Ojarasca 62  junio de 2002


Las computadoras llegan al mundo indígena

"El camino aquí está"

Ramón Vera Herrera

musicos

 

El marakame Martín, cantador de San Sebastián Teponahuaxtlán, Jalisco, relata la siguiente historia: iban unos peregrinos por un camino desconocido --era hora de preguntar, pues se sentían perdidos. En un paraje boscoso, al lado de la vereda, unos campesinos wixaritari platicaban con el fuego, como siempre. Caía la tarde. Disculpen, ¿ustedes saben a dónde va este camino?, preguntó uno de los peregrinos. Y uno de los huicholes contestó, el camino aquí está. No va a ningún lado, aquí se queda, pero a dónde quieren ir ustedes.


 

Las computadoras, ordenadores en Europa, y la comunicación que posibilitan, pueden ser herramientas de una resistencia propositiva y ágil, como atestiguan algunas comunidades rurales del país.

Basta ver la pionera experiencia nahua de San Miguel Tzinacapan, Puebla, que con la ayuda de Pierre Beaucage instrumentó la recuperación de la riqueza literaria de la región, con computadoras. La experiencia de Jesús Salinas, ñahñú, y su compañera mixteca Josefa González Ventura, que fundaran a fines de los ochenta el Centro Editorial de Literatura Indígena ac (CELIAC) en la ciudad de Oaxaca. El propósito era simple. Alojar en una casa modesta pero amplia a quienes desde la experiencia de sus comunidades mixtecas, zapotecas, mixes, chinantecas, mazatecas, y de otras partes del país, intentaban escribir en lengua propia, con auxilio de ordenadores y programas especiales que permiten capturar signos lingüísticos poco usados en el mundo donde reina la electrónica masiva de comunicación.

Mediante las computadoras se trabajó en varios centros regionales recuperando mitos, leyendas, relatos, poemas y hasta una etnografía propia, con tales repercusiones que hoy existe, en la ciudad de México, el Centro de Escritores en Lenguas Indígenas, pujante asociación de escritores en lenguas propias que usa procesadoras de textos para editar libros y revistas. Su reconocimiento es mundial.

Otro ejemplo son las comunidades wixárika de Jalisco que, usando geoposicionadores conectados a 24 satélites, han logrado medir con precisión los límites de su ancestral posesión agraria, en el largo proceso de su defensa territorial. Para ellos, que en su cosmovisión dan lectura a las estrellas y en su quehacer campesino indagan los aspectos más sutiles del ambiente, el salto a la tecnología de punta fue inmediato. "Es poder mirar el cielo y preguntarle", han dicho. Sobra decir que haberse apropiado de una tecnología tan precisa les permitió afinar su estrategia de defensoría agraria con logros jurídicos muy visibles.

El caso más sonado, por sus apabullantes repercusiones mundiales, es el zapatismo. "Desde las montañas del Sureste mexicano" las comunidades zapatistas han logrado conectarse con los más insólitos rincones del planeta y su experiencia de brincar el aislamiento mediático es una de las puntas por donde la resistencia mundial derriba muros. Haciendo uso de los ordenadores, los zapatistas han podido expresar su palabra y su historia e influir el curso de acontecimientos.

Hoy las computadoras y el internet, o red electrónica de comunicación, son herramientas comunes en los enclaves donde hay interacción fuerte de lo rural con lo urbano; así lo saben varias organizaciones de productores independientes que consultan los precios de la bolsa o hacen transacciones internacionales por computadora. Lo saben también las redes de ongs y organizaciones sociales, de derechos humanos, ambientalistas, de género y otras que, mediante los ordenadores, se mantienen conectadas y vuelcan a la red infinidad de acontecimientos que antes habrían tardado días o semanas en darse a conocer.

Dicho esto, habría que revivir las palabras de Ivan Illich en 1973:

La herramienta es inherente a la relación social. En tanto actúo como humano, me sirvo de herramientas. Según que yo la domine o ella me domine, la herramienta me liga o me desliga del cuerpo social. En tanto yo domine la herramienta, doy al mundo mi sentido; cuando la herramienta me domina, su estructura conforma e informa la representación que tengo de mí mismo.
En los casos mencionados es claro que han podido servirse de las computadoras para crear y enfatizar un sentido propio que es a todas luces liberador: sus procesos internos, bastante consolidados, se expanden e interconectan mediante canales cibernéticos.

