgenes, donde la contaminación
llegó al campo y al consumo sin ni siquiera estar permitido su cultivo,
y aún no se toman medidas de contención.
Es claro que, de cara a la salud humana y animal, así
como al ambiente, este tipo de cultivos no deberían existir, ya
que los riesgos son enormes, y lo que intentan producir se podría,
si fuera necesario, hacer por otras vías. Esto ilustra, además,
fehacientemente lo que espera a los países que creen que con regulaciones
de bioseguridad van a contener el flujo de genes o la capacidad de burla
de esas reglas -y de cabildeo para ajustarlas en su favor- de las empresas
multinacionales que dominan la tecnología de los transgénicos.
Mucho más responsable, sencillo y efectivo: esta tecnología
no es necesaria y no debería ser permitida.
La autora es investigadora del Grupo ETC