Orlando Delgado Selley
Temores de la izquierda
Las lecciones del fracaso de la izquierda socialista francesa no parecen haberse asimilado. La derrota de Lionel Jospin mostró que cuando la izquierda hace esfuerzos por parecerse al centro termina fallando en su tarea principal, que no sólo consiste en administrar bien el gobierno, lograr que la economía crezca, conseguir que se creen algunos empleos, ni siquiera en reducir la jornada semanal de trabajo. Es, sobre todo, responder a los requerimientos de la construcción de una sociedad más justa, por ello no puede limitarse al ámbito nacional. Es desarrollar una política que ponga el acento en la solidaridad con los menos favorecidos y atempere los ímpetus frenéticos de una globalización que ha beneficiado esencialmente a los poderosos.
Los electores franceses le dieron la espalda a un proyecto que se diferenciaba poco de la derecha. A partir de esto la propuesta de la izquierda en cualquier país del mundo debiera haberse modificado sustancialmente, reconociendo que la idea de que otro mundo es posible implica, necesariamente, rupturas con los preceptos del pensamiento único, con la continuidad en los supuestos equilibrios básicos macroeconómicos. Cambios en lugar de continuidad seguramente afectarían los mercados financieros, proclives a elogiar las políticas de los gobiernos dóciles a la ortodoxia imperial, incompatible con la justicia social y la construcción de democracias comprometidas con el bienestar colectivo.
En Brasil la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT) tiene perspectivas electorales que lo sitúan con una ventaja de 20 puntos. Las elecciones presidenciales ocurrirán dentro de cuatro meses, el 6 de octubre próximo. Los mercados financieros, esto es, las empresas de análisis financiero que califican la conveniencia de invertir en cierto tipo de papeles, han empezado a advertir que la llegada de Luiz Inacio Lula da Silva, el candidato de los pobres brasileños, incrementaría sustancialmente el riesgo, ya que podría dejar de cumplir con sus obligaciones de pago, lo que ha provocado corridas especulativas. El PT gobierna desde hace tiempo municipios, ciudades y estados importantes con un programa que incluye un manejo cuidadoso de las finanzas públicas, sin renunciar al proyecto social que responde a sus electores.
Brasil es la novena economía del mundo, medida por su ingreso nacional bruto, tiene una población de 170 millones de habitantes, un ingreso per cápita de 3 mil 580 dólares, lo cual lo ubica en el lugar 82 del mundo. El 20 por ciento más pobre de su población recibe apenas 2.2 por ciento del ingreso nacional. La información macroeconómica da cuenta de que el crecimiento del producto fue de 4.5 en 2000, 1.5 en 2001 y se espera de 0.5 este año, en tanto el real se ha devaluado 24.4 por ciento en los meses recientes. La inflación anual es de 5.5, con reservas internacionales de 35 mil millones de dólares y un flujo de inversión extranjera previsto de 20 mil millones de dólares. La deuda externa representa 55 por ciento del producto interno, la tasa de interés es de 23 puntos porcentuales, con un déficit en la cuenta corriente de más de 24 mil millones de dólares. El panorama no muestra ningún fundamento sólido, sino precisamente lo contrario.
En el seno del PT se discute la propuesta económica que presentará Lula. Algunos sostienen que se requiere garantizar continuidad, incluso conservar al equipo económico que dirige actualmente el país, para tranquilizar a los mercados. Otros señalan que el centro del programa debe dirigirse a los aspectos que se modificarán, en las rupturas fundamentales con el modelo vigente. En esta discusión ya hay definiciones: el compañero de fórmula de Lula será un gran empresario textil, dirigente de un partido de derecha, el Partido Liberal.
En un mitin reciente el candidato del PT señaló que son gente seria y que garantizarán la estabilidad, al tiempo que uno de los más importantes asesores económicos de Lula, Aloizio Mercadante, discute con el jefe del FMI en Brasil, según informa El País (2/07/02, p. 6).
Tratar de parecerse al centro, prometer garantías de estabilidad, no convence a nadie. Los mercados no van a creer en un Lula que renuncia a su característica fundamental, la de un obrero metalúrgico. Sus partidarios empezarán a recelar de él, como acaba de ocurrir ahora que presentó al candidato a la vicepresidencia. De imponerse la propuesta de continuidad, Lula no va a ganar, pero si lo logra, Ƒa quién servirá?
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