Joyce en los toros
Lumbrera Chico
Un 16 de junio como ayer, pero de 1904 el señor Leopoldo Bloom se levantó muy temprano desayunó un riñón asado, subió una taza de té y tostadas embarradas de mantequilla al cuarto donde aún dormía su mujer, defecó en el baño del traspatio de la casa, salió a vender anuncios publicitarios para el periódico en el que trabajaba, se masturbó por primera vez en el día en una casa de baños públicos, acudió al entierro de su amigo Paddy Dignam, almorzó en una cantina del centro de Dublín, visitó a una conocida que acabada de dar a luz, se alejó de la ciudad para ver el crepúsculo en la playa de Sandy Mount, se masturbó por segunda vez contemplando a una adolescente que charlaba en la arena con otras dos amiguitas, eyaculó en el momento en que estallaban los fuegos artificiales de la iglesia vecina, se dirigió a un prostíbulo donde permanecería hasta las 2 de la mañana porque estaba imposibilitado de regresar a su hogar, toda vez que ahí, en el mismísimo lecho nupcial, su esposa, Molly Bloom, con la cual no tenía relaciones sexuales hacía años, estaba poniéndole los cuernos con un promotor de espectáculos musicales para el cual trabajaba, y finalmente cuando Bloom volvió a su domicilio, se sirvió un vaso de agua de la llave, accionando todos los sistemas hidráulicos de la hermosa y pequeña capital de Irlanda, entró en la alcoba nupcial y echose a dormir junto a su fiel consorte, quien soñaba en aquellos instantes con las peripecias recientes de su no menos absurda vida.
Ayer, pues, se conmemoró un aniversario más de la epopeya personal del protagonista que anima la novela más importantes del siglo XX, publicada por James Joyce en 1922 y que se ha convertido en el centro de un subterráneo pero extendido culto universal, de modo tal que todos los años al llegar el 16 de junio los adoradores del mayor prosista de nuestro tiempo se olvidan de todo, incluso de escribir y publicar reflexiones, efemérides o noticias sobre temas tan importantes o trascendentales como el de las fiestas de toros en el mundo de habla hispana y galaicoportuguesa.
Al margen de celebraciones literarias tan sentidas como la que en este espacio ha tenido inserción, es de todos modos indispensable recordar a los taurinos de este diario que faltan tan sólo seis días para que el próximo domingo, en punto de las cuatro de la tarde, y con toda seguridad ante barreras y tendidos desiertos, La Monumental Plaza Muerta abra sus portones de hierro, latón y madera para dar inicio a la temporada aún más chica, o de novilladas correspondiente al verano del año en curso.
Según filtraciones, la temporadita constará a lo sumo de 12 funciones, dos o tres de las cuales serán patrocinadas, en buena hora, por los empresarios telefónicos que andan paseando a los niños toreros Joselito Adame, Juanito Chávez e Hilda Tenorio.
Sólo por esto vale la pena mantenerse atentos a la programación del embudo de Mixcoac, para que llegado el momento la afición se vuelque en masa a ver a los pequeños artistas que traen entre manos el futuro de la tauromaquia mexicana.