Marco Rascón
Las renuncias de la izquierda
La izquierda mexicana ha renunciado a sí misma. El fracaso de su mayor proyecto de unidad, el Partido de la Revolución Democrática, ha dejado un gran vacío no sólo político, sino anímico y cultural. El PRD actual no tiene nada que ver con la insurgencia cívica-popular de 1988 que precipitó los cambios en el país ni con la posibilidad de generar una alternativa creíble frente al gran fiasco de los cambios conducidos por los empleados del empresariado trasnacional.
Esa izquierda hizo de la lucha por la democracia un valor que antagoniza con la eficiencia y los compromisos sociales; renunció al marxismo y lo sustituyó por un lenguaje pretendidamente modernista con el fin de ser aceptada dentro de los valores de la globalización. No obstante, siguió alimentándose en el interior con las viejas prácticas del sectarismo y las burocracias partidarias. Renunció a ver los problemas de México como país sometido al vecino imperial y a la devastadora oligarquía político-empresarial corrupta que se benefició del "milagro mexicano" de la posguerra, el estatismo vulgar, el populismo, las crisis, el nacionalismo anticomunista, el boom petrolero, la austeridad, el nacionalismo, y ahora, de la "transición".
Los grandes movimientos sociales de cuatro décadas que le dieron origen fueron subordinados al sagrado principio de la alternancia, pero cuando ésta llegó los nuevos políticos olvidaron origen y propósitos fundacionales. La idea de una revolución democrática, humanista, educadora, transformadora fue sustituida por el pragmatismo de una "transición pactada", y hoy no sólo respeta las viejas estructuras e intereses, sino que los reproduce e imita.
Al renunciar a convertirse en oposición programática con rumbo propio, esa izquierda prefirió el juego de las alianzas y la alineación con fracciones de esa misma oligarquía entrando al maniqueísta mundo de los neoliberales "buenos" contra los "malos".
Por falta de un proyecto alternativo pasó de la lucha contra fobaproas y rescates bancarios para convertirse en estricta recaudadora fiscal de los sectores medios a los cuales confundió con los más ricos. La confusión no vino de gratis: los más ricos ahora eran aliados, factores determinantes de la transición. De esta manera las autoridades hacendarias eran tibias ante el terrorismo fiscal y el galimatías que desataron los legisladores de izquierda, quienes lograron convencer a la derecha de votar junto con ella.
No extraña, pues, el origen de los reclamos de los trabajadores electricistas a esa izquierda que "busca salidas" legislativas a la privatización y que quiere estar bien con todos.
La renuncia a principios básicos de lucha, que se creyó el fundamento para alcanzar gran número de votos, llevó a esa izquierda a alcanzar grandes fracciones de diputados y senadores, de legisladores locales, de gobernadores y presidentes municipales, que hoy constituyen parte importante de la clase política. No obstante, a fuerza de beber en el mismo río del sistema de prerrogativas, los nuevos políticos de izquierda se han ido uniformando y poco se distinguen de un priísta o un panista.
La renuncia al debate interno y a elaborar una teoría propia sobre los problemas nacionales la hizo oportunista y reactiva; declara todos los días y llena su espacio en los medios de comunicación con declaraciones a bote- pronto, debido a su individualismo y a su incapacidad de convocar a acciones propias. Por ello esa izquierda renunció a cuestionar la estructura, formas y contenidos de los medios de comunicación, y ahora cree tanto en ellos que les ha otorgado carta blanca de credibilidad, subordinándose así al criterio de locutores y conductores que, diariamente y todo el día, juzgan y sentencian a los buenos y a los malos. En busca de la aceptación y las buenas costumbres llenó su discurso político de frases mal acomodadas, pero que piensa que suenan bien. Esa izquierda, afianzada en su lucha por la sobrevivencia dentro de la moral de la derecha, renunció a mantener la coherencia entre teoría y práctica, entre el discurso y los hechos. Renunció también a la autocrítica y se convirtió en hipercrítica para ocultar su propio despotismo, sectarismo e inconsecuencia. La piedra angular de la ética de esa izquierda fue justificarse con la idea de que "nosotros luchamos contra ese muro", "fuimos los primeros y los que más sacrificios aportamos", por lo tanto, somos los propietarios del cambio y demandamos ese reconocimiento.
ƑCómo se puede luchar por el poder y para qué, si se hace exactamente lo que harían los adversarios sin ningún pudor? ƑA qué tuvo que renunciar la izquierda para desaparecer como referencia alternativa? ƑQué es la izquierda y quiénes son de izquierda? ƑPor qué nos convertimos en parte de la pesadilla y dejamos el sueño de la justicia humana? ƑPor qué se pudrió nuestra generación? ƑPor qué nos hicimos fariseos?
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