José Blanco
Las parálisis educativas
¡nsistamos: el futuro del mundo será uno
de mayores polarizaciones sociales determinadas por el grado de educación
de las diversas sociedades. Ciencia, tecnología y alta cultura determinarán
como nunca el lugar de cada uno en el planeta. El sistema de la economía-mundo
requiere cambios profundos para revertir esas tendencias e inyectarle dosis
crecientes de democracia, pero el primer requisito, y el más importante,
es el crecimiento educativo de todos en las sociedades subdesarrolladas.
Ya se sabe: es preciso reformar el conjunto de las instituciones
educativas del país de los tres niveles. No podemos hablar de una
reforma del sistema educativo, porque este sistema no existe; existe
apenas una aglomeración de instituciones educativas sin concierto
alguno. No es difícil que las descentralizaciones que han tenido
lugar en los niveles elementales -que podrían acarrear múltiples
ventajas organizativas y de eficiencia- hayan incorporado, en cambio, mayores
dosis de descoordinación y desconcierto al conjunto.
En el nivel primario es indispensable avanzar seriamente,
alcanzando una cobertura de 100 por ciento con un mínimo de calidad
efectiva en el conjunto. El referente para ese mínimo no pueden
ser sino los estándares internacionales. Para eso es indispensable
el Instituto de Evaluación Educativa, que continúa en el
cajón de los pendientes, probablemente todavía no olvidados.
Pero existe una inmensa falla de origen: la contraparte principal de la
SEP en el acuerdo para la creación del instituto es el SNTE. Polvos,
grandes cantidades de polvo de aquellos lodos corporativos. Este inefable
sindicato representa -o debería representar- el interés contractual
laboral de los profesores -salarios y condiciones de trabajo- y punto final.
El SNTE nada, absolutamente ni media palabra, tendría que decir
sobre los aspectos sustantivos -académicos, pedagógicos,
de análisis, evaluación y planeación- de la organización
de la enseñanza de los niños. Quede claro: los profesores,
en su calidad de tales, tienen, por supuesto, el derecho de intervenir
con sus saberes en el trabajo sustantivo que debe realizar el instituto
de evaluación, pero ello debe ocurrir en el espacio educativo propiamente
dicho, no en el de las relaciones laborales. Los profesores tendrían
que organizarse para participar en la creación del instituto, y
hacer a un lado a la maestra y sus huestes. Ocurre, sin embargo,
que la maestra es la secretaria del PRI y la dueña del SNTE
y, según algunas voces analíticas, potencial principal poder
dentro de ese partido. De modo que todo parece indicar que la señora
es políticamente imprescindible. O lo que es lo mismo: la creación
del Instituto de Evaluación y la suerte futura de la enseñanza
elemental están supeditadas a intereses políticos ajenos
al propósito de la sustancia de la reforma educativa y del derecho
de los niños a ser verdaderamente instruidos. Así, lo sustantivo,
queda paralizado.
El bachillerato es un perfecto desorden. Existen más
de 300 programas de este nivel, lo que a todas luces indica que no sabemos,
como país, para qué sirve este nivel educativo. Además,
hoy sin razón ninguna, algunas escuelas de este nivel son manejadas
por universidades y muchas otras no. Como en cualquier otro país
civilizado, el bachillerato debe formar parte del tramo del nivel secundario
y ser reorganizado junto con lo que hoy llamamos escuela secundaria. La
ley tendría que establecer que la escuela obligatoria consta del
nivel primario y secundario, es decir, 12 años de educación
mínima para todos y con la calidad que debe esperarse en cualquier
parte del mundo donde la educación se toma en serio. ¿Quién
se atreve a reformar el bachillerato y el nivel secundario en conjunto?
¿Los partidos políticos actuales? Una reforma de este nivel
está paralizada.
Finalmente está el nivel terciario. Se halla, como
el resto, en gran desorden. La ANUIES, principal organismo de representación
de este nivel, tiene sólo 134 instituciones altamente heterogéneas
en su seno, aunque las mismas abarcan entre 70 y 80 por ciento de la población
escolar del país. Podría ser un espacio para el procesamiento
de la reforma del conjunto del nivel terciario, pero ello no ocurrirá
sin el concurso de los poderes del Estado y de los partidos políticos
conforme a un plan elaborado por quienes saben. Anotemos que, fuera de
la ANUIES, existen más de mil 300 instituciones -muchas de las cuales
se llaman a sí mismas "universidades"- que operan sin ton ni son.
Muchos de estos negocios son fraudes educativos para los jóvenes
que "forman". Tenemos, además, la inmensa cantidad y variedad de
las escuelas "técnicas" sin un régimen coordinado con los
niveles secundario y terciario, que jurídicamente la ordene y organice.
La reforma legal de este nivel está paralizada. El "problemita"
de la reforma de la UNAM es un punto de esta extensa agenda de la reforma
educativa.