Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 14 de junio de 2002
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Cultura
Jose Cueli

Mé-xi-co

La visión de los acontecimientos por la celebración del pase de la selección mexicana a la fase de octavos de final en el Mundial de Futbol, se modifica de acuerdo con el lugar desde el que se perciben los hechos, que modifican las apariencias del mismo acto celebratorio y hace difícil fijar su verdadera significación, aislándolo del fondo que lo rodea o contemplándolo desde otro punto de vista, que el meramente deportivo. Por ejemplo, en las manifestaciones públicas o familiares en las que se da rienda suelta a emociones largamente escondidas, enlazadas a problemas amorosos, de salud, económicos, políticos o comerciales, promovidas o influenciadas por televisión, radio y prensa.

Diseminados por las calles de la ciudad en llamativo desmadre, numerosos grupos van y vienen, saltan, gesticulan, gritan desaforadamente, se convulsionan y beben y beben y vuelven a beber, escondidos en las pinturas que dibujan los colores patrios en sus caras. Todo es aparentemente vida y movimiento, colores y luz que se combinan a veces de modo sorprendente. Difícil resulta tratar de comprender los significados de las victorias mexicanas, fijar su carácter o establecer coordenadas que permitan tener algunas líneas de comprensión general del fenómeno social. Cabe destacar que la mayoría de los festejos provienen de las clases bajas y marginadas de la urbe; eso permite especular que debido a que ellos no comparten símbolos ni experiencias importantes con las clases media y alta, la cantidad y la complejidad de sus relaciones se reducen, así como la adquisición de la información necesaria para diversificar sus simbolismos en relación con la cultura.

La deficiente información de transmisión de valores en este fenómeno social dificulta todavía más la comunicación. Aparte de que los símbolos culturales tienen una importancia aumentada o tergiversada para quienes están presos de tensiones. Lo que lleva a usar la más simple y dramática forma de lenguaje corporal, que varía desde todas las formas de tocar, abrazar, convulsionar o gritar. Actuaciones copiadas de las imágenes televisivas que encuentran una imagen similar en ellos pero que en cada celebrante tiene un significado diferente que representa símbolos de muy difícil comprensión. Todo esto dentro de otro fenómeno social más complejo. ¿Qué significa que miles de millones en el mundo, en un mismo tiempo, fijen la atención en la pantalla televisiva para determinar la grandeza de sus países, de acuerdo con los goles que anoten al equipo rival?

La represión y la negación constante -la evasión de la confrontación de los hechos externos e internos- contribuyen al empobrecimiento intelectual y reducen la complejidad simbólica a la cual puedan tener acceso los más pobres. En cambio todas las tendencias maniacas -carnavaleras- adquieren importancia; la manía, negación, omnipotencia, idealización del país -uno mismo- y escisión del yo. En un país en el que el desarrollo intelectual de las mayorías es raquítico, la manera de celebrar un sentimiento que enlaza a los mexicanos es manía para muchos que cubre nuestra depresión una(s) semana(s).

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