Los soldados "no combaten al narco, sino
a los indios", indica centro de derechos humanos
Militarización, conflictos agrarios y delincuencia
marcan la región guerrerense de la Montaña: ONG
Hace hincapié en disputas por la tierra que siguen
vigentes con altas dosis de explosividad
JESUS SAAVEDRA LEZAMA CORRESPONSAL
Tlapa de Comonfort, Gro., 15 de junio. En su octavo
informe anual el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan
advirtió hoy sobre la excesiva militarización en las comunidades
indígenas, que genera constantes violaciones a las garantías
individuales que no han sido sancionadas jurídicamente.
Anotó que de junio de 1994, cuando comenzó
actividades, a mayo de 2002, Tlachinollan ha documentado y turnado a las
comisiones estatal y nacional de derechos humanos 302 casos de violaciones
a las garantías individuales, pero a estas denuncias no se les ha
dado seguimiento ni han concluido en acción jurídica de castigo
contra los agresores.
Sólo durante este año, indicó, ha
documentado 41 casos relacionados con abuso de autoridad, afectación
al patrimonio, extorsión, amenazas, privación ilegal de la
libertad, afectación al libre tránsito, denegación
de la justicia, cohecho, lesiones y violación sexual.
Las autoridades señaladas como presuntas responsables
de estas violaciones son los agentes del Ministerio Público, la
Policía Judicial del estado, el Ejército Mexicano, los ayuntamientos
y la policía local.
Respuestas a demandas sociales
Después
del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
en Chiapas, las autoridades federales y de Guerrero decidieron instalar
una zona militar al sur de Tlapa de Comonfort. Tal fue la respuesta oficial
a esta región de la Montaña, cuyas características
principales son la pobreza extrema, el analfabetismo, falta de escuelas,
falta de servicios médicos e infraestructura para su desarrollo.
De acuerdo con estadísticas de la Procuraduría
General de la República, la Montaña de Guerrero ocupa el
primer lugar como productor de amapola en el país. Esto ha justificado
la construcción de una costosa comandancia de zona en Tlapa, el
establecimiento de Bases de Operaciones Mixtas (BOM), integradas por miembros
del Ejército y de las policías Federal Preventiva, Judicial
Federal, Judicial del estado y motorizada, quienes instalan retenes carreteros
para revisar los vehículos y el equipaje de los viajeros, a los
que interrogan sobre su procedencia y destino.
Las BOM en algunas ocasiones piden identificación,
registran las placas de los vehículos y apuntan los nombres de los
conductores. Es común que en los cruceros de Chilapa-Ahuacotzingo,
Tlapa-Olinalá, el Ocotal de Chilapa, el crucero de Tixtla-Apango,
en la carretera de Igualita a Metlatónoc, de Tlapa-Marquelia y de
Tierra Colorada a Ayutla se instalen estos retenes y cotidianamente se
afecte el derecho al libre tránsito.
La base militar de Tlapa tiene seis helicópteros
que se dedican a fumigar enervantes; van tripulados por miembros de los
Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales, que se encargan de ubicar
los plantíos y hacer una inspección del lugar para prevenir
accidentes o agresiones.
Existen también campamentos móviles que
recorren las abruptas zonas de esta región, se asientan en terrenos
donde se siembra maíz, en huertas, en los lechos de los ríos
o en las entradas a las comunidades para vigilar los movimientos de los
pobladores, monitorear sus desplazamientos e interrogar a los que caminan
por las veredas.
El informe resalta que los soldados "no combaten el narcotráfico,
sino a los pueblos indígenas, por eso cometen tantas vejaciones
sin que exista el mínimo interés de las autoridades para
proteger sus derechos".
Y refiere los casos de Valentina Rosendo Bernal y de Inés
Fernández Ortega, indígenas tlapanecas de los municipios
de Ayutla y de Acatepec: "Son claro ejemplo de cómo el Ejército
entra en comunidades y casas con la intención de provocar daños,
de mancillar la dignidad de las mujeres, abusando sexualmente de ellas,
con interrogatorios previos sobre las personas que siembran amapola y los
que son encapuchados.
"No hay interés por que se realice una investigación
profesional de los hechos denunciados, se asume el rol del juez para defender
la inocencia del Ejército y condenar a los indígenas como
mentirosos y narcotraficantes. Lo peor es que las denuncias interpuestas
ante el Ministerio Público del fuero común, contra miembros
del Ejército acusados de violación sexual, están siendo
turnadas al Ministerio Público Militar, alegando falazmente el órgano
investigador su incompetencia".
Riesgo de enfrentamientos
De acuerdo con esta ONG, existen viejos conflictos por
la tierra, que siguen vigentes y con altas dosis de explosividad en las
diferentes regiones del estado. Las autoridades agrarias están rebasadas
y están lejos de coadyuvar en la resolución de los conflictos.
Los procedimientos agrarios son desgastantes, lentos, engorrosos e ineficientes;
no resuelven sino aplazan la disputa, desactivan temporalmente la confrontación
y dejan libre la cancha para que las partes en conflicto se enfrenten en
las mojoneras.
"Hay enconos históricos que nos hablan de invasiones,
heridos y muertos que se conservan en la memoria colectiva y se trasmiten
de generación en generación. Nada les garantiza ni les da
certeza jurídica contar con la carpeta básica, porque si
hay invasión de terrenos, por más que los documentos hablen
y los funcionarios intervengan, no queda más recurso que pelear
el propio derecho y es cuando centellean los machetes, se desempolvan las
retrocargas o se estrenan armas de grueso calibre", precisa.
"Se trata de conflictos intercomunitarios, abanderados
por los comisariados ejidales y comunales con apoyo de los principales
y la comunidad misma. Los gastos para sus gestiones son cubiertos por los
comuneros, los acuerdos y decisiones son tomados en asamblea, la verificación
de los límites, la ubicación de las mojoneras y el paso de
la raya se hace con la participación de la mayoría de la
comunidad que se hace acompañar de sus machetes y rifles."
El director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña
Tlachinollan, Abel Barrera Hernández, hace una reflexión
sobre la violencia generalizada en los municipios de esta zona, "estamos
ante bandas de delincuentes fuertemente armadas, "que han sentado sus reales
en varios municipios y comunidades, siendo ellos los amos y señores
del lugar, son la ley, representada en los cuernos de chivo. Bajo
el influjo del alcohol o alguna droga, roban, asaltan, violan, secuestran
y matan sin ningún miramiento; son sumamente violentos".
Recuerda emboscadas y ejecuciones, como las de
Copanatoyac, donde de diciembre de 2001 a mayo reciente han muerto de manera
violenta más de 40 personas.
"Una de las respuestas más alentadoras y creativas
ha sido la conformación del sistema de seguridad indígena
conocido como la "policía comunitaria". La participación
decidida de las comunidades ha sido el factor determinante para extirpar
de raíz la delincuencia organizada. Ha sido una gran enseñanza
para las autoridades estatales y las corporaciones policiacas, de que el
secreto para combatir la seguridad está en la organización
comunitaria, en la participación ciudadana, en la transparencia
del trabajo y en el servicio gratuito a la sociedad."