Mario Lavista
Ronald Zollman
A fines de este mes, Ronald Zollman dejará de ser
el director musical de la Orquesta Filarmónica de la UNAM. Durante
los nueve años que ejerció la titularidad, Zollman realizó
una labor excepcional al frente de esta agrupación, labor que ha
incidido en forma por demás positiva en el quehacer musical de nuestro
país.
Una de las primeras medidas al asumir la dirección
de la OFUNAM consistió en revisar a fondo el contenido de la programación
y en llevar a cabo una profunda renovación en el repertorio de la
orquesta. Sobre esta base comenzó poco a poco a construir con rigor
y tenacidad lo que es esencial en un conjunto de esta naturaleza: la consecución
de un sonido propio y una manera o estilo particular de acercarse a la
música. Sus programas, siempre variados y equilibrados, abarcaron
por igual las obras de los clásicos y los románticos, los
impresionistas y los neoclásicos, la música nacionalista
y la de vanguardia, la conservadora y la progresista. Convivieron de manera
natural Mozart y Bartok; Beethoven y Schoenberg; Schumann y Debussy; Wagner
y Revueltas; Chopin y Chávez; Brahms y Stravinski; Berlioz y Mahler.
Dio a conocer en México la música de compositores del siglo
XX prácticamente desconocidos en nuestras salas de concierto, tal
el caso de la obra de Alfred Schnittke y Boguslaw Martinu, y de partituras
poco frecuentadas de Carl Nielsen, Witold Lutoslawski, Sofía Gubaidulina,
György Ligeti y tantos otros. Presentó, asimismo, de manera
regular y con la probidad y relevancia interpretativa que lo caracterizan,
una buena cantidad de obras de autores mexicanos.
Por otra parte, Zollman llevó a cabo un espléndido
programa que contempla el encargo y el estreno de partituras de compositores
mexicanos, con lo cual logró crear un importante y significativo
repertorio de música orquestal. Diseñó, también,
un ambicioso proyecto discográfico que contiene por igual la grabación
de obras de Fauré y Enríquez, Shostakovich y Moncayo, Chaikovski
y Ana Lara. Una de sus grabaciones -Música Sinfónica Mexicana-
reúne a seis autores vivos, algo inusitado en la vida musical de
hoy en nuestro país, cuyas orquestas no graban ni por casualidad,
si es que alguna vez llegan a grabar, la nueva música mexicana.
De hecho, la OFUNAM de Zollman y la Orquesta Filarmónica
de la Ciudad de México que dirige Jorge Mester -y, hasta hace apenas
un mes, Juan Trigos y la Orquesta de Cámara del INBA- son de los
pocos conjuntos que programan de manera sistemática la música
de hoy, incluyendo naturalmente la reciente producción mexicana.
Por todo ello, resulta claro que para Ronald Zollman una orquesta no es,
ni nunca ha sido, un mero museo de compositores muertos, sino la más
vital y viva expresión de la sociedad contemporánea y el
arte de nuestro tiempo.
En sus temporadas hubo, además, la presencia constante
de excelentes directores y solistas huéspedes, cuya calidad fue
siempre benéfica para la orquesta. Destaco, entre tantos otros nombres,
a los pianistas Emanuel Ax, Horacio Gutiérrez, Vladimir Feldstman,
Jorge Federico Osorio y Alberto Cruzprieto; al violinista y director Joseph
Silverstein; al Cuarteto Latinoamericano, a la flautista Marisa Canales,
a las cantantes Lourdes Ambriz y Encarnación Vázquez; al
violista Atar Arad y a los directores Gabriel Chmura, Akira Endo y Zuo
Huang Chen, quien será a partir de la próxima temporada el
director titular de la OFUNAM, y a los mexicanos Francisco Savín,
Jorge Mester, José Guadalupe Flores, Enrique Diemecke y Carlos Miguel
Prieto.
El resultado de esta acertada y bien instrumentada política
cultural ha sido, en verdad, espléndido para la música, es
decir para los músicos y sobre todo para los que la escuchan. En
términos meramente cuantitativos es magnífico, por decir
lo menos, que la Sala Nezahualcóyotl, sede de la OFUNAM, tenga un
promedio de mil 500 asistentes en cada concierto y, en no pocas ocasiones,
esté ''hasta el tope". Están, también, los televidentes
de Canal 22 que ven y oyen cada domingo los conciertos de la orquesta (muy
bien conducidos, dicho sea de paso, por Isabel Olivier). Es así
que la OFUNAM cuenta hoy con un público entusiasta compuesto de
miles de fieles y asiduos oyentes.
En unas cuantas semanas Zollman asumirá la dirección
musical de la Orquesta Sinfónica de Haifa, pero continuará
dirigiendo a la OFUNAM, esperemos que no sólo como director invitado
sino en calidad de director huésped principal, distinción
que mucho honraría a la música.
La presencia de Ronald Zollman en la vida artística
y cultural de México ha sido, sin duda alguna, enriquecedora y benéfica,
y por ello le damos las gracias. Sirvan estas líneas como un mínimo
reconocimiento al excelente trabajo que durante nueve años desempeñó
al frente de la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional
Autónoma de México.