''Estoy listo para morir ejecutado''
Javier Suárez: no merezco estar fuera, pero tampoco creo en la pena capital
ELENA VEGA ESPECIAL PARA LA JORNADA
Livingston, Texas, 11 de julio. Al mexicano Javier Suárez Medina le quedan 35 días de vida. El 14 de agosto, de acuerdo con lo programado, será ejecutado con una inyección letal en Huntsville, Texas, en la misma cámara de la muerte en la que han muerto otros cuatro mexicanos.
Tranquilo, amable y en ocasiones sonriente, Suárez, de 33 años de edad, habla de su cita con la muerte, de su vida en prisión, de Dios, de su familia y del crimen que pagará con su vida.
"Ahora estoy tranquilo, yo sé que tengo fecha de ejecución, pero no tengo miedo, no estoy nervioso, yo estoy preparado por si llega a pasar... Estoy listo", dice en entrevista con La Jornada en la prisión conocida como Polunski Unit, ubicada en el poblado de Livingston, Texas, donde 17 mexicanos esperan turno para ser ejecutados.
A través de un cristal a prueba de balas y de sonido, Suárez conversa con la ayuda de un teléfono colocado en el estrecho cubículo de entrevistas.
Su principal preocupación ahora, dice, son sus padres. "Lo único que ahora me molesta es lo que están sufriendo mis papás, mi familia, mis amigos."
En mayo de 1989, Suárez fue encontrado culpable de homicidio en primer grado por haber matado a tiros a un policía encubierto durante una operación de venta de cocaína.
De acuerdo con la evidencia presentada en la corte, Suárez y un cómplice, Fernando Fernández, se encontraron en un estacionamiento con el agente Larry Cadena para venderle cocaína.
Tras entregar la droga, Suárez abrió la puerta del automóvil de Cadena y le disparó siete veces. Otro policía que observaba la operación disparó en contra de Suárez y su cómplice, y ambos fueron detenidos.
Desde el momento del crimen, Suárez reconoció su responsabilidad e indicó que los disparos los había realizado debido a que sintió miedo tras escuchar algunos balazos.
"No voy a decir que merezco estar allá afuera", dice Suárez, y agrega que a pesar de las condiciones en las que ha vivido en los últimos 13 años, durante los cuales ha recibido fecha de ejecución 14 veces, si estuviera en sus manos decidiría vivir.
"La gente va a pensar que es fácil para mí decir esto por mi situación, pero nunca he creído en la pena de muerte", explica. "Matándome a mí no van a (revivir) a nadie; si el muchacho Larry Cadena pudiera revivir matándome a mí, entonces yo con ganas les pediría que lo hicieran, pero la cosa es que no va a cambiar nada, esto sólo va a lastimar a más gente", dice.
Agradece al gobierno mexicano por el apoyo en las apelaciones que tratan de salvarle la vida, pero indica que tratar de apelar al gobierno estadunidense para una clemencia es perder el tiempo.
"Yo no pediría nada al gobierno americano, yo sé que para mí, como para cualquier otro, eso es un gasto de tiempo. Pida lo que pida uno aquí el gobierno americano no va a hacer nada.
"Ellos (el gobierno estadunidense) ya demostraron que quieren que esta ejecución vaya adelante, ellos rompieron sus mismas leyes para condenarme y sentenciarme y eso demuestra que quieren que esta fecha vaya adelante", dice en referencia a un testigo presentado durante el juicio, quien indicó que había sido atacado con un arma por Suárez dos años antes del crimen. El acusado ha negado dicho incidente.
"Para decir la verdad, no espero que quiten la fecha de ejecución, en mi corazón siento que sí me van a ejecutar y no estoy apurado. Yo ya estoy listo y esta gente cree que me está castigando, pero la verdad es que me están mandando a una parte mejor que aquí.''
Tierra mexicana para su sepelio
Cuando Suárez tenía tres años de edad, junto con su padre, su madre y cuatro hermanos cruzó ilegalmente la frontera que separa a México de Estados Unidos y dejó atrás su tierra natal: Piedras Negras, Coahuila.
"Lo triste es que no conozco nada por allá", dice Suárez.
La familia, explica, llegó a Estados Unidos "para encontrar un trabajo más bueno, casi la misma razón que tiene la mayoría de los mexicanos que vienen para acá, para encontrar un trabajo más bien, para tener una vida más bien".
Los Suárez se establecieron en Dallas, en donde el padre de Javier consiguió trabajo como cocinero. Todos lograron regularizar su estatus migratorio y actualmente viven en la ciudad de Uvalde, ubicada 84 millas al suroeste de la ciudad de San Antonio.
Si ahora, dijo Suárez, tuviera la oportunidad de salir libre, lo primero que haría sería ir a México.
"Para empezar me saldría de Estados Unidos y ya nunca regresaría para acá. Me fuera para México y nunca regresaría. (...) Yo prefiero estar en México, pero bien adentro de México, en un rancho en donde no estuviera cerca de Estados Unidos", expresó.
Por lo pronto, señaló, su deseo inicial era ser enterrado en Coahuila. Pero debido a que sus padres viven en Estados Unidos, Suárez decidió ser enterrado en este país, pero con una condición: "que antes de cubrir el agujero con la tierra americana que se traigan tierra de México, porque aunque estoy en Estados Unidos pueden decir que estoy debajo de tierra mexicana Es la única manera en la que quiero que me vayan a enterrar de este lado".
Trece años de soledad
Durante los 13 años en que Javier Suárez ha esperado su cita con la justicia estadunidense no se le ha permitido tocar a sus familiares. Si Suárez muere el 14 de agosto será sin haber tocado a sus padres en todo ese tiempo. Aquí las despedidas consisten en una visita de dos horas a través de un grueso cristal.
Cada día de su estancia en esta prisión, la más segura del país, Suárez es despertado a las 3 de la mañana, hora en la que se sirve el desayuno. Después vuelve a dormir.
"Luego me levanto como a las 6:30 de la mañana y lo primero que hago es que me pongo a decir una oración a Dios, para darle gracias por el día que me da, y me ofrezco a él para que haga conmigo lo que él quiera ese día", explicó.
Después tiene derecho a una hora de recreo, en una sala rodeada de barras que se encuentra en el interior del edificio. El recreo es individual y no hay contacto con los otros compañeros. No obstante, estando en la sala de recreo los presos pueden comunicarse hablando desde las celdas y desde dicha sala.
Tras el recreo Suárez vuelve a su estrecha celda solitaria y ahí escucha la radio, "una estación que se llama La Raza, y me gusta porque ponen muchos corridos (...) me pongo a escribirle a varias amigas y amigos de otros países, me gusta mirar revistas y a veces me paro en la puerta y me pongo a hablar con los compañeros que están a los dos lados de mí", explicó.
Ahí, Suárez ha hecho amigos, muchos de los cuales han muerto ya. "Irineo Tristán era como mi hermano, igual Miguel Flores", dijo, en referencia a dos de los mexicanos que han sido ejecutados.
El próximo mexicano ejecutado será él. Ahora el gobierno de México, el Programa de Asistencia Jurídica y la abogada Sandra Babcock tratan de agotar todas las posibilidades legales para conseguir la conmutación de la condena.
Si no tienen éxito, Suárez será ejecutado el miércoles 14 de agosto en Huntsville, Texas.
"Yo les he dicho a la familia, a mis hermanos, a todos, que el día que me maten yo no quiero que estén llorando, yo quiero que se pongan a celebrar por un mexicano pobre que se fue a una vida más buena que la vida en este mundo", dijo.