Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 15 de julio de 2002
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Política
ATENCO: EL CONFLICTO

Introducción de agua y drenaje, fruto de la gestión de las comunidades

Al gobierno se le olvida que los atenquenses tienen décadas de experiencia en lucha social

MARIA RIVERA

San Salvador Atenco es un pueblo de lucha. La resistencia al decreto expropiatorio, que afectaría más de 70 por ciento de las tierras para la construcción de la nueva terminal aérea de la ciudad de México, es producto de décadas de movilizaciones sociales. Los siete meses que median entre la resolución oficial y el momento actual no son más que un capítulo de una historia de rebeldía.

El gobierno federal debería tener en cuenta esta tradición, advierte David Pájaro, uno de los líderes del movimiento. "No somos inexpertos en la lucha ni en la gestión social. Esta es una región de luchadores sociales. Y el decir Atenco implica hablar de sus siete comunidades: San Salvador, Ixtapa, Acuexcomac, Nexquipayac, Zapotlán, Francisco I. Madero y La Pastoría."

Para los habitantes más viejos del pueblo, algunos de los hitos que han marcado la historia cívica del municipio son el movimiento estudiantil de 1968, que tuvo una amplia repercusión en el rumbo, pero sobre todo las elecciones de 1969, en las que pese a la masiva votación en favor de Salomón Miranda, candidato del Partido Acción Nacional (PAN) a la alcaldía, el gobierno estatal desconoció el resultado.

El blanquiazul era entonces el único medio de expresión de la rebeldía ante el hegemónico priísmo. La izquierda vivía tiempos de clandestinidad. Las esperanzas de cambio no sólo de San Salvador, sino de San Antonio de la Isla y Calpuluac, localidades cercanas a Toluca, donde también habían optado por la oposición, quedaron postergados para mejores tiempos.

En 1969 se sembró la semilla de la desconfianza hacia el gobierno

atenco_guardias_mhtEn San Salvador la gente terminó totalmente desilusionada con los comicios y quedó sembrada la semilla de la desconfianza hacia el gobierno. Como resultado de esa experiencia se formó la Unión Social y Cultural de Atenco (USCA), organización en la que confluyeron personas de todo tipo de filiación política, que tenía como propósito impulsar iniciativas ciudadanas. Continuó gobernando el PRI, pero los avances de la comunidad se lograron en gran medida gracias a la gestión comunitaria.

El agua potable, por ejemplo, no existía en el pueblo. Se abastecían mediante pozos artesianos particulares. En 1970 se conformó un comité para gestionar el servicio. Se logró, y la gente lo valoró como una gran conquista comunitaria. Vieron que se podían hacer obras y continuaron con el drenaje. Las autoridades municipales y gubernamentales se dieron cuenta que estaban siendo borrados del mapa y se comprometieron a realizar trabajos. Hasta la fecha el agua continúa siendo gestionada por el pueblo.

Quince años atrás surgieron una serie de organizaciones regionales, como el Comité de Defensa de los Recursos Naturales y el Frente Popular del Valle de Texcoco, con posiciones claramente de izquierda, que tenían como principal objetivo la gestoría social. Este último grupo se llamó localmente Habitantes Unidos de San Salvador Atenco (Hausa). Una de sus primeras iniciativas, recuerdan sus fundadores, fue la defensa de las costureras de Chiconcuac y contra las alzas a las tarifas catastrales. En este grupo social empezaron a destacar Ignacio del Valle, Israel Rodríguez y Venancio Castellanos.

La irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tuvo una amplia simpatía en el rumbo. Algunos de los miembros de Hausa participaron activamente en el movimiento de solidaridad, y las autoridades mexiquenses comenzaron a hablar de nexos. Fue la época en la que Emilio Chuayffet ejerció el poder con mano dura en la entidad.

Otra lucha que marcó la conciencia de los trabajadores del rumbo fue la emprendida contra la empresa Sosa-Texcoco, que producía alga espirulina, en 1993, y que duró seis años. La disputa terminó con la resolución de pagar a los trabajadores 60 por ciento de los salarios caídos, pero todavía luchan por conseguir el restante 40 por ciento.

En 1994 triunfó el PAN en los comicios municipales. En ese contexto, un año más tarde, Hausa tuvo su prueba de fuego. Enarbolaron una serie de exigencias sociales, como el reparto de tortibonos y transporte, que tal vez para algunos parecerán demandas limitadas pero que para la gente de esta zona son fundamentales, ante los limitados recursos con los que viven, que no tuvieron respuesta. Ante la ausencia de negociaciones, los habitantes del rumbo realizaron un bloqueo en la carretera Texcoco-Lechería.

Les enviaron a un funcionario de bajo nivel a dialogar, pero éste no les resolvió nada y lo retuvieron, en una situación similar a la actual. Finalmente les mandaron a granaderos para reabrir el camino, y éstos, ya encarrerados, irrumpieron en el pueblo y arremetieron contra todo aquel que encontraron en el camino.

La historia de aquella represión ha quedado en la memoria del pueblo. La violenta jornada, con saldo de innumerables golpeados, mujeres y niños incluidos, fue considerada un agravio más en su relación con las autoridades. "Por eso sabemos cómo responder, sabemos también cómo podemos cuidar a nuestra gente. Ya lo vivimos", explican quienes sufrieron esos hechos.

Tras la vivencia panista en el gobierno siguieron dos alcaldes priístas.

Pese a esta experiencia en la lucha social, el proyecto del nuevo aeropuerto de la ciudad de México tardó en suscitar una respuesta colectiva en el municipio. Mientras en Texcoco algunas organizaciones de tipo social habían realizado ya una serie de consultas y foros en torno a los efectos del proyecto, entre marzo y abril de 2001, en Atenco el rechazo se inició hasta junio del mismo año.

Tras llevarse a cabo las primeras reuniones para construir un movimiento de resistencia, se organizaron comisiones de enlace con los jóvenes de la región y con los ejidatarios. Días más tarde funcionarios del estado de México llegaron a presentar el proyecto y encontraron un ambiente de repudio.

Para entonces a Hausa se la había cambiado el nombre por el de Organización Emiliano Zapata.

El 20 de junio de ese mismo año se realizó un foro en Chapingo, donde se invitó a autoridades del estado de México y a académicos para hablar sobre los efectos de la obra, y se decidió la formación de una coordinadora regional en repudio de la nueva terminal aérea. Organizaciones que habían estado aisladas durante largo tiempo empezaron a converger, y la Universidad Autónoma de Chapingo (Uach) se convirtió en el espacio físico de confluencia.

La institución universitaria se ha convertido desde entonces en blanco de todo tipo de descalificaciones por parte de las autoridades mexiquenses, que la acusan de foco de radicalización. Lo cierto es que la Uach ha sido tradicionalmente un espacio favorable al pensamiento de izquierda, y buena parte de los atenquenses que tienen estudios universitarios son egresados de ese centro universitario.

Finalmente, el movimiento ha seguido la misma pauta que los anteriores. La movilización, que tiene como eje la lucha por la tierra, se ha construido sin participación partidista. Los orgullosos atenquenses siguen apostando por la movilización comunitaria para resolver sus problemas, más aún cuando lo que se encuentra en juego es su supervivencia como pueblo.

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