Leonardo Garcia Tsao
Ojos bien abiertos
Esto sí era difícil de prever. Steven Spielberg ha demostrado bastante más capacidad de cambio que su amigo y colega de generación, George Lucas. Mientras éste sigue atorado en sus ya rancias fantasías adolescentes, Spielberg ha demostrado en Sentencia previa cómo su atenta cinefilia le ha permitido salir un poco de su habitual estilo.
Basada levemente en un relato de Phillip K. Dick, la película se sitúa en el año 2054, cuando en Washington se ha puesto en práctica una división policíaca de pre-crimen. Gracias a las visiones de asesinatos futuros que experimentan tres videntes -llamados precogs-, conectados a una computadora, la policía puede arrestar al asesino en potencia antes de perpetrar el crimen. Enviado por el FBI a supervisar el sistema, el agente Danny Witmer (Colin Farrell) duda que todas las acciones estén predeterminadas, pero el jefe John Anderton (Tom Cruise) confía plenamente en la certeza del método. Claro, hasta que él mismo aparece cometiendo un asesinato en las visiones de Agatha (Samantha Morton), la más dotada de los precogs.
Obligado a huir de quienes eran sus hombres, Anderton se propone llegar al fondo de lo que parece ser una trampa tendida por Witmer. Para ello, el ex policía consulta a su jefe Lamar Burgess (Max von Sydow) y acude con la propia Agatha para luego descubrir de qué manera su posible crimen está relacionado con la misteriosa desaparición de su hijo Sean.
Como resulta obvio, Sentencia previa se suma a esos retratos orwellianos de una futura sociedad totalitaria, empeñada en controlar al individuo a través de los avances científicos y el atropello de sus derechos. Aunque elementos derivados de Ridley Scott (Blade Runner), Paul Verhoeven (Robocop) y Terry Gilliam (Brazil) pueden detectarse en diversas instancias de la película, la influencia de Stanley Kubrick ejerce más peso aquí que en Inteligencia artificial, el anterior esfuerzo de Spielberg, adaptado directamente de un proyecto de Kubrick.
Al igual que en Naranja mecánica (1971), el tema central de Sentencia previa es la vieja cuestión filosófica del libre albedrío. Todo está perdido si el hombre deja de escoger su destino, sea cual fuere, y permite que un sistema decida por él. (Entre otras citas específicas a la obra de Kubrick, el director del proyecto se apellida Burgess, al protagonista le sujetan los párpados como en la técnica Ludovico y, en una estupenda coincidencia, el director de arte se llama Alex McDowell, un nombre digno de ser seudónimo).
En la ilustración del tema, Spielberg ha adoptado una mirada oscura -en las antípodas de una luminosa fantasía como E.T.-, que ya había sugerido en su anterior cinta sin llevarla a sus últimas consecuencias. La huída de Alderton se desarrolla como una pesadilla noire, entre ambientes tenebrosos y sórdidos fotografiados por Janusz Kaminski, con esos recurrentes colores deslavados de tono metálico. Sin embargo, el cineasta ha recuperado el toque lúdico, el mismo que había campeado al inicio de su filmografía y se mostraba ausente en sus recientes proyectos de pretensiones serias. Al retomar el concepto del entretenimiento hollywoodense con neuronas, Spielberg no desperdicia un detalle humorístico o un personaje secundario memorable, ni tampoco la oportunidad de desplegar su oficio en ingeniosas persecuciones.
A diferencia de Lucas, otra vez, Spielberg no se deja llevar por la espectacularidad de los efectos digitales per se. Elementos futuristas como los videos en holograma o periódicos con pantalla digital están ahí sólo para apuntalar esa visión tecnocrática del primer mundo dentro de medio siglo y la idea de que nada escapa al verdadero Big Brother. Confiando en sus dotes de eficiente narrador, Spielberg prefiere concentrarse en el movimiento incesante del protagonista ("todo el mundo corre", es su mantra), interpretado por Cruise en su registro de exaltado hombre de acción. La estrategia de hacerlo alternar con actores extranjeros mucho más capaces -Morton, Farrell, Von Sydow- aporta el peso necesario.
Sentencia previa coquetea con un final fatalista, evocador de la conclusión de Brazil (1986). Pero es como el falso final de Inteligencia artificial. Bajo esa compulsión por las resoluciones positivas, Spielberg se siente obligado a atar todos los cabos -la unidad familiar reintegrada, claro- y explicarnos la intriga dos veces. La ambigüedad nunca ha sido su fuerte. No importa. La ausencia en Sentencia previa de cualquier forma sentimentalismo -hasta John Williams no le ha puesto sacarina a su partitura--anuncia quizá la demorada madurez de un cineasta que se antojaba condenado a una adolescencia perpetua.
SENTENCIA PREVIA
(Minority Report)
D: Steven Spielberg/ G: Scott Frank, Jon Cohen, basado en un cuento de Philip K. Dick/ F. en C: Janusz Kaminski/ M: John Williams/ Ed: Michael Kahn/ I: Tom Cruise, Colin Farrell, Max von Sydow, Samantha Morton, Lois Smith, Peter Stormare/ P: Cruise /Wagner /Blue Tulip/ Ronald Shusett/ Gary Goldman para DreamWorks y 20th Century Fox. EU, 2002.
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