Y aquí comienzan las preguntas: ¿es que la computación fortalece en sí misma el desarrollo de los pueblos o son los procesos de resistencia creativa los que han podido darle la vuelta a esta herramienta? ¿Qué hace la diferencia entre adaptarse a los cambios vertiginosos que trae el mundo tecnificado, y fortalecer la autonomía y la cultura propias? ¿Son neutrales las herramientas, esperando simplemente nuestra intención y nuestras acciones, o pueden en un descuido conformar nuestra visión y nuestro sentido del mundo? Cómo desmenuzar lo postulado por Illich. ¿En qué circunstancias es que las herramientas nos dominan, bajo qué condiciones nos sirven como extensión de nuestra historia y nuestros significados personales y colectivos?

fiestahui


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Preguntas semejantes se plantearon en un foro reciente, celebrado en Oaxaca para discutir y analizar los impactos, riesgos y ventajas del uso de las computadoras en las comunidades y reflexionar en torno a la avalancha que parece avecinarse si el millonario programa e-México (pronúnciese i-México) logra su previsión de inundar con ordenadores el 85 por ciento de las cabeceras municipales del país, en el entendido de que son prioritarias las zonas más marginadas. (Por cierto, el experimento, piloto como lo es todo el programa e-México en el contexto latinoamericano, dio inicio en un municipio, el de Garza García en la ciudad de Monterrey. Ahí ya se echaron a andar "kioscos electrónicos" y la gente los consulta. Garza García es el municipio con más ingreso per capita del país, el segundo en Latinoamérica.)

Se trata (según la presentación Power Point con que se informó de e-México), de un sistema nacional que mediante una "carretera informática" conectaría al ciudadano --¿vía servidores regionales?-- entendiendo que la "competitividad de un país la define la tecnología". Según este programa, el gobierno foxista estaría buscando "eliminar barreras socioeconómicas y culturales", establecer un equilibrio entre "costo-beneficio y desarrollo social", cerrar las brechas de aprendizaje, en el terreno de la salud, en el acceso a los mercados, conectar a los enclaves campesinos con empresarios interesados en contrapartes, a los gobiernos locales con sus pares, fomentar la relación directa con instancias de gobierno, el manejo e interconexión de acervos de bibliotecas por todo el territorio nacional, democratizar la información, contar con "centros comunitarios digitales"; en fin, el siglo XXI al alcance de todos y todas los mexicanos y las mexicanas, con criterios de "calidad" hasta lograr "un gobierno que haga más y cueste menos".

Suena muy bien, decían varios participantes, pero las dudas los asaltaban conforme transcurría el encuentro.

No entendían cómo un gobierno que no había cumplido con algo tan legítimo como el reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos, que adolecía de "sordera institucional" ante la problemática general y particular de las comunidades, que no tomaba en cuenta ni su saber ni su participación en los programas de gobierno, que estaba en falta en cuanto a cubrir las necesidades más básicas de vastas zonas y sectores de la población, pretendía con visible interés dotar a las comunidades o a los municipios de herramientas tan avanzadas y con tantos supuestos beneficios. "Cómo confiar", pensaba en voz alta un participante, "si el rezago es tanto: ¿no sería mejor que primero cumplieran con todo lo que nos deben, antes de emprender un programa tan amplio y costoso?"

Otros más asumieron un punto de vista que las instancias de financiamiento internacional y los gobiernos en turno no parecen o no quieren comprender: "El programa e-México impulsa un tipo de desarrollo muy distinto al de las comunidades; corresponde a un México que sí existe, pero no es único". Otras personas, atosigadas por los problemas estructurales multidimensionales de un país como el nuestro, lo formulaban así: "La oferta que se nos presenta no corresponde a las realidades que se viven en los pueblos". Lo anterior no parecía ser ludismo. La tónica general era proponer, y revisar las vueltas de lo que viene.

Había promotores de educación superior municipal, dirigentes y asesores de organizaciones y comunidades, académicos e investigadores, ongs de comunicación radial, en video y en internet, caracterizados de varias comunidades indígenas de Oaxaca, Chiapas y Jalisco, y de asociaciones de agricultores y campesinos. Estos últimos se voltearon a ver con rostros asombrados cuando Jorge Favio de León, funcionario de e-México, queriendo vender las ventajas de la navegación cibernauta dijo, como si nada: "puede servirle a una comunidad campesina para saber cuándo va a llover, para saber cuándo sembrar, 'accesando' las páginas de servicios meteorológicos que se encuentran en internet". Miles de años de saber campesino acumulado, la vasta experiencia en descifrar el cielo y los síntomas cotidianos propicios para la siembra, quedaban reducidos a nada en una frase dicha con descuido e ignorancia.

