Teresa del Conde
Prospecto de nuevo museo mexicano
El Museo Mexicano de San Francisco es por ahora casi virtual, pese a que su colección cuenta con 12 mil piezas, la gran mayoría de arte popular, recibidas en donación de la Fundación Rockefeller. En este mismo rubro se encuentra parte de la colección de Rosa y Miguel Covarrubias, de cuya importancia no hay duda. En la actualidad se exhiben muy pocas piezas debido a la insuficiencia del local ubicado en el edificio ''D" de Fort Mason, aquel fuerte cercano a la bahía y convertido en armatoste no bien restaurado que cuenta con varias dependencias, entre las que está un museo italiano que no es tal y el Museo de Arte Popular, que sí lo es. Asimismo el espacio destinado a México es reducido y se encuentra ocupado de forma prioritaria por oficinas en las que curadores, investigadores y oficinistas realizan sus labores dirigidas ahora a la formulación de las lecturas de la colección.
Según los prospectos habrá de ubicarse en un edificio específico, bajo diseño del arquitecto Ricardo Legorreta, quien tiene en su haber, entre otras muchas construcciones, la muy adecuada del Museo Tecnológico de San José, ciudad que dista unas 50 millas de San Francisco. El predio ''franciscano", muy céntrico y cercano al MoMA SF, en la avenida 3a. y calle Mission, es ya propiedad del Museo Mexicano, y la maqueta, visible para quien quiera observarla, se encuentra en las oficinas. El organismo es independiente del municipio. Cuenta con valiosos patrocinios, entre los cuales destaca el de la Fundación James Irvine, patrocinadora también del departamento de español de la Universidad de California en Irvine, donde recientemente se desarrolló un simposio al que asistimos varios defeños.
Un personaje que paso a paso va convirtiéndose en leyenda viva, Peter Rodríguez, es el fundador de este museo, que realiza importantes acciones culturales no sólo entre las comunidades chicana y mexicana. No obstante, lo que distingue a este ámbito es por un lado la posesión de una colección permanente (por eso puede llamarse ''museo" y no ''casa de cultura" o ''instituto cultural") y, por otro, la presentación de muestras individuales de tanta valía como las de Leonora Carrington (1991), Rodolfo Morales (1996) y Nahum B. Zenil (1998), entre otros artistas.
Actualmente se exhiben sólo unas cuantas piezas en unos cuartos acondicionados como galería, insuficientes a todas luces para realizar una lectura ordenada de alguno de los cinco rubros que integran el grueso de la colección, muy rica también en arte chicano. Se encuentra alojada en bodegas, dependientes algunas de la Universidad de Berkeley. Hay muestras de arte prehispánico, colonial, del siglo XIX y contemporáneo, siendo este último rubro el más factible de incrementarse, algo de plausible realización si se emprendiera la construcción del nuevo inmueble para el que se cuenta ya con 75 por ciento de los fondos necesarios, de acuerdo con información que los curadores y el director interino me proporcionaron. Buscan apoyo del CNCA, sobre todo para cuestiones legales y administrativas y otras instituciones, con anterioridad, han prestado ayuda al museo sobre todo gracias a las acciones de Peter Rodríguez, quien sigue pendiente del proyecto pese a su precario estado de salud.
De lo que pude ver, destaca un árbol de la vida tipo postmodern, realizado por Alfonso Sóteno en 1978; un bronce de Francisco Zúñiga, el homenaje que el artista chicano Alfredo Arreguín dedicó a Frida Kahlo, en 1977, tomando como eje Las dos Fridas (pieza valiosa al margen de la fridolatría); un óleo de José Clemente Orozco, titulado Agonía, que debiera ser sometido a investigación comparativa para fijar la fecha y observar si la firma está o no integrada a la época de realización de la pintura; una fotografía de la recientemente fallecida Mariana Yampolsky, de quien se plantea allí una exposición homenaje, más tres piezas mesoamericanas del posclásico.
La presencia de obras gráficas de José Luis Cuevas, Rufino Tamayo y Alejandro Colunga hace pensar que el rubro de la gráfica podría incrementarse allí de manera sustancial a partir de préstamos y donaciones. La independencia que guarda este organismo de los recintos oficiales de la cultura en México es a la vez una virtud y un defecto: virtud porque no hay ''cadenas" de exposiciones que haya que presentar a como dé lugar, y defecto porque el sitio tiene más importancia como espacio virtual que como instancia real.
Con esto quiero decir lo siguiente: yo conocía de oídas este museo desde hace décadas, hasta que hace unos días pude visitarlo y lo único que me salvó de una decepción fue conocer el proyecto de reubicación, la conversación que sostuve con los curadores, no sólo gentiles sino muy entendidos, y la observación de la maqueta.
Me parece pertinente añadir que los catálogos publicados por esta instancia, sea en forma independiente o en coedición, son impecables; están bien impresos y cuentan con información fidedigna y traducciones inglés-español o español-inglés perfectamente cuidadas. Y eso es un gran mérito.