Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 25 de junio de 2002
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Política

José Blanco

Gil y la crisis argentina

La declaración del secretario Gil ante la comisión del Senado resultó simplista, imprudente y desestabilizadora. Las bases de la operación de la economía mexicana y de la argentina son asaz distintas. La crisis argentina aún no toca fondo. El corralito está asfixiando a un segmento considerable de la sociedad, pero si fuera levantado, los efectos sociales serían devastadores. La devaluación acumulada de 70 por ciento del peso argentino se multiplicaría por un factor muy alto; lo mismo ocurriría con las 600 mil personas que mensualmente están cayendo por debajo de la línea de pobreza. Tal es el brutal drama de corto plazo que viven los argentinos.

Esa crisis tiene componentes históricos de largo plazo, y factores de corto plazo derivados de las insensatas "reformas" y de la ciega política económica perpetradas por Menem y más ciegamente por De la Rúa; más la corrupción galopante de la clase política y su total falta de legitimidad frente a la sociedad. Lo de Argentina resulta de un experimento vil de Washington y el FMI, comprado por la clase política de ese país. Ellos lo aceptaron y ellos son los responsables.

El FMI y Washington han estado en busca de un "modelo" de crecimiento con estabilidad para el subdesarrollo. El eje principalísimo del experimento argentino fue la caja de conversión, con su paridad de uno a uno con el dólar. Esa paridad sólo podía sostenerse si el aumento de la productividad de la economía argentina hubiera marchado a la par que la de Estados Unidos y la del resto de los países desarrollados. Eso no podía ocurrir y sus exportaciones se desplomaron, con lo que el volumen monetario en circulación también lo hizo, paralizando a la economía, desequilibrando profundamente el balance externo y aumentando vertiginosamente su deuda con el exterior.

Eso ocurrió en una economía que de suyo mantenía una relación baja entre sus exportaciones y su producto interno. Conforme el "modelo" em-peoraba, el FMI recomendaba cada vez mayores disparates y el gobierno argentino los compraba. Sobre las barbaridades criminales cometidas por Menem, entre 2000 y 2001 el gobierno de De la Rúa introdujo tres grandes aumentos de impuestos, recomendados por el FMI. Esta medida aumentó las ya altas tasas impositivas, colocándolas por encima de las que se pagaban en Estados Unidos, lo cual coadyuvó eficientemente al colapso en los ingresos fiscales, tanto como a la violenta fuga de capitales, en gran medida a Brasil.

El "modelo" argentino, no lo perdamos de vista, fue también comprado por los inversionistas españoles, franceses, alemanes en menor medida, pero no por las trasnacionales gringas, que en su inmensa mayor parte le pusieron distancia al experimento.

Al deshacerse el gobierno argentino de los activos públicos todo lo em-peoró en el momento en que una crisis de tal magnitud se presentó. En tal sentido la venta de esos bienes públicos contribuyó a alcanzar la profundidad actual de la crisis, porque el gobierno quedó desarmado. No es cierto, como dijera Gil, que la falta de recursos fiscales obligó a Argentina a vender los activos y que, cuando éstos se agotaron, el gobierno entró en insolvencia, de la cual derivaría la crisis. Es un mal "argumento" para presionar en busca de una reforma fiscal en México. Las cosas no ocurrieron así en Argentina. Ahí hubo unos aumentos impositivos que se convirtieron en fuertes coadyuvantes de la fuga de capitales, dada la tromba fulminante que experimentaba el marco macroeconómico. Lo dicho no quiere decir que en México no haga falta, como el oxígeno, una reforma fiscal en serio, por cuanto estamos en un país con una de las cargas fiscales más bajas del orbe.

De paso no deberíamos olvidar que en tiempos de Gil Díaz como subsecretario, él empujó como nadie para que México adoptara una caja de conversión a la argentina. Las voces opuestas en México afortunadamente prevalecieron. México tuvo una de sus peores crisis financieras en 1994-1995, que terminó con un alto costo social: el Fobaproa-IPAB, más barato, sin embargo, que la caja de conversión y el corralito. Por supuesto que esto no hace aceptable ni el Fobaproa ni el manejo macroeconómico que condujo al propio Fobaproa. Es claro: derrumbada la URSS y erigida en única superpotencia Estados Unidos, éste ha sido un pésimo gobierno de la economía globalizada y, por tanto, no pueden aceptarse sin más las ocurrencias del imperio.

No hay forma de volver a la economía keynesiana en el marco nacional del pasado, pero el Estado nacional no puede quedarse paralizado en una falsa disyuntiva: estabilidad o crecimiento seguido de inestabilidad y crisis.

Ciertamente, algunas de las fortalezas que mantienen la estabilidad de la economía mexicana han comenzando a debilitarse (el vaciamiento del fondo petrolero de contingencia, por ejemplo). Pero una falsa explicación de la crisis argentina no nos sirve para poner orden en la economía doméstica

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