Varias intervenciones señalaron que un proyecto tan amplio podía también acarrear mayor pobreza, sobre todo en las comunidades aisladas de la globalidad cotidiana urbanita. El riesgo sería que se perdieran formas de relación personal, visiones del mundo o del trabajo más comunitarias. Un campesino chol de la zona de Palenque señaló que ellos insistían en usar pluma y papel para anotar lo discutido en las reflexiones y asambleas, donde todos y todas se miran para hablar y luego, dado el aislamiento, lo pactado se vertía al internet. Otro participante, asesor zapoteco de un proyecto comunitario de comunicación, planteó que no podía soslayarse que las computadoras, como alguna vez el automóvil, rompían un equilibrio; que había que usarlas con mucha pertinencia y hacerlas servir a la memoria. "Si se tiene acceso al instrumental, a los canales, actuemos con prudencia y respeto a la integridad de las comunidades. No se vale que sólo nos vendan la posibilidad en abstracto, sin estudios del impacto social que van a provocar."

Otro más, de un bachillerato comunitario mixe, recalcó que había que idear cómo hacer de estas herramientas algo comunitario, al tiempo que reconoció que, como la radio y la televisión, "a veces llevan informaciones que no mantienen la identidad de los pueblos y las culturas". Había que "fortalecer la comunicación entre padres e hijos. La cultura oral, la transmisión de experiencias".

Hubo quien, con ironía, señaló que "saber por el internet cómo o con qué medicina puedo curar a mi hija enferma, no resuelve que en la región no haya ni médicos ni clínicas ni medicinas muy básicas". En algún momento alguien cuestionó el gasto en energía de cada computadora, y otro participante afirmó que gastaban lo equivalente a una licuadora o a una lavadora. Pasó el punto y en un receso, una tejedora tzotzil de Los Altos de Chiapas preguntó, "¿cómo será una lavadora?"

danzante

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Lo cierto es que pese a los enormes avances en la escritura en lengua indígena por computadora, México --como quizá muchísimos otros países plurilingüísticos-- está lejos de haber resuelto la cuestión de pasar de un universo de oralidad a uno escrito y cómo. El paso entraña riesgos, y una avalancha de la magnitud que se avizora puede tomar desprevenidas a muchas comunidades que podrían desgastar su lengua emparejándola al lingo, bastante técnico, anglificante y reduccionista del internet. Es real que con equipo sofisticado es factible expresar ideas, conceptos, relatos y reportes de situaciones mediante video y audio, obviando el problema de la escritura. Pero el costo sigue siendo muy alto y la brecha es mayor de lo se que se supone.

Los canales informáticos distan mucho de garantizar privacía, la obsolescencia de los equipos es muy rápida, la posible contaminación con basura de hardware inservible no está resuelta. Se corre el riesgo de emparejar los datos vertidos por los canales de comunicación electrónica con su significado, con el sentido, que no es lo mismo que los datos. Malamente se tiende a creer que el internet, en automático, democratiza la información.

En opinión de Olinca Marino, integrante de LaNeta, un organismo no gubernamental que presta servicios electrónicos a muchas organizaciones y comunidades rurales y urbanas del país, el problema que se avecina tiene varios niveles. En el urbano medio, la inmersión en un mundo digitalizado entraña riesgos pero sí tiene posibilidad de ser un medio al que le confiramos nuestro sentido. De eso hay muestras en todo el universo alternativo mundial, y los poderosos temen. Pero en el nivel de las comunidades, puede crear una devastación cultural enorme por la manera avasallante en que se plantea el giro hacia la modernidad digital. "Para mí lo central es que lo discutan las comunidades; son efectivamente herramientas que pueden romper su aislamiento y vincularlas entre sí, de manera horizontal; pero esto no obvia que tiene que existir un fortalecimiento del proceso interno de las comunidades; que se refuercen las relaciones personales y comunitarias. Sin eso, el canal no lo usamos, nos lleva".

En síntesis, parece urgente encarar un cambio radical así, confiando en fortalecer los cruces de caminos, es decir el antes y el después de la computación y sus canales mediáticos. Tan urgente como discutir "si computadoras sí o no", es discutir la cualidad (que no la calidad, mejor o peor) de la relación entre las personas y los colectivos que tarde o temprano podrían relacionarse por el internet. Sí, el camino aquí está. Saber para dónde vamos, y sobre todo con qué respeto damos pasos, tal vez permita que andemos el camino y no que el camino nos ande aventando.
 
 

Fiesta huichola de la calabaza tierna. Tuxpan de Bolaños, Jalisco
Músicos totonacos, Apapantitla Puebla
Huehuetla, Puebla

 

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