La cinta, dirigida por Vicente Aranda, se estrena hoy en nuestro país
Juana, la loca, historia de una pasión con final abierto
ARTURO CRUZ BARCENAS
El drama histórico cinematográfico Juana, la loca (que se estrena hoy en México) aborda la vida de la mujer de ámbito real que ha pasado al curso de los tiempos como quien lo dio todo por amor. La cinta inicia en 1496, cuando una flota parte con destino a Flandes. Su objetivo es conducir a la infanta Juana a la Corte de Bruselas, donde contraerá matrimonio con el que más tarde sería conocido como Felipe el Hermoso.
El encuentro es electrizante. Con tan sólo mirarse nace entre ellos una atracción y un deseo incontrolables. Se olvidan de sus obligaciones políticas y se abandonan a sus sentimientos. Sin embargo, el destino tiene otros planes para ellos. Las muertes de sus hermanos mayores y de su madre Isabel la Católica convierten a la infanta Juana en reina de Castilla y heredera de la corona de Aragón. Estos acontecimientos desembocaron en dos batallas: una política, entre la nobleza flamenca y la castellana, y la otra, mucho más dolorosa, la que libró Juana en su cama.
El director Vicente Aranda lleva la narración a un plano donde el espectador debe decidir si Juana está loca o no. La palabra que ronda a lo largo de la historia es la oteliana celos. "No se ama sino se cela", dice Juana (Pilar López de Ayala), quien quiere a Felipe (Daniele Liotti) sin límites. El amor es una pasión, como el juego, dijo Dostoievski. Juana responde muy bien a esa definición; es decir, hay cosas que no son objeto de razón.
Felipe es un mujeriego empedernido, quien goza de las mieles de las damas de la Corte y del amor de burdel, hasta que cae en los brazos de Aixa (Manuela Arcuri), quien sale más artificiosa y recurre a sortilegios, como el de pedirle a Satán que Felipe doble las manitas y caiga en sus garras.
Lo logra, pero es utilizada en un complot para destronar a Juana. El pueblo se percata de la estratagema de Aixa y de las debilidades de Felipe. El final deja al espectador una lectura abierta.
El drama histórico tiene una escenografía impresionante, con escenas que alcanzan el nivel de cuadros. La fotografía es de Paco Fomenia. Producida en 2000, la producción ganó tres premios Goya en las categorías de mejor actriz (Pilar López de Ayala), mejor vestuario y mejor maquillaje, además de estar nominada en otras nueve áreas. En el Festival de San Sebastián obtuvo la Concha de Plata en la categoría de mejor actriz y estuvo nominada a la de mejor director.