![]() ANA GARCÍA BERGUA LOS HÉROES DEL FRACASO Una estrella televisiva en franca decadencia, un grupo de escritores condenados a la inexistencia glamorosa en un país africano inventado, un oficinista hundido en la depresión y apaleado el día de su cumpleaños, los rebeldes de una sociedad donde el orgasmo es obligatorio, un escritor ególatra y tan literalmente hermético que termina escribiendo en su propia piel y hundido en sus propias heces, un director de cine que se desploma en el peor de los abismos por enamorarse de la estrellita de la telenovela que dirige, y la voz implacable y culpígena de la tía de un travesti. Todas estas personas desfilan por los cuentos de El orgasmógrafo, el libro de relatos de Enrique Serna que salió hace unos meses en Plaza y Janés. He estado releyendo estos cuentos de Serna, y tratando de ir un poco más allá de la reseña inmediata y cumplidora que se suele escribir cuando los libros están fresquecitos y recién salidos del horno, ya que en la primera lectura me parecieron inquietantes, quizá estridentes, un poco al modo de su novela El miedo a los animales. Sin embargo, al paso de los meses de andarlos rumiando pacientemente, y luego de ver unas cuantas series de televisión de estas nuevas, cuya finalidad parece consistir en mostrarnos cómo se puede elevar a cualquier persona literalmente, a cualquier idiota al cenit de la fama, y luego aventarlo en caída libre para gozo y disfrute del estimado público, he llegado a la conclusión de que estos cuentos de Serna poseen un gran fondo de verdad. Es decir que su estridencia no es un invento, ni un recurso estilístico, sino hélas! un retrato bastante realista y fidedigno del alma de nuestra sociedad presente.
En los cuentos que componen El orgasmógrafo, Enrique Serna hace gala de un equilibrio magistral entre el patetismo de la acción y el filo satírico de la narración; poco tiene que añadir el narrador a estos personajes para que resulten francamente ridículos y a la vez uno quiera conmoverse por ellos, tratando de rescatar lo que queda ahí de nuestra naturaleza humana cada vez más triste, condenada en estos tiempos a ser un fracaso perpetuo por la pura comparación con todo estímulo exterior: en ese sentido resulta ejemplar "El matadito", el cuento del burócrata deprimido el día de su cumpleaños. En "El orgasmógrafo" y "Tía Nela" Serna desarrolla una veta fantástica que en mi opinión no está tan lograda como en "Tesoro viviente"; "Tía Nela", sin embargo, podría ponerse como ejemplo en las escuelas de cómo es un cuento bien escrito de cabo a rabo. De cualquier manera, no es el género fantástico el terreno privilegiado de Enrique Serna, a quien yo calificaría como el mayor escritor realista de mi generación (y que me perdonen los académicos que se han de saber clasificaciones más actuales), dueño de una pluma que se mueve con mucha acidez y mucha amargura, pero sobre todo con gran maestría. ![]() JAVIER SICILIA HOPKINS, LA MIRADA DE LA FE Después del último gran resplandor místico, con Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, en el siglo XVI el primero se remonta a la Pseudo Dionisio, siglo I; el segundo a los místicos renanos medievales, el racionalismo fue desalojando la experiencia de la fe de la vida de los hombres. El mundo abierto por Descartes a la crítica racionalista del siglo XVI y por Bacon al empirismo científico encontraba dos nuevas deidades: las ideologías seculares nacidas con la Revolución Francesa y el Moloch técnico del maquinismo y la industria. Una revuelta fundamental, el Romanticismo, recordaba en sus viajes a la oscuridad del sueño los vestigios de la fe. Dios era entrevisto como lo sagrado. La fe, esa experiencia interior en Cristo que desembocó en la vía mística, había dejado casi de existir. Fuera de algunos santos que en el seno de una Iglesia que, en el mejor de los casos, trataba de poner la fe a al servicio de la iluminación racionalista y, en el peor, a atrincherar a sus fieles en una dogmática ciega vivían en la experiencia