JAZZ
Antonio Malacara
Festival de jazz de ESM/ VI y último
SABADO 8. Tal vez por ser el último día
del festival, tal vez por ser sábado, tal vez por el prestigio de
los grupos programados (Cynthya Snell, Mac Trío, Géraldine
Célérier, Verónica Ituarte, Sociedad Acústica
de Capital Variable), pero esta tarde el auditorio Angélica Morales
está lleno hasta los topes. En el público ya no predomina
la presencia de estudiantes de la Superior de Música. Hoy es un
día especial.
GERALDINE CELERIER LLEGO con su segundo disco solista,
Reminiscencias (2002), y cuatro de los cinco tracks contenidos
en él fueron interpretados con muy buen pulso por los mismos músicos,
con excepción del guitarrista Jaime de la Parra, quien hace un estupendo
trabajo en el cidí y que no llegó al concierto.
Ecuánime maestría
PERO
AHI ESTABA el discreto contrabajo de Juan Manuel Guiza, además
de la ecuánime maestría en los beats y los contrastes
de Armando Cruz (profesor de batería en esta escuela). Lo más
sobresaliente, sin embargo, fue el piano de Mark Aanderud, un virtuoso
más en este festival, chilango radicado en Praga que aprovecha las
vacaciones para palomear con los cuates y grabar algunas cosas;
el año pasado fue con Agustín Bernal y ahora con la Célérier.
MARK LUCE ENORME desde Habanera trunca,
sus solos le otorgan nuevas dimensiones a la composición de Géraldine,
le inyectan brillantez, hacen que su nostalgia fluya con otra dinámica.
Ella, la cantante, sabe que la voz sirve para algo más que decir
de las palabras, y la vuelve un instrumento más que va y viene por
mil recovecos, transgrediendo los cartabones tradicionales de "lo bello",
jugando con la atonalidad y los susurros, con el ruido y los sonidos guturales;
solamente para regresar, de vez en vez, al canto tradicional, con la voz
delgada y melodiosa que se requiere en cada caso.
LOS AIRES BRASILEÑOS llegan con Bebé,
de Hermeto Pascoal, y pronto Armando Cruz disuelve el aire en una danza
épica que se va tejiendo con esquirlas de contrapunto. Mark y Géraldine
dialogan al otro lado con pequeños apuntes que van ganando profundidad
en los graves del piano. Hermanos de sangre es dedicado a Francisco
Téllez, quien aparece para agradecer la ovación del auditorio.
Aquí la Célérier toca la guitarra de puntillas, solvente,
Armando la sigue con las manos en la batería, después con
las felpas; Mark se mete directamente a las cuerdas del piano, Manuel sigue
firme en sus bases; la voz aparece entre celta y africana. Lo intimista
de las atmósferas se da de manera natural... hasta que Aanderud
rompe los esquemas y nos receta un solo más cercano al clasicismo
académico que al jazz.
"SOBERBIO" SE EMPEÑA en bajar al teclado
de la computadora para adjetivar el trabajo del pianista, no le interesa
caer en los lugares comunes; es entonces que, aprovechando este arrebato
de recargada cursión, "sublime" exige su derecho de ser el calificativo.
El articulista, aturdido, termina por mandar ambos adjetivos al cuerno
y convoca a uno de sus viejos conocidos: "A todísima madre".
Gajo de amor
EL PUNTO MAXIMO del concierto se inicia con Gajo
de amor; los ritmos entrecortados e impares cobijan una voz que, a
estas alturas, se siente plena y llena de recursos dentro de la estrechez
de sus registros; Aanderud continúa en sus amplios espacios de creatividad.
Poco después llega Ragtime, de Arturo Márquez, pero
a pesar del título, es la samba la que abre el discurso. El cuarteto
está en su mejor momento cuando tres de ellos deciden callar para
dejar totalmente solo a Mark Aanderud; el maestro ratifica por enésima
ocasión su poder técnico y artístico, y en su navegar
llega a un puerto hecho de blues y ragtime. Géraldine saca entonces
un kazoo y empieza a pitorrear lúdica y rítmicamente con
el piano. Contrabajo y batería se integran para finalizar poderosamente
el set.
PERO LA GENTE no los deja ir. La continuidad del
festival estaba ya medio colgada, pero el grupo de Géraldine Célérier
se vio obligado a regresar con un muy particular arreglo a La chica
de Ipanema. La presentación era un éxito total.
ESTO DEL ENCORE sólo
se había dado con Agustín Bernal, unos días antes.
Y se repitió una hora después ante el señorío
de Verónica Ituarte y su nuevo grupo, con la sorpresa de Baldomero
Jiménez en el piano, otro portento de la música contemporánea
en México. Pero bueno, como te darás cuenta, se nos acabó
el espacio. Gracias al maestro Téllez, tuvimos una nueva fiesta
de jazz, con seis días de libertad en pequeñas dosis.