Teresa del Conde
Homenaje a Cernuda en el Chopo
Este año la exposición que presenta el Círculo Cultural Gay se dedica al centenario del nacimiento del poeta sevillano Luis Cernuda (1902-1963), quien murió aquí y está enterrado en el Panteón Jardín. Este poeta de vida ajetreada, que se exilió de España a causa de sus convicciones republicanas, vivió en Londres y en Nueva York a la vez que hizo repetidas visitas a México, país al que amaba. Esas y otras cuestiones, como las imágenes visuales que sugieren varias de sus estrofas, pudieron quedar de algún modo reflejadas en los trabajos incluidos en la muestra, pero en realidad parecen haber sido pocos los autores que tuvieron la noción de acercarse a su obra.
Entre los que sí lo hicieron están, a ojo de buen cubero, Nahum B. Zenil, Sebastián Moreno, Arturo Rodríguez Döring y Reynaldo Velázquez Zebadúa, a quien corresponden -desde mi punto de vista- las mejores piezas (tallas en madera) del conjunto. Si se considera la continuidad de esa exposición, sería deseable que sus curadores pusieran más cuidado y empeño en la selección, que cancelaran amiguismos y se propusieran desempeñar con seriedad su trabajo de jurados. No niego que hay piezas de valía, pero como siempre sucede, los productos poco profesionales, endebles o mal presentados se tragan a los buenos y les causan daño.
Hubiera sido mejor ofrecer una exhibición más selecta, aunque escueta. Incluso algunos observadores (Jorge Alberto Manrique entre ellos, por ejemplo) experimentamos reparos respecto de alguna de las firmas más conocidas que ocupa con un tríptico de grandes dimensiones un lugar conspicuo en la museografía; lo mismo puede decirse de la efigie de cera del roquero que orina, presentada hace poco en una prestigiada galería, obedeciendo a un contexto que sí lo permitía. La inclusión de tal obra me parece una falta de respeto, sobre todo por el buen nivel conceptual de sus autores. ƑQué tiene que ver eso con Cernuda?
De todos modos es deseable que las autoridades del Museo Universitario del Chopo den más tiempo a la exposición, con objeto de que sea el público advertido quien opine, cosa que no sucederá si existe la amenaza de cerrarla antes de que termine julio. Esa decisión me temo que se debe -no al carácter erótico, en algunos casos excesivamente retórico- propio de algunas piezas, sino a su malhechura y a su pésima presentación. Y lo digo porque el erotismo en la plástica puede ser tan aburrido y monótono como las memorias sexuales de la crítica francesa Catherine Millet, quien realizó un glosario anatómico que pone de relieve los consabidos mecanismos de actos que son todo, menos amatorios. Nada de auténtica literatura erótica puede encontrarse allí.
Así y todo, en la muestra del Museo del Chopo hay sorpresas positivas. Una de ellas es el cuadro de Fernando Guevara, que glosa las pinturas de las castas: ''de lobo y coyote, zorrito tente en el ayre"; o las dos pinturas al acrílico, de Carlos Jaurena, que tienen humor y a la vez calidad pictórica.
Lo mismo puede decirse de los trabajos al temple de Marianela de la Hoz que iconográficamente acusan algún influjo de Alfredo Castañeda, pero manteniendo individualidad y buen nivel de factura. También es gracioso el óleo sobre lámina, de José Antonio Garrido, que parece corroído por el óxido e igualmente se salva la pintura de Eduardo Paulín.
Hay varias fotografías, pero la mayoría son lugares comunes. Entre las que no caen en eso están las de Yolanda Andrade (cosa que no sorprende dado su estatus) y las de Jorge Claro que me parecieron inspiradas en la película La pianista. Excelentes tomas.