Después del franquismo el país
entero era una feria, un cabaret, dice la cantante y actriz
Ana Belén: tuve la suerte de pertenecer a la
generación que vivió la transición en España
Miguel Narros le enseñó que la actuación
es materia de estudio, confiesa La falsa noticia de que en una obra de
Víctor Manuel pisoteaban la bandera los convirtió en los
mayores "hijos de puta" en 1972
LUCY OROZCO/ I ESPECIAL
Satanizada en los años 60, durante la dictadura
de Franco, Ana Belén dio rienda suelta a sus convicciones ideológicas
integrándose como militante activa del Partido Comunista Español
y haciendo un trabajo artístico que fue visto como amenazante para
el orden social. Ella y su marido, el cantautor Víctor Manuel, fueron
denostados por la prensa española, y su música fue acallada
en todos los medios. A la muerte de Franco, ya libres del yugo reaccionario,
Ana y Víctor Manuel llegaron a la cúspide musical con su
hit La puerta de Alcalá.
Hoy,
Ana está muy lejos de parecer la agitadora a la que condenó
ese régimen; sin embargo, su liberalismo se mantiene incólume.
En sus canciones denuncia la injusticia de las guerras, el maltrato a las
mujeres y muchos otros temas que siguen siendo motivo de debate. Por esa
razón Ana canta sólo lo que para ella tiene algún
significado. En el escenario aparece elegante y tan delgada que parece
una disidente glamorosa.
Es también una de las mejores actrices que ha generado
el cine hispano; basta recordar películas como La pasión
turca, La corte del Faraón o Demonios en el jardín,
sólo por mencionar algunas. Inclusive incursionó como directora
en la cinta Cómo ser mujer y no morir en el intento.
En la entrevista responde con mesura a las preguntas,
aunque en momentos tiene arrebatos. Su discurso derrama gran sentido del
humor.
-Ana, ¿cuál es tu verdadero nombre?
-María del Pilar Cuesta Acosta.
-¿Por qué te lo cambiaste?
-Yo no me lo cambié. Me lo cambiaron porque era
la época en la que proliferaron todos esos horrorosos niños
prodigio; (corrige) bueno, no me refiero a que ellos eran horrorosos, sino
al producto que hacían. Hablo de las películas que se realizaron
con Marisol, Rocío Dúrcal y Joselito, a todos ellos les cambiaron
el nombre. Así que conmigo también hicieron lo mismo. Consideraron
que Ana Belén sonaba más artístico y comercial.
-Cuéntame de tus orígenes. ¿Naciste
con la cucharilla de plata en la mano?
-¡Qué va! En lo absoluto. Nací en
Lavapiés, un barrio modesto de Madrid. Fui niña de bocadillo.
¿Sabes lo que es el bocadillo? Un bolillo partido por la mitad con
algo dentro...
-Sí, como jamón...
-Por supuesto que no. El jamón era para las niñas
de cucharillas de plata; en mi casa se comía ese pan con una vil
mortadela o un poco de chocolate metido dentro o aceite con azúcar,
y a la calle: "¡Anda a jugar a la calle!" Esa fue mi infancia, y
fue absolutamente feliz.
"Familia entrañable"
-¿Papá, mamá y hermanos?
-Sí, tuve una familia entrañable: mi papá
pertenecía a la clase trabajadora, él fue durante 30 años
cocinero en el Hotel Palace. Mi mamá se dedicaba a las labores del
hogar y tengo dos hermanos, chico y chica. Mi hermano Julio, al que ya
conoces, y una hermana que trabaja como script en el cine.
-Cuéntame, ¿cuándo comenzaste tu
carrera de actriz?
-Yo empecé en la radio, cuando tenía 10
años. Me apunté a un concurso llamado Vale todo, y
realmente valía todo, porque podías recitar, cantar cualquier
clase de música: flamenco, tonadilla, canción moderna, en
fin, valía cualquier modalidad. Esos concursos eran como una cadena,
de ahí ibas de una emisora a otra, lo más gracioso es que
en cada programa te ibas encontrando a la misma gente, porque todos ha-cían
lo mismo. Esperabas que un productor te descubriera, y a mí me sucedió
ese milagro. Fue como un cuento de hadas: cantando en Radio Madrid me dijeron:
"Hay unos productores que te han oído cantar y han venido a ver
cómo eres. Están buscando una niña para hacer una
película". De ahí resultó que me hicieron unas pruebas
en las que tenía que cantar y luego aprenderme el texto de una película
que iba a hacer Rocío Dúrcal, y como ella ya se había
hecho mayor, andaban buscando la suplente. Realmente no sé por qué
me contrataron, ya que el recuerdo que tengo de mí misma es de haberla
pasado muy mal, de una vergüenza terrible. Se me fue toda la letra
de golpe y entonces el director me preguntó: "¿Cómo
te llamas?" Yo no sabía ni cómo me llamaba. "¿Y qué
edad tienes, qué te ha pasado en ese brazo que lo llevas vendado?"
