viernes 28 de junio de
2002 |
Cine De la febril amnesia al despiadado insomnio n Alfredo Naime |
En 1997 el director noruego Erik
Skjoldbjaerg acuñó un estilizado thriller policiaco en
el que dos investigadores viajaban al más remoto ártico
noruego a resolver un asesinato. En poco tiempo, el
brillante (inacabable) sol de medianoche -y algunas
equivocaciones tácticas- provocarían el desmoronamiento
de uno de esos agentes. Tanto lució en su momento el
film, llamado Insomnia, que no resulta extraña la
aparición, bajo título idéntico, del remake
hollywoodense; remake que, por cierto, no parece salido
de ahí. Y no lo parece gracias a que el responsable del proyecto es Christopher Nolan, el realizador que se hizo célebre con su ópera prima: Amnesia (Memento; 2001), cinta que por increíble que parezca manipulaba el tiempo real para contarse no en flashback, sino literalmente hacia atrás: es decir, desde su conclusión hasta su planteo, en una estructura narrativa tan heterodoxa que a fin de cuentas resultó propiamente inseguible (así y todo, Amnesia tiene miles de fervientes admiradores). Con Insomnia, Nolan opta por ir hacia adelante -cual se acostumbra-, pero sin abandonar su fascinación por lo que ocurre en las mentes de sus personajes, lo que se hace más atractivo a partir de los actores escogidos para encarnarlos. Porque todo parece preocuparnos más, involucrarnos más, atraernos más, en la medida en que en el cast están Al Pacino, Robin Williams y Hillary Swank, entre otros. La línea argumental de la nueva versión de Insomnia va muy en la ruta de su antecesora nórdica: dos oficiales de la división criminal de la policía de Los Angeles (Al Pacino y Martin Donovan) llegan a un villorrio de Alaska para resolver el asesinato a golpes de una joven de 17 años. Paralelamente, ambos están presionados por una investigación de Internal Affairs -el organismo fiscalizador de la policía- que los involucra de lleno y que bien pudiera acabar con la carrera de Will Dormer (Pacino), el cop más veterano de los dos. Ambas investigaciones se complican a partir de una serie de eventos que, a pesar de su origen distinto, corren paralelos y enturbian los dos casos. Al mismo tiempo, Dormer, sobre quien la tensión se va haciendo insoportable, ve como transcurren los días sin poder dormir un solo minuto, en ese sitio helado y alejado de todo, en el que (por la estación del año) el sol jamás se pone. Así -entre el agotamiento de 150 horas sin conciliar el sueño; de los giros e impedimentos que el caso de la chica va presentando; del acoso cada vez más asfixiante de Internal Affairs, y de los confusos sentimientos de culpa y responsabilidad que ofuscan al detective- el experimentado Will Dormer se enfrascará en una pesadilla de proporciones dantescas en la que gradualmente todo pierde su sentido esencial. Dormer se convierte en una bomba de tiempo; en un ser al límite cuya capacidad de juicio deja de existir en la misma proporción en que sus párpados se hacen más pesados. Desde la butaca no sabemos qué ocurrirá primero: que el tipo someta al asesino, que se vuelva loco o que se desplome muerto de cansancio por no dormir. Insomnia, plena de carga psicológica, se acomoda en una atmósfera tan densa como poderosa. Sus detonantes son el deber, el miedo y el cansancio, atestiguados por el despiadado sol de medianoche de Alaska, presente a todas horas. Un thriller en el que conceptos como moralidad y culpa afloran a partir de un criminal y un policía que, obligados por las circunstancias, se miran como en un espejo, siendo el otro reflejo de uno mismo. En fin, un film valioso que absorbe al espectador por la vía del infalible recurso de las actuaciones magnéticas: Pacino, sin sobreactuarse, pasmoso en su personaje al borde del colapso; Robin Williams, en un complicado bajo perfil -muy efectivo- que no desentona; e Hillary Swank, consiguiendo un equilibrio perfecto de entusiasmo, dulzura y perspicacia. En efecto, Insomnia tiene lo suficiente como para quitar el sueño, de tanto pensarla. |