martes 18 de junio de
2002 |
Mundianálisis La "raya" existe n Horacio Reiba |
Hablábamos ayer de
una potencial doble revancha, pero también de que, para
hacerla posible, había que merendarse primero a los
gringos. No hubo modo. El futbol mexicano sigue muriendo
de mal de altura en octavos de final, y esa simbólica
"raya" no hay modo de rebasarla. Es como si
cada mundial fuera para los nuestros un camino angustioso
al borde del abismo: pueden animarse a emprenderlo y
hasta empezar a andarlo con cierta soltura, pero al cabo
les gana el horror al vacío y acaban el empeño
despeñados. Al rival casi le basta con plantarse en la
raya a esperar ese momento de vértigo, que llegará
inexorablemente. Como Estados Unidos, que se encontró
ayer con el partido ideal para sus hábitos de calculado
encierro y zarpazos a mansalva. Le salió redondo, no en
balde tenía enfrente un grupo de sonámbulos
encabezados, quién lo dijera, por su otras veces atinado
entrenador. Cerrazón total. Si los estadounidenses plantearon el partido militarmente -retaguardia reforzada, un control absoluto, físico y táctico, de los movimientos del adversario, e incursiones relámpago aprovechando los enormes vacíos creados por tan taimada estrategia-, México fue una mala copia de sí mismo, desprovisto de ideas en el campo y en el banquillo, sin saber qué hacer con el territorio que el contrario le cedía y sin capacidad para romper -solos o asociados- el férreo marcaje sufrido, menos aún para horadar la tupida telaraña en zona de definición. A la inocentada de Ramón en el primer gol (permitió que Reyna le madrugara el saque de una falta sobre entreala derecha), Aguirre respondió con su reemplazo por Luis Hernández, decisión útil para centralizar su juego de ataque y facilitarle la tarea a la aspiradora made in USA, a cambio de desamparar definitivamente su flanco izquierdo. Como a la inferioridad táctica del Tri se unía la físicoatlética, y la obligación de empatar multiplicaba ansiedad y desaciertos, era natural que la lentitud de la zaga quedara también en evidencia. Que el Vasco entendiera que podía reforzarla llamando a Mercado por Vidrio es algo tan inexplicable como la anécdota y posterior sustitución de Torrado (que acababa de perder con Donovan la larga carrera del segundo gol) por García Aspe. Sentimental como es, no sería raro que encontrara en ello el modo de posibilitarle al amigo el detalle de colgar la medallita de un tercer mundial en su añejo palmarés. Mientras el ataque mexicano se enredaba más y más en la maraña norteña, hubo tiempo para observar que no era Márquez el inmaculado capitán de otras tardes, ni Cuauhtémoc el arquero del sol, y que al "Conejo" lo dejó de una pieza el centro cabeceado a bocajarro por Donovan en el decisivo segundo gol. Por cierto, aunque las anotaciones norteamericanas cayeron durante los minutos de apertura y cierre que este Tri acostumbraba regalar el dato es irrelevante, pues ayer regaló el partido entero. Reconocimiento. Que México haya fallado cuando menos debió hacerlo no significa que desconozcamos todo lo hecho por el compacto grupo de Aguirre, que escribió en la memoria de este mundial algunas de las páginas más hermosas de nuestra historia futbolera, coronando varios lapsos de alto nivel con un gol memorable: el de Borgetti a Italia. Panorama despejado. A falta de dos cuartofinalistas para completar los ocho, la siguiente ronda promete enfrentamientos tan clásicos como ese Inglaterra-Brasil del viernes, tan sosos como el de Alemania con su clon norteamericano o tan insólitos como el del vencedor de Japón-Turquía contra Senegal, el único equipo hasta ahora capaz de rescatar un sentido lúdico usualmente ausente de los asombrosos estadios orientales. Falta conocer al vencedor de Corea-Italia para saber si podrá llegarles a los españoles la hora de una antigua revancha largamente postergada. |