Mediante cartas y telefonemas logró comunicarse
con su compañero Alejandro Fonseca
Desde el manicomio Gabriela demostró que no
estaba demente, pero los jueces la ignoraron
Las autoridades deben practicarle nuevos exámenes
médicos, afirma el abogado Estrada Niño
JAIME AVILES /II
La última noticia que se tuvo de Gabriela Rodríguez
Segovia, la mujer presuntamente secuestrada por sus hermanos e internada
hace más de 18 meses en un manicomio de Monterrey, llegó
en la forma de una carta, escrita de su puño y letra. Esta es la
transcripción textual:
"Mty, N.L., 31 dic. 2001. Soy Gabriela Guadalupe Rodríguez
Segovia y en pleno uso de mis facultades mentales doy el más amplio
poder al sr. Alejandro Fonseca y a los abogados que él tenga a bien
nombrar, ya que me tienen recluida en contra de mi voluntad en Padre Mier
y Miguel Nieto de esta ciudad de Monterrey."
Después de firmar el mensaje, Gabriela se entintó
el pulgar y estampó su huella digital al calce, para despejar cualquier
duda sobre la autenticidad del contenido. Pero hasta ahora ningún
juez ha tomado en cuenta esta prueba. Meses antes, en una carta más
amplia, de la cual hay una copia en poder de La Jornada, había
escrito al propio Fonseca:
"Alejandro, estoy viviendo una situación muy difícil
y lo único que me alienta es pensar en nuestro amor y en que todo
esto tiene que tener un fin. Estoy luchando por los dos. Yo sé que
allá afuera has hecho todo lo que está a tu alcance para
ayudarme y te lo agradezco profundamente. Me siento en un infierno y te
estoy escribiendo muy aprisa porque nos vigilan, pero aunque sea así
quiero decirte que eres mi vida, mi todo.
"A mis hermanos les estoy dando por su lado para que me
saquen pronto de aquí, que creo va a suceder pronto, pues ya me
están soltando un poco. No hagas nada para que mi tratamiento no
se atrase y me vuelvan a encerrar. Todo va a salir bien, mi amor, pretende
que ya no te intereso para que me saquen más pronto."
Pero más adelante agregaba: "Quiero decirte que
me preocupa y me aterroriza muchísimo el que te puedan meter a la
cárcel o hacerte algo si vuelves a intervenir. Alejandro, lo eres
todo para mí y no quiero por nada del mundo que te arriesgues a
nada. Te vuelvo a pedir mucha paciencia, ya me están soltando un
poco y ese es el inicio de que te den de alta. En caso de que esto no suceda
en un par de meses ya veré la manera de hacerte llegar la noticia
y un papel firmado..."
Las acusaciones
La
mañana del 3 de noviembre de 2000, cuando Gabriela, secuestrada
la noche anterior, despertó en el manicomio particular del doctor
José de Jesús Castillo Ruiz, éste la examinó
y escribió en su "nota de ingreso":
La paciente "refiere síntomas paranoides con pérdida
de contacto con la realidad afirmando que el personal de esta institución
tenemos (sic) la consigna de parte de su familia de volverla loca y quitarle
o robarle objetos de valor de su casa, en complicidad con su familia...
"
¿Estaba "delirando" Gabriela? ¿Había
perdido efectivamente el contacto con la realidad? ¿Sufría
un ataque de paranoia? Sólo dos meses y 29 días después
de internarla en la clínica de Castillo Ruiz, los hermanos de Gabriela
vendieron la casa donde ésta vivía, por un precio pactado
en un millón 900 mil pesos, de acuerdo con la escritura pública
9216, expedida por el notario 122 de Monterrey, Héctor Villegas
Olivares.
Los compradores del inmueble fueron Ricardo Lobatón
González y su esposa, Ivonne Bernard Aizpuru de Lobatón,
y la vendedora fue la señora Angélica Segovia Cortés,
viuda de Rodríguez, madre de Gabriela. Además de obtener
estas pruebas documentales, este reportero se presentó el viernes
26 de abril del año en curso a la casa número 105 de la calle
Privada del Peñón, colonia Rincón de la Montaña,
en San Pedro Garza García, zona conurbada de Monterrey, donde habitaba
la víctima de esta historia.
Al preguntarle quién vivía ahí, una
empleada doméstica respondió: "La señora Ivonne Lobato"
(sic), y al pedirle que dijera desde cuándo, agregó: "Desde
hace como un año", o sea, desde abril de 2001. Al cotejar la escritura
antes citada, este dato resultó exacto: la operación de compraventa
quedó cerrada el 24 de abril de 2001 y el documento quedó
inscrito en el Registro Público de la Propiedad con el número
498 en el volumen 84, libro 11, sección Propiedad, unidad Garza
García, el 2 de mayo de 2001.