mística, la poesía no había dado nada que se pareciera a Juan de la Cruz. Fue la aparición de Gerard Manley Hopkins (Stratford, Essex, 1844), la que dio una vuelta de tuerca a esta tradición olvidada. Lo que el estudiante de Oxford, convertido en 1866 por el influjo del cardenal Newman al catolicismo, descubrió, fue un mundo desintegrado que necesitaba reordenarse en el misterio de la fe. ¿Cómo hacerlo? Dos experiencias fueron fundamentales para Hopkins: su lectura de Duns Escoto que durante el siglo XIII había enseñado en Oxford y sus experiencias con la pintura. La primera le descubrió que el conocimiento por la fe es el conocimiento más alto, el verdadero saber que está más allá de la ciencia, de la filosofía y de la razón; la segunda, que la hermosura específica y peculiar distintiva de cada objeto, que es "lo esencial y lo único perdurable", lo eterno en lo fugaz lo que llamó inscape (años después Maritain lo llamaría el misterio ontológico de las cosas) se cristaliza en lo que él denominó intress, "la energía cohesiva dice Juan Tovar que sostiene el inscape, el principio por el cual las partes coinciden con el todo". El choque entre la subjetividad, intress, de quien percibe el inscape, revela en la emoción estética lo que la fe contempla en el misterio creado. A diferencia de Juan de la Cruz y de la mística renana, Hopkins no prescindió de la realidad concreta para internarse en el principio fundamental por lo que todo viene al mundo y, después, volver a las cosas con una mirada purificada, sino que, en la evidencia de las cosas mismas, descubrió el principio fundamental que las hace ser. En este sentido, la mirada de Hopkins, como la mirada racionalista y científica, se planta delante de las cosas para descubrir sus misterios; pero, a diferencia de ella, no las escudriña de manera racional, es decir, diseccionando, violentando sus partes para conocer su funcionamiento y apoderarse de él; las mira desde la fe, es decir, las contempla desde las partes más profundas de la conciencia. Esa mirada llevó también a Hopkins a dar una vuelta de tuerca al verso tradicional. ¿Cómo nombrar no sólo lo que la fe el intress descubre en el misterio ontológico el inscape de las cosas, sino también la belleza que se percibe ahí? En esa lucha por revelar la mirada de la fe, Hopkins descubre lo que llamó el sprung rhytm o "ritmo cortado" algo que Rubén Darío y Jaimes Freyre descubrirían también con el modernismo que "consiste en escandir sólo por acentos, sin tener en cuenta el número de sílabas, de modo que un pie puede constar de una sílaba fuerte o de muchas débiles y una fuerte [lo] que me parece un principio mejor y más natural que el sistema ordinario; mucho más flexible y capaz de efectos mucho mayores". Con Hopkins la fe, expresada en el universo poético, volvió a ponerse de pie para el mundo moderno. Sin él no sólo la poesía de Eliot hubiese sido imposible, sino también una crítica poética al mundo contemporáneo desde la alegría de la fe que descubre lo inmutable. Va este poema, "La grandeza de Dios", escrito en 1877 y traducido por Juan Tovar, como una muestra de esa crítica alegría en la fe: "El mundo está poblado de la grandeza de Dios./ Flamea de pronto, como relumbre de oropel sacudido;/ Se congrega en magnitud, como el légamo de aceite/ Aplastado. ¿Por qué pues los hombres no acatan su vara?/ Generaciones han ido pisando, pisando, pisando;/ Y todo lo agosta el comercio; lo ofusca, lo ensucia el afán;/ Y lleva la mancha del hombre y comparte del hombre el olor: el suelo/ Se halla desnudo, ni el pie, calzado, puede ya sentir// Y con todo esto, natura nunca se agota;/ Vive en lo hondo de las cosas la frescura más amada; Y aunque las luces del negro occidente partieron,/ Oh, la mañana, en el pardo borde oriental, mana;/ Pues el Espíritu Santo sobre el corvado Mundo cavila con cálido pecho y con ¡ah! vívidas alas." Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos y evitar que Costco se construya en el Casino de la Selva y el aeropuerto en Atenco. |