José Cueli

Las cadenas de Eros

El libro Las cadenas de Eros, de Andrè Green, que comenté la semana pasada, es una invitación abierta a repensar lo sexual en el sicoanálisis. En uno de los capítulos finales propone una interesante revisión de autores prominentes que abordaron el tema de la sexualidad. Llama la atención una cita de Roger-Pol Dralt, con la que abre la reflexión:

''Hemos permitido el advenimiento de los libres retozos, expulsado las tinieblas, disipado el silencio. Hemos disuelto los temores sin objeto, borrado los terrores de la ignorancia, instruido cada uno de los mecanismos de la erección, de la eyaculación, de los orgasmos y de la fecundación. Nos hemos informado sobre los riesgos de enfermedades eventuales, sobre los métodos anticonceptivos, sobre las técnicas seguras y menos seguras, sobre las indicaciones y las contraindicaciones. Hemos organizado cursos, reuniones, seminarios, respondido preguntas, distribuido folletos. Hemos hecho un buen trabajo (...) A pesar de esto, sería una gran ingenuidad creer que la sexualidad está libre por fin de sombras. Pero sin duda es un error, al fin de cuentas, imaginarse que sea siquiera educable (...) no vaya a pensarse que la cuestión sexual pudiera ser, en algún sentido, resuelta."

Como Green asevera, en las últimas décadas importantes filósofos abordaron el tema de la sexualidad: Foucault, Deleuze y Lyotard. Sin embargo, en su opinión el debate no se ha cerrado y no es tarea del sicoanalista refutar tales argumentaciones de las cuales dice en general que han intentado borrar ''la herida que inflige al pensamiento el descubrimiento del sicoanálisis''.

En cuanto al pensamiento de Jacques Derrida en torno del tema, destaca que la lectura derridiana se ha abocado más por el sendero de Más allá del principio del placer, que rompe las cadenas de Eros en la desligazón y se hunde sin retorno posible en los misterios de la pulsión de muerte. Finalmente, Eros y la destrucción es el núcleo irrompible de la teoría de Sigmund Freud.

Para Green, el debate debe ser situado en el interior del sicoanálisis y ver la ''infiltración ilimitada de lo sexual hasta en las palabras (...) La lengua no es un instrumento de verdad, sino un receptáculo de la psique".

Lacan, sostiene, nos despertó de un letargo pero cayó en la trampa que había abierto para explorar el inconsciente. ''El inconsciente estructurado como un lenguaje" se ha topado con dificultades al intentar establecer su relación con lo sexual, aun cuando debemos reconocer, por otro lado, que Lacan sabía del lugar central de lo sexual.

Georges Bataille, destaca Green, ya se había colocado en el camino antes que el propio Lacan. El erotismo y Las lágrimas de Eros son dos textos de importancia capital debido no sólo a su belleza y profundidad sino a la independencia de pensamiento de Bataille respecto de la filosofía.

A su vez las avanzadas de los surrealistas en su ''cruzada" por dar cuenta de lo sexual fueron, en opinión de Green, barridas por las enunciaciones de Antonin Artaud, que no han sido tal vez lo suficientemente apreciadas. Es quizá la sinceridad de Artaud lo que más nos conmueve y convence, ya que sus reflexiones no perecen ni pierden objetividad y hondura; su tragedia fue vivida y experimentada en el cuerpo y en el espíritu.

Green concluye ese interesante capítulo con frases contundentes: ''Desde el punto de vista del pensamiento, más que jugar a los nostálgicos del tiempo en que Freud suscitaba unanimidad -Ƒpero acaso ese tiempo existió alguna vez?- hay que celebrarlo, pues sólo del choque de ideas nos llegará, si no la salvación, al menos la virtud crítica".