El compositor y pianista restrena su obra Panicdrome en el Laboratorio Arte Alameda
Los músicos emigran porque aquí sólo podemos vivir gracias al hueso, afirma Ricardo Cortés
Lamenta que en México se piense que lo contemporáneo sea ''puro ruido y aburrido''
ANGEL VARGAS
Cada vez son más los músicos jóvenes que encuentran poco atractiva la posibilidad de permanecer en el país para desarrollar su trabajo. En los últimos años, según el compositor y pianista Ricardo Cortés, se ha registrado una "preocupante emigración" al extranjero que tiene como fines principales "encontrar los apoyos que aquí se escatiman, sea a través de becas o comisiones, y, sobre todo, la posibilidad de vivir de manera más digna".
Aquellos que optan por quedarse, como señala es su situación, deben distraerse de los fines meramente artísticos y, para subsistir, "debemos recurrir al hueso, en mi caso a componer jingles y musicalizar videos, sobre todo, corporativos y alguno que otro comercial".
A sus 30 años, Cortés se asume como parte de la nueva generación de autores mexicanos que, a diferencia de sus predecesores, han "perdido el miedo" a los géneros, no tienen enfado en el uso de la tecnología y buscan ser más eclécticos.
"Considero que antes los compositores, en términos generales, encontraban una línea temática de lenguaje y buscaban ahondar en ella. Ahora, creo, nos preocupamos por una exploración más ecléctica y experimental, en la que tener elementos unificadores no es algo que se discuta; lo que se busca es estar poniendo en duda y contraposición la idea que acaba de sucederse, donde cada nueva invención es un nuevo paradigma por indagar. Quizá eso se deba a la evolución del arte en general", señala.
''Falta atraer a los grandes públicos''
Entrevistado con motivo del restreno de su obra Panicdrome -como parte del concierto Intermedia-fusión de artes que hoy se ofrecerá a las 17:30 horas en Laboratorio Arte Alameda (Doctor Mora 8, Centro Histórico)-, el músico defeño afirma que cada vez resulta más necesario integrar el arte sonoro con otras disciplinas artísticas, con el fin de desarrollar nuevos canales de expresión y lenguajes, pero también para poder captar la atención del público y atraerlo hacia las propuestas no comerciales.
Asegura que, sobre todo a partir de finales de la década de los 80, se ha detonado en el país una efervescencia por la música contemporánea, lo cual, abunda, puede verse reflejado en las aún incipientes pero firmes iniciativas no institucionales de abrir espacios y foros específicos para esas obras.
Empero, acepta que aún hace falta atraer a los grandes públicos, tarea que califica de "sumamente difícil" si se considera la escasa o nula educación artística que existe en México y los prejuicios prevalecientes acerca de que "la música contemporánea es puro ruido y aburrida".
Cortés resalta que es cierto que "los músicos generalmente están más adelante que la mayoría de sus contemporáneos -fenómeno que, de hecho, se presenta en todas las artes-", no obstante aclara que gran parte de los compositores, sino es que la mayoría, tiene como preocupación central comunicar sus inquietudes, ideas y propuestas a través de sus creaciones. En ese sentido, prosigue, existen un sinfín de obras nuevas muy accesibles que conmueven, provocan y se conectan con quien las escucha.
El fin de las sinfónicas
La preocupación estética del compositor está centrada en el ámbito electroacústico, dadas las infinitas posibilidades que le brinda el uso de tecnología y la computación. Rechaza que el uso de estos elementos en el proceso creativo deshumanice al arte, así como que éste vaya a devenir algún día en ciencia; aunque admite que los conocimientos científicos resultan herramientas muy recurrentes y útiles.
Considera que el temor a la tecnología obedece más bien a que en el transcurso de la historia las máquinas han estado ligadas a los procesos productivos en masa que han desplazado al hombre. Sin embargo no dejan de ser herramientas, dice; lo que las hace peligrosas es el fin para el que se les utiliza.
"El uso de la computadora en la música es tan innovador como lo fue el piano en su momento y ambos son resultado del avance de la tecnología. La discusión estriba en lo que se hace con ese tipo de herramientas; con una computadora se puede detonar un país o crear una obra de arte magnífica, así de extremoso puede ser su empleo", continúa.
"Hay muchas caras de la moneda. En mis fines no está desplazar nunca a un violinista con los sonidos electroacústicos, sino enriquecer ese instrumento con un abanico de colorido y posibilidades distintas".
Por último, Ricardo Cortés se une a los vaticinios que, con tristeza, señalan el fin de la música sinfónica. Y tal situación no será por cuestiones estéticas ni de anacronismos, concluye, sino porque las orquestas de gran formato resultan ya casi insostenibles dentro del modelo económico imperante; y "los compositores debemos adaptarnos a los elementos que tenemos a nuestro alcance; Ƒde qué sirve escribir una pieza para sinfónica si se sabe que no sólo nunca la tocarán, sino ni siquiera la leerán?".