Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 11 de junio de 2002
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Sociedad y Justicia
Mediante cartas y telefonemas logró comunicarse con su compañero Alejandro Fonseca

Desde el manicomio Gabriela demostró que no estaba demente, pero los jueces la ignoraron

Las autoridades deben practicarle nuevos exámenes médicos, afirma el abogado Estrada Niño

JAIME AVILES /II

La última noticia que se tuvo de Gabriela Rodríguez Segovia, la mujer presuntamente secuestrada por sus hermanos e internada hace más de 18 meses en un manicomio de Monterrey, llegó en la forma de una carta, escrita de su puño y letra. Esta es la transcripción textual:

"Mty, N.L., 31 dic. 2001. Soy Gabriela Guadalupe Rodríguez Segovia y en pleno uso de mis facultades mentales doy el más amplio poder al sr. Alejandro Fonseca y a los abogados que él tenga a bien nombrar, ya que me tienen recluida en contra de mi voluntad en Padre Mier y Miguel Nieto de esta ciudad de Monterrey."

Después de firmar el mensaje, Gabriela se entintó el pulgar y estampó su huella digital al calce, para despejar cualquier duda sobre la autenticidad del contenido. Pero hasta ahora ningún juez ha tomado en cuenta esta prueba. Meses antes, en una carta más amplia, de la cual hay una copia en poder de La Jornada, había escrito al propio Fonseca:

"Alejandro, estoy viviendo una situación muy difícil y lo único que me alienta es pensar en nuestro amor y en que todo esto tiene que tener un fin. Estoy luchando por los dos. Yo sé que allá afuera has hecho todo lo que está a tu alcance para ayudarme y te lo agradezco profundamente. Me siento en un infierno y te estoy escribiendo muy aprisa porque nos vigilan, pero aunque sea así quiero decirte que eres mi vida, mi todo.

"A mis hermanos les estoy dando por su lado para que me saquen pronto de aquí, que creo va a suceder pronto, pues ya me están soltando un poco. No hagas nada para que mi tratamiento no se atrase y me vuelvan a encerrar. Todo va a salir bien, mi amor, pretende que ya no te intereso para que me saquen más pronto."

Pero más adelante agregaba: "Quiero decirte que me preocupa y me aterroriza muchísimo el que te puedan meter a la cárcel o hacerte algo si vuelves a intervenir. Alejandro, lo eres todo para mí y no quiero por nada del mundo que te arriesgues a nada. Te vuelvo a pedir mucha paciencia, ya me están soltando un poco y ese es el inicio de que te den de alta. En caso de que esto no suceda en un par de meses ya veré la manera de hacerte llegar la noticia y un papel firmado..."

Las acusaciones

La mañana del 3 de noviembre de 2000, cuando Gabriela, secuestrada la noche anterior, despertó en el manicomio particular del doctor José de Jesús Castillo Ruiz, éste la examinó y escribió en su "nota de ingreso":

La paciente "refiere síntomas paranoides con pérdida de contacto con la realidad afirmando que el personal de esta institución tenemos (sic) la consigna de parte de su familia de volverla loca y quitarle o robarle objetos de valor de su casa, en complicidad con su familia... "

¿Estaba "delirando" Gabriela? ¿Había perdido efectivamente el contacto con la realidad? ¿Sufría un ataque de paranoia? Sólo dos meses y 29 días después de internarla en la clínica de Castillo Ruiz, los hermanos de Gabriela vendieron la casa donde ésta vivía, por un precio pactado en un millón 900 mil pesos, de acuerdo con la escritura pública 9216, expedida por el notario 122 de Monterrey, Héctor Villegas Olivares.

Los compradores del inmueble fueron Ricardo Lobatón González y su esposa, Ivonne Bernard Aizpuru de Lobatón, y la vendedora fue la señora Angélica Segovia Cortés, viuda de Rodríguez, madre de Gabriela. Además de obtener estas pruebas documentales, este reportero se presentó el viernes 26 de abril del año en curso a la casa número 105 de la calle Privada del Peñón, colonia Rincón de la Montaña, en San Pedro Garza García, zona conurbada de Monterrey, donde habitaba la víctima de esta historia.

Al preguntarle quién vivía ahí, una empleada doméstica respondió: "La señora Ivonne Lobato" (sic), y al pedirle que dijera desde cuándo, agregó: "Desde hace como un año", o sea, desde abril de 2001. Al cotejar la escritura antes citada, este dato resultó exacto: la operación de compraventa quedó cerrada el 24 de abril de 2001 y el documento quedó inscrito en el Registro Público de la Propiedad con el número 498 en el volumen 84, libro 11, sección Propiedad, unidad Garza García, el 2 de mayo de 2001.

Fallas en la memoria

Ricardo Chapa Vázquez, médico asociado del Centro Avanzado de Salud Anímica (Casa) -el manicomio del doctor Castillo Ruiz- escribió el mismo 3 de noviembre de 2000, después de entrevistarse con Gabriela:

"Al valorarla se encuentran francos síntomas depresivos como llanto, minusvalía extrema, desesperanza, lentitud psicomotriz, lasitud (sic), anorexia e ideación suicida manifiesta. Además, se advierten una importante alteración en el juicio y fallas en la memoria, atención y concentración, así como momentos de impulsividad..."

Seis meses después del secuestro, pasando por encima de la ley, el juez cuarto de lo familiar en Nuevo León dio por válidos los dictámenes de Chapa y Castillo Ruiz y declaró demente a Gabriela, incapaz de cuidar de sí misma y de administrar sus bienes.

Pero "si el juez hubiera analizado cuidadosamente el expediente del caso, habría descubierto que los diagnósticos de Castillo Ruiz y Chapa Vázquez no se compadecen con la realidad", afirma el abogado Daniel Estrada Niño, representante legal de Fonseca, quien ha sostenido una formidable batalla legal para obtener la libertad de Gabriela.

"Consta en actas que el 3 de noviembre, cuando el señor Fonseca estaba denunciando los hechos ante la agencia 8 del Ministerio Público en Garza García, recibió una llamada telefónica en su celular, de parte de una trabajadora de limpieza de la clínica de Castillo Ruiz. Esta mujer dijo llamarse Silvia, sin proporcionar su apellido, y comentó que hablaba a petición de la señora Gabriela Rodríguez Segovia, quien le pedía que le avisara al señor Fonseca que la tenían secuestrada en Padre Mier esquina con Miguel Nieto", narra Estrada Niño.

"Esto es muy importante", agrega. "La Policía Ministerial corroboró que, en efecto, la señora se encontraba en ese lugar. Sin embargo, el doctor Chapa escribió que presentaba 'fallas en la memoria, atención y concentración'. Y Castillo Ruiz dictaminó que veía en la señora 'fallas en la memoria remota, mediata e inmediata'. Por desgracia, el juez no se percató de la falsedad de estas afirmaciones, como fácilmente se desprende del expediente."

-¿Por qué?

Estrada Niño enfatiza:

"Mire usted, si la señora presentaba supuestas 'fallas en la memoria', ¿cómo pudo recordar los 11 números del teléfono celular del señor Fonseca? El doctor Castillo Ruiz, por su parte, le diagnosticó 'ausencia en el juicio' e 'impulsividad extrema'. Pero el juez pasó por alto que, antes al contrario, la señora demostró tener el tacto suficiente y la necesaria fuerza de persuasión para convencer a la trabajadora de limpieza de que le avisara al señor Fonseca. Imagínese usted, en un hospital siquiátrico, donde los pacientes suelen declarar que no están locos, la señora Rodríguez Segovia supo manejar las cosas con gran habilidad y demostró que no le fallaba la memoria ni mucho menos. Por lo tanto, los dictámenes de los doctores Castillo y Chapa caen por su propio peso".

¿Demencia permanente?

 Estrada Niño va aún más lejos: "El doctor Chapa señaló que encontraba en la señora 'francos síntomas depresivos como llanto, minusvalía extrema, laxitud, anorexia e ideación suicida manifiesta'. ¿Y qué esperaba el doctor Chapa, que la señora estuviera feliz después de haber sido raptada, drogada, encerrada con llave en un lugar desconocido y privada hasta de hablar por teléfono? ¿Acaso no era lógico que la señora estuviera llorando? ¿No es lógico que presentara laxitud, si la tenían drogada? ¿No es lógico que tuviera minusvalía extrema, o sea desamparo, confusión, dificultad para moverse, si la tenían aterrorizada, cautiva, sometida en forma por demás humillante?"

En cuanto a la acusación de "ideación suicida manifiesta", esto, para Estrada Niño, "es una arbitrariedad que no está sustentada ni jurídica ni clínicamente". Ambos médicos, añade, "aseguran que la señora presentaba lesiones en los lóbulos frontales, pero no aportaron estudios de resonancia magnética para demostrar la veracidad de su afirmación. Según ellos, estas supuestas lesiones le provocaron depresión y deseo de suicidarse, pero insisto, ¿dónde están las pruebas?"

Un año y medio después de haber acudido a todas las instancias legales para exigir la anulación de la sentencia que declaró demente a Gabriela, Estrada Niño concluye que "ni los hermanos de la señora ni los médicos que la atienden lograron demostrar que la supuesta demencia de ella fuera permanente. Revisando la papelería se ve que todo lo que pudieron probar fue que sufría un 'padecimiento afectivo de tipo depresivo con marcada tendencia al suicidio', pero yo quiero finalizar con una pregunta:

"Si el juzgado cuarto de lo familiar resolvió contra la señora seis meses después de que ésta fue internada, ¿por qué en ese momento no solicitó una nueva valoración médica para establecer si había mejorado su salud mental? Insisto, ¿por qué la declaró 'demente permanente'? Esto es jurídicamente inaceptable."

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