A veces burlona, a veces vulgar, es querida
por su público y casi llenó el Auditorio el sábado
Soy, de Ale, espectáculo entretenido,
pero apenas cumplidor en lo artístico
La sección de cuerdas de la Sinfónica
Nacional entró en acción en el tema Hacer el amor con
otro
Sin dejar de echarle porras a la selección,
la Guzmán cerró con la versión hard core de
Pólvora
PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL
Brazos en alto se agitan de un lado a otro como en tiempos
de Siempre en Domingo, gargantas desgarradas cantando eso que muchas
mujeres han sentido pero no lo dicen en público, y que ninguna otra
canción en español recita: "Hacer el amor con otro, no, no,
no... es como no hacer nada". El Auditorio Nacional está casi lleno
la noche del sábado, Alejandra Guzmán calla mientras canta
el respetable, y en pantalla se ve que a ella las lágrimas le brotan,
no se sabe si por el canto entregado de sus fans o porque le hace
mella la canción.
Ella misma dijo a medio concierto: "Ando solita, estoy
sin galán... ¡En serio! Es un caso de la vida real... le voy
a mandar una carta a mi mamá para que pase mi caso... Por cierto,
vino mi mami a verme... ¡Mami, te quiero!" Y doña Silvia Pinal
mira orgullosa a su hijota, a la cual, con entusiasmo de nena de kínder,
le brillan los ojos por ver que su madre vino a verla al bailable. Ale
pasó de ser la "reina de corazones, el sueño de todos,
propiedad de nadie" a admitir su soledad.
El espectáculo se llamó Soy y ciertamente
fue un espejo de lo que es ella: un acto nada acartonado, entretenido,
pero no por ello poco profesional; un show bien montado, preocupado
en su apariencia pero descuidado en la maestría musical: instrumentistas
de calidad, pero apenas cumplidores, arreglos pobres; un evento honesto
aunque con carencias artísticas en cuanto a composición y
letras.
Se da a querer
La
espontaneidad y simpatía de Alejandra no se ponen en duda; ciertamente
se da a querer. Luce alegre, optimista, más centrada que hace unos
años. Aunque la pinten como diabla, posee un halo de vulnerabilidad:
es como una puberta eterna que cree en el rock genuinamente, aunque lo
que haga esté más cerca del lugar común. No es su
propuesta musical lo que escandaliza (lo que estaría chido), sino
las superficialidades hipócritas que gustan ver en ella los más
alienados.
Noche de temas pegadores como Ten cuidado con el corazón,
Mala hierba: "Ah, pero cómo hablan mal de mí, ¿eh?
No me importa, con que salga bien mi foto". El entusiasmo es indudable
aunque el acomodo incomoda: los músicos muy al fondo, el medio y
el frente para Ale. Lo mismo pasa con el sonido: la voz de ella
no se fusiona, sino que está a más volumen; la ecualización
en guitarra y batería no cuaja, reventada de agudos. Poco a poco
el sonido se nivela, casi hasta el final.
En el público hay de todo, pero no muchos chavitos.
En la tarima, cada tema pop que se esfuerza por ser róquer
ofrecerá sorpresas escénicas: bailarines, luces, lluvia de
polvos brillantes, videos, globos flotantes, papelitos de colores. Ale
platica mucho con la gente, a veces burlona, a veces vulgar, a veces atrevida,
a ratos sexosa. Tiene sus fans y sí que la adoran.
La hija de Enrique Guzmán inicia con un top
negro muy escotado y pantalones entallados. La lonjita, su dolor de cabeza,
será disimulada por su agilidad para bailar, girar, elevar la pierna
en vertical, doblar su espalda en arco hacia atrás, todo ello en
tacones de aguja. De rostro, muy guapa. Pero lo suyo no es explotar su
físico sino su actitud relajienta.
En las primeras canciones, su voz rasguña las notas
altas, por lo que sus coristas le ayudan bastante; poco a poco, su voz
irá agarrando calor. Ahora con vestido violeta, al estilo de los
años 20, emite entusiasta, aunque con voz nasal y un ritmo más
tecno, que "es una sinfonía la vida". Alejandra es la Reina
de corazones, y canta este famoso tema, que bien pudo ser modernizado
en sus arreglos: la batería suena fatal, los requintos del guitarrista
suenan choteados y atascados. Y es que en general, su concepción
cliché-aguerrida del rock y el sonido de los temas, se sienten algo
viejitos: ochenteros sin ironía, muy en serio. El asunto mejora
en Güera, que suena más actual.
De pronto, la luz brota de la laringe de la Guzmán
cuando canta una balada, a ritmo de blues, que le compusieran Steven
Tyler y Joe Perry, el dueto cerebro de la banda Aerosmith; la creación
ayuda pero hay algo más. Alejandra demuestra que lo que mejor le
sale son las tonadas blues y las baladas intensas. Se luce y la
canta muy bien en su grave y ronca voz: "Soy tu lluvia y cada lágrima
tuya; te hago reír, te hago llorar". Canta Loca, también
tranquila, y de nuevo arroja su calidad vocal, por encima de varias rivales
pop, tales como Paulina Rubio o Thalía.
Sale de nuevo, se oye un solo de batería, y luego
una marcha en la que entra una fila de bailarines en rojo y negro, cual
soldados; ella aparece en rojo brillante, su número es intenso,
dramático, atractivo. Se van ellos y aparece un guitarrista invitado,
de Los Angeles, de notoria calidad. Alejandra le pasa debajo de las piernas,
le acerca sus partes tiernas; el negrazo emite lo más fino del concierto.
El sonido no permite apreciar el nombre del extraordinario músico...
¿Harry Danes? ¿Darryl James? Pero mientras lo entendíamos,
que él mismo se revienta el clásico Wild thing... you
make my heart sing! ¿Por qué si a ella le gusta ese tipo
de rolas no se ve reflejado en lo que interpreta?
Vicio sonoro
La sección de cuerdas de la Orquesta Sinfónica
Nacional se desentume (desde el inicio ahí sentaditos) para entrar
en acción. Es el tema Hacer el amor con otro, arriba citado.
Sin embargo, un vicio sonoro hizo que tuvieran que bajarle el volumen a
violines, violas y violonchelos, y se oían muy bajo. Alejandra está
más que encarrilada, la canta bien, y es casi sólo su voz
y la del público lo que se escucha, pues no llevaba batería
ni instrumentos eléctricos.
Vienen Angeles caídos, Díme de
verdad; se enciende el ánimo con la róquer Caramelo,
y luego ésa que dice: "El es bello, bello, bello... es fácil
perdonar cuando se quiere de veras". Otro momento explosivo viene cuando
toma una guitarra y... ¡la toca de verdad!; la rola no está
mal, aunque su riff es casi un fusil a Is what I like about you,
de The Romantics. Se va y vuelve con vestido negro y canción épica,
como de musical: "Volveré a vivir, volveré a sentir, volveré
a empezar, volveré a amar". Luego el actual tema que hizo para Televisa
en la Copa del Mundo; le echa porras a la selección y cierra con
un homenaje en medley a las versiones rocanroleras de su padre:
La plaga, Popotitos, Pólvora versión hard-core.
Alejandra se retira esgrimiendo un aferrado grito, así como unos
cuernitos con la mano, como si viésemos a otro Alex... pero Lora:
"¡Que viva el roooock!"