¡Fue horrible! Yo creo que les debió gustar mucho lo que canté,
porque de hablar, ¡nada, nada! Y, bueno, me contrataron e hice esa
película. Fue Zampo y yo. No sé cómo se animaron,
porque los productores dijeron: "Hay que ver a esta niña, debería
hacer un papel de huérfana porque tiene una cara de mucho sufrimiento".
Me preguntaban: "¿Tus papás viven?". Y yo: "Pues sí,
mis padres viven". "Es que tienes una cara de que te ha pasado una gran
tragedia". Sucede que mi físico era como muy desvalido, yo era totalmente
desgarbada.
Paradojas del destino
-¿Cómo fue que lograste hacer buen cine?
-Quizá lo que me salvó en aquella época
de esas tonterías y de ese cine absurdo fue que la película
no tuvo éxito (risas). A mí me habían hecho firmar
un contrato por cuatro años; si la película hubiera tenido
éxito, me hubiera visto obligada a cumplirlo y a hacer aquellas
ñoñerías en el cine. Pero como no lo tuvo, ¡adiós
contrato!
-O sea que tu mala suerte fue tu buena suerte.
-Así es. También es verdad que gracias a
esa película conocí a una persona de teatro, muy entregada
al arte, Miguel Narros. El me hizo ver que, si quería ser actriz,
tenía que estudiar. Era la primera vez en mi vida que alguien me
mencionaba que actuar era materia de estudio. Eso propició que me
integrara a su escuela, llamada Teatro Estudio Madrid, la única
en aquella época donde se practicaba el método de Stanislavski
en España.
-¿Digamos que Narros fue como tu profesor Higgins,
el de Mi bella dama?
-Sí, de hecho fue mi Pigmalión (cosa que
a él le encorajinaría mucho oír, pero realmente lo
fue). Narros se preocupó de mí como persona, todo lo que
leí sobre teatro fue por indicaciones suyas. Después, cuando
yo tenía 15 años, lo nombraron director del Teatro Nacional,
en Madrid, y empezó a montar obras de los clásicos, me dio
algunos papeles, y durante cuatro años dejé de cantar, de
bailar; dejé todo por hacer teatro. Ahí en el escenario,
me hice persona, me hice mujer. Me empecé a interesar por cosas
de las que hasta ese momento no tenía conciencia. Me puse en contacto
con movimientos, llamémosle de protesta.
-Supongo que ahí fue donde empezaste a ser una
disidente del franquismo.
-Sí, sí, claro. Empecé a darme cuenta
de muchas cosas; por ejemplo, la primera vez que escuché la palabra
huelga fue en el teatro, porque en mi casa ?porque mis padres son hijos
de republicanos de izquierda, de los llamados perdedores de la guerra?
no se hablaba nunca de eso, por temor, por miedo. Recuerdo que en esa época
fue la primera vez que me pasaron un panfleto para la adhesión a
la huelga de los trabajadores metalúrgicos, y fue así que
me volví activista. La España de Franco representaba para
mí la España de la injusticia.
-Háblame de tu vida privada. ¿Cuándo
conociste a Víctor Manuel?
-Durante una gira por Galicia, haciendo una obra llamada
Un sabor a miel, una actriz me dijo: "Ven, te voy a presentar".
Y me presentó a Víctor?
-¿Víctor Manuel ya era famoso?
-Súper famoso, toda una figura. El también
andaba de gira, en un espectáculo musical con Julio Iglesias.
El caso es que me presentaron a los dos, y yo le eché
el ojo a Víctor; sufrió de acoso sexual de mi parte (bromea),
porque, por más que lo trataba de conquistar, él no se dejaba,
porque tenía novia. A mí me fascinó desde que lo vi;
le hacía invitaciones en plural para que la novia no se encelara.
Entonces, después de mi presentación y su concierto nos fuimos
a una discoteca, estuvimos charlando, preguntó sobre mis giras;
cuando le contesté que iba a Mieres, dijo que quizás él
estuviera ahí. Cuando llegué a Mieres, ya estaba ahí,
en casa de su familia, porque Víctor es de Asturias.
La conquista de Víctor Manuel
-Y por supuesto, fue a ver tu obra.
-Claro que fue a verla. Pero aguarda, que viene lo mejor.
Lo mejor fue que ese día, cuando llegué a Mieres, me llamaron
de una revista local y me dijeron: "Queremos hacerte una entrevista, porque
ya sabemos que el actor que va a hacer la película contigo es Víctor
Manuel, como ambos están en Mieres, queremos entrevistarlos juntos".
¡Qué te parece! ¿No es genial? Porque Víctor
jamás había sido actor.
-Era cantante, dedicado a su música, y de pronto
lo eligen para hacer una película contigo; te gusta y ¿él
cae?
-(Risita) Sí, al terminar la película nos
enamoramos y nos casamos por lo civil. Eramos muy jóvenes, fue en
1972. Por cierto, vamos a cumplir 30 años juntos?
-¿Por lo civil nada más? ¿Qué
tú y Víctor no son católicos?
