Jose Cueli
Mé-xi-co
La visión de los acontecimientos por la celebración
del pase de la selección mexicana a la fase de octavos de final
en el Mundial de Futbol, se modifica de acuerdo con el lugar desde el que
se perciben los hechos, que modifican las apariencias del mismo acto celebratorio
y hace difícil fijar su verdadera significación, aislándolo
del fondo que lo rodea o contemplándolo desde otro punto de vista,
que el meramente deportivo. Por ejemplo, en las manifestaciones públicas
o familiares en las que se da rienda suelta a emociones largamente escondidas,
enlazadas a problemas amorosos, de salud, económicos, políticos
o comerciales, promovidas o influenciadas por televisión, radio
y prensa.
Diseminados por las calles de la ciudad en llamativo desmadre,
numerosos grupos van y vienen, saltan, gesticulan, gritan desaforadamente,
se convulsionan y beben y beben y vuelven a beber, escondidos en las pinturas
que dibujan los colores patrios en sus caras. Todo es aparentemente vida
y movimiento, colores y luz que se combinan a veces de modo sorprendente.
Difícil resulta tratar de comprender los significados de las victorias
mexicanas, fijar su carácter o establecer coordenadas que permitan
tener algunas líneas de comprensión general del fenómeno
social. Cabe destacar que la mayoría de los festejos provienen de
las clases bajas y marginadas de la urbe; eso permite especular que debido
a que ellos no comparten símbolos ni experiencias importantes con
las clases media y alta, la cantidad y la complejidad de sus relaciones
se reducen, así como la adquisición de la información
necesaria para diversificar sus simbolismos en relación con la cultura.
La deficiente información de transmisión
de valores en este fenómeno social dificulta todavía más
la comunicación. Aparte de que los símbolos culturales tienen
una importancia aumentada o tergiversada para quienes están presos
de tensiones. Lo que lleva a usar la más simple y dramática
forma de lenguaje corporal, que varía desde todas las formas de
tocar, abrazar, convulsionar o gritar. Actuaciones copiadas de las imágenes
televisivas que encuentran una imagen similar en ellos pero que en cada
celebrante tiene un significado diferente que representa símbolos
de muy difícil comprensión. Todo esto dentro de otro fenómeno
social más complejo. ¿Qué significa que miles de millones
en el mundo, en un mismo tiempo, fijen la atención en la pantalla
televisiva para determinar la grandeza de sus países, de acuerdo
con los goles que anoten al equipo rival?
La represión y la negación constante -la
evasión de la confrontación de los hechos externos e internos-
contribuyen al empobrecimiento intelectual y reducen la complejidad simbólica
a la cual puedan tener acceso los más pobres. En cambio todas las
tendencias maniacas -carnavaleras- adquieren importancia; la manía,
negación, omnipotencia, idealización del país -uno
mismo- y escisión del yo. En un país en el que el desarrollo
intelectual de las mayorías es raquítico, la manera de celebrar
un sentimiento que enlaza a los mexicanos es manía para muchos que
cubre nuestra depresión una(s) semana(s).