Fallas en la memoria
Ricardo Chapa Vázquez, médico asociado del
Centro Avanzado de Salud Anímica (Casa) -el manicomio del doctor
Castillo Ruiz- escribió el mismo 3 de noviembre de 2000, después
de entrevistarse con Gabriela:
"Al valorarla se encuentran francos síntomas depresivos
como llanto, minusvalía extrema, desesperanza, lentitud psicomotriz,
lasitud (sic), anorexia e ideación suicida manifiesta. Además,
se advierten una importante alteración en el juicio y fallas en
la memoria, atención y concentración, así como momentos
de impulsividad..."
Seis meses después del secuestro, pasando por encima
de la ley, el juez cuarto de lo familiar en Nuevo León dio por válidos
los dictámenes de Chapa y Castillo Ruiz y declaró demente
a Gabriela, incapaz de cuidar de sí misma y de administrar sus bienes.
Pero "si el juez hubiera analizado cuidadosamente el expediente
del caso, habría descubierto que los diagnósticos de Castillo
Ruiz y Chapa Vázquez no se compadecen con la realidad", afirma el
abogado Daniel Estrada Niño, representante legal de Fonseca, quien
ha sostenido una formidable batalla legal para obtener la libertad de Gabriela.
"Consta en actas que el 3 de noviembre, cuando el señor
Fonseca estaba denunciando los hechos ante la agencia 8 del Ministerio
Público en Garza García, recibió una llamada telefónica
en su celular, de parte de una trabajadora de limpieza de la clínica
de Castillo Ruiz. Esta mujer dijo llamarse Silvia, sin proporcionar su
apellido, y comentó que hablaba a petición de la señora
Gabriela Rodríguez Segovia, quien le pedía que le avisara
al señor Fonseca que la tenían secuestrada en Padre Mier
esquina con Miguel Nieto", narra Estrada Niño.
"Esto es muy importante", agrega. "La Policía Ministerial
corroboró que, en efecto, la señora se encontraba en ese
lugar. Sin embargo, el doctor Chapa escribió que presentaba 'fallas
en la memoria, atención y concentración'. Y Castillo Ruiz
dictaminó que veía en la señora 'fallas en la memoria
remota, mediata e inmediata'. Por desgracia, el juez no se percató
de la falsedad de estas afirmaciones, como fácilmente se desprende
del expediente."
-¿Por qué?
Estrada Niño enfatiza:
"Mire usted, si la señora presentaba supuestas
'fallas en la memoria', ¿cómo pudo recordar los 11 números
del teléfono celular del señor Fonseca? El doctor Castillo
Ruiz, por su parte, le diagnosticó 'ausencia en el juicio' e 'impulsividad
extrema'. Pero el juez pasó por alto que, antes al contrario, la
señora demostró tener el tacto suficiente y la necesaria
fuerza de persuasión para convencer a la trabajadora de limpieza
de que le avisara al señor Fonseca. Imagínese usted, en un
hospital siquiátrico, donde los pacientes suelen declarar que no
están locos, la señora Rodríguez Segovia supo manejar
las cosas con gran habilidad y demostró que no le fallaba la memoria
ni mucho menos. Por lo tanto, los dictámenes de los doctores Castillo
y Chapa caen por su propio peso".
¿Demencia permanente?
Estrada Niño va aún más lejos:
"El doctor Chapa señaló que encontraba en la señora
'francos síntomas depresivos como llanto, minusvalía extrema,
laxitud, anorexia e ideación suicida manifiesta'. ¿Y qué
esperaba el doctor Chapa, que la señora estuviera feliz después
de haber sido raptada, drogada, encerrada con llave en un lugar desconocido
y privada hasta de hablar por teléfono? ¿Acaso no era lógico
que la señora estuviera llorando? ¿No es lógico que
presentara laxitud, si la tenían drogada? ¿No es lógico
que tuviera minusvalía extrema, o sea desamparo, confusión,
dificultad para moverse, si la tenían aterrorizada, cautiva, sometida
en forma por demás humillante?"
En cuanto a la acusación de "ideación suicida
manifiesta", esto, para Estrada Niño, "es una arbitrariedad que
no está sustentada ni jurídica ni clínicamente". Ambos
médicos, añade, "aseguran que la señora presentaba
lesiones en los lóbulos frontales, pero no aportaron estudios de
resonancia magnética para demostrar la veracidad de su afirmación.
Según ellos, estas supuestas lesiones le provocaron depresión
y deseo de suicidarse, pero insisto, ¿dónde están
las pruebas?"
Un año y medio después de haber acudido
a todas las instancias legales para exigir la anulación de la sentencia
que declaró demente a Gabriela, Estrada Niño concluye que
"ni los hermanos de la señora ni los médicos que la atienden
lograron demostrar que la supuesta demencia de ella fuera permanente. Revisando
la papelería se ve que todo lo que pudieron probar fue que sufría
un 'padecimiento afectivo de tipo depresivo con marcada tendencia al suicidio',
pero yo quiero finalizar con una pregunta:
"Si el juzgado cuarto de lo familiar resolvió contra
la señora seis meses después de que ésta fue internada,
¿por qué en ese momento no solicitó una nueva valoración
médica para establecer si había mejorado su salud mental?
Insisto, ¿por qué la declaró 'demente permanente'?
Esto es jurídicamente inaceptable."