-No. Ni ateos. Digamos que somos agnósticos, creemos
en el misterio. De hecho nuestro matrimonio civil no es válido.
Como en esa época, en España no existían los matrimonios
civiles, tuvimos que irnos a Gibraltar y allá nos casamos. En realidad
lo hicimos para que nuestros padres no se disgustaran demasiado. Hay un
certificado, pero ese matrimonio nunca ha sido válido. En todas
las cuestiones legales, en carnets de identidad, somos solteros.
-¿Y sus hijos?
-Pues son hijos de padres solteros (risas).
-¿Cómo es tu relación con tus hijos?
-Básicamente nos llevamos bien. David comparte
el escenario con nosotros, toca el teclado. A veces, como todos los padres,
peleamos, pero realmente nuestra relación es muy buena, porque ellos
son muy majos.
Recuerdos de 1972
-Dijiste que llevan 30 años de casados, ¿cómo
se llevan tú y Víctor Manuel?
-Ya no nos soportamos (bromea). La verdad es que yo no
tengo conciencia de que haya pasado tanto tiempo. El otro día, aquí
en México, con nuestra amiga Marisol Márquez Padilla fuimos
al Tenampa, y había un mariachi: "¿Qué quieren oír,
qué les cantamos?". Yo pedí Mi ciudad, de Guadalupe
Trigo.
Porque cuando venimos a México, en 1972, trabajamos
con él en televisión, y al escuchar esa canción se
me vienen los recuerdos: todo lo bueno y lo malo que nos ocurrió,
y me di cuenta de que no había tenido conciencia del paso del tiempo.
-Recuerdo que en esa época los acusaron de algo...
-Te cuento: venimos porque Víctor escribió
una obra llamada Ravos, con uve. La trajimos porque en España
fue prohibida, ya que era una obra que cuestionaba temas tabú. Miguel
Narros la dirigió.
"Entonces, la más reaccionaria colonia española
radicada aquí la reprobó sin siquiera verla".
-¿El tema era muy fuerte?
-Una necesidad de expresión, un grito de protesta.
A los pocos días, nos enteramos que en España se dijo que
en la obra pisoteamos nuestra bandera nacional.
-Fue lo que leí, y dije: ¡qué valientes!,
no por pisotear su bandera, sino por desafiar a Franco, a la dictadura.
-No fue cierto. Esa nota la filtró una fuente anónima
proveniente de las grandes familias españolas a las que les dio
por joder la obra. Eso nos obligó a quedarnos seis meses exiliados
en México. No podíamos regresar, se organizó tal follón
en España, que durante una temporada los mayores hijos de puta fuimos
Víctor Manuel y yo. Grandes titulares en los periódicos.
Fue tremendo. Gracias a un señor de la oficina de relaciones comerciales,
que envió la información verdadera, fue que las cosas se
aplacaron y pudimos regresar.
-¿Cómo los recibieron?
-Popularmente éramos los mayores hijos de puta,
porque oficialmente nunca se aclaró el asunto.
-¿Cómo se adaptaron a su nueva reputación?
-Con dificultad, trabajando, cuando nos dejaban, porque
continuamente prohibían nuestros conciertos, no po-díamos
sonar en la radio, estábamos vetados, no nos promocionaban. Yo por
ahí volví a hacer cine. Por esa vía, medio me defendí.
Para Víctor fue más complicado, cada vez que escribía
una canción, era prohibida, y se radicalizó más. En
1975 empezamos a militar en el Partido Comunista.
-¿Siguen perteneciendo?
-No.
Después del franquismo
-Platícame de tu carrera después de la dictadura.
-Somos una generación con suerte, tuvimos la fortuna
de ser testigos de un cambio fenomenal: el arribo a la democracia. Los
años que se vivieron después del Franquismo fueron de euforia,
la alegría se vivía en la calle. El país entero era
una feria.
"Recuerdo que iba al teatro a ver Seis personajes en
busca de un autor, con la radio encendida, cuando de repente llegó
el informativo y escuché al locutor que dijo: 'Buenas tardes, ha
sido legalizado el Partido Comunista' (carraspea), eehh... El Partido Comunista,
¿qué? Sentí un golpe de emoción tremendo que
no olvidaré nunca.
-Cuéntame más de tu carrera, porque has
sido hasta directora de cine.
-No me considero directora. Dirigí una película
solamente, se llamó Cómo ser mujer y no morir en el intento,
la protagonista fue Carmen Maura, y me fue bien.
-Y cuando no trabajas en tu profesión, ¿qué
haces?
-Coso. Sí, me encanta. Hago almohadones, cortinas,
el bajo de un vestido. Me gusta el punto de cruz... También me gusta
ir al cine.
-¿Eres fanática del cine culto?
-No, no, mujer. Me gusta el cine, me gusta ver una película
buena. Reconozco que el cine tiene tanto poder, que así como soy
capaz de irme de una obra de teatro regular, de una película regular
no me salgo, hay algo en la fuerza de la imagen que me